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viernes, 16 de agosto de 2019

EL TIEMPO EN SUS MANOS Y EL CONO DEL FUTURO



En 1960 George Pal dirigió El tiempo en sus manos, un film basado en la célebre novela de H. G. Wells La máquina del tiempo. Contaba en el reparto con Rod Taylor e Yvette Mimieux. No es precisamente una obra maestra, pero obtuvo el oscar a los mejores efectos especiales y se convirtió en película de culto para los fanáticos de la ciencia-ficción. No hace mucho apareció una réplica de la máquina original en la desternillante serie Big Bang Theory.

Sirva esta digresión para introducir el tema de hoy: la representación gráfica del tiempo. En un reciente post  sobre El tiempo, insistíamos en la imposibilidad de superar la velocidad de la luz. Sin embargo, siguiendo a Albert Einstein en su teoría especial de la relatividad, veíamos que en determinadas condiciones, y siempre que pudieran alcanzarse velocidades muy elevadas, el tiempo o más precisamente, la percepción del paso del tiempo, puede ser distinta para dos o más sujetos diferentes, lo que teóricamente haría posibles los viajes en el tiempo. Al menos los viajes al futuro. Por otra parte, las ecuaciones de Maxwell no parecen invalidar dicha posibilidad teórica.

Bien, como una imagen vale más que mil palabras, he aquí una sencilla representación gráfica de la relación que se establece entre las tres dimensiones espaciales y la dimensión temporal:



Avanzando un poco más, y siguiendo esta vez a Stephen Hawking, os propongo esta otra imagen, donde vemos representado lo que se ha dado en llamar el cono del tiempo. Si lanzamos una piedra a un estanque, se producirá una onda que en los segundos siguientes al impacto se hará cada vez mayor. Si representamos la dimensión temporal en abscisas y la espacial en ordenadas, obtendremos un cono del tiempo como el que puede apreciarse en la imagen.



Fijaos por último en este interesantísimo tercer gráfico. Si de forma repentina se produjera en un instante dado la extinción de nuestro Sol, no experimentaríamos el menor efecto hasta ocho minutos más tarde. La distancia media que nos separa del astro es de poco menos de 150 millones de kilómetros, lo que equivale a unos 8 minutos luz. Las consecuencias de tan singular cataclismo se materializarían sólo cuando nuestro planeta ingresara en el cono de luz futuro de la extinción del Sol, ocho minutos después.


Ateniéndonos a esta regla, cuando contemplando el cielo nocturno, observamos cualquier fenómeno que se produzca en un lugar (por ejemplo una estrella) que se encuentre a una distancia de 2000 años luz, realmente no veremos lo que sucede en ese instante, sino lo que sucedió hace 2000 años, en vida de Augusto o de Cristo. Estaremos contemplando algo que aconteció en un pasado remoto. Pensad en ello cuando en una noche estrellada veáis brillar en la lejanía esas diminutas y lejanas luciérnagas. Acaso emitieron su destello cuando los dinosaurios dominaban la Tierra o cuando ni siquiera existía nuestro planeta. Es algo tan asombroso y tan mágico que produce escalofríos. Y es que los verdaderos milagros se producen continuamente en nuestro real y tangible universo físico. Los otros milagros que os cuenten esos charlatanes con mitras o con turbantes, no son más que patrañas y cuentos de viejas.

El empleado trabaja ocho horas para poder dormir otras ocho y divertirse ocho más. El empresario simplemente se esfuerza por evitar que los dos últimos periodos coincidan con el primero.  Woody Allen.





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