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martes, 23 de julio de 2019

SOBRE EL ORIGEN EVOLUTIVO DE LA MONOGAMIA



Todo parece indicar que hace entre 5 y 6 millones de años se separaron en África los linajes de los ancestros de los chimpancés y los antepasados de los humanos. Como el hábitat natural de todos los grandes simios es la selva húmeda, es lícito suponer que el ancestro común de ambos linajes se parecía más a los chimpancés que a nosotros. Mientras que una de las ramas escindidas continuó su vida arborícola, la otra se arriesgó a habitar la sabana y las grandes llanuras, afrontando el riesgo de servir de almuerzo a los grandes felinos, con tal de introducir en su dieta proteínas de origen animal que conseguirían primero disputando la carroña a los carnívoros, y más tarde cazando presas en grupos organizados. También es lícito suponer que nuestros primitivos ancestros recién escindidos del tronco común,  tendrían una organización social y unas costumbres sexuales similares o muy parecidas a las de los chimpancés.

Pues bien, los chimpancés son polígamos y enormemente promiscuos. A pesar de que en cada banda o grupo familiar hay un macho dominante escoltado por un par o tres de hermanos suyos que le sirven de guardia pretoriana, prácticamente todos los machos adultos de la banda copulan con todas o la mayoría de las hembras adultas. Primatólogos que han estudiado el comportamiento sexual de los chimpancés afirman que antes de quedar preñada, una hembra efectúa entre 500 y 3000 coitos con distintos machos, si bien aproximadamente la mitad de ellos los realiza con el macho dominante y/o sus hermanos. Esto se traduce en que cualquier chimpancé sabe con certeza quién es su madre, incluso quiénes son sus hermanos o hermanas de parecida edad con quienes se ha criado, pero no tiene la más remota idea de quién puede ser su padre.

Los chimpancés poseen una organización social patrilocal. Los machos son ferozmente territoriales. Defienden su zona de recolección de frutas, y a las hembras de su harén, si bien en caso de verse superados en número por los machos de una banda rival, no dudarán en ponerse a salvo abandonando a las hembras a su suerte. A menudo los machos realizan incursiones en grupo en territorios de bandas vecinas, asesinando a cuantos machos hallan solos o en inferioridad. Por este cruel procedimiento van ampliando sus territorios y eventualmente, sus harenes. Los machos tienden a permanecer en sus territorios, mientras que las hembras, al alcanzar la pubertad se separan del grupo para unirse a bandas vecinas, donde son bien recibidas en los harenes. De esta manera, los machos en sus incursiones guerreras a menudo matan a otros machos que pueden estar emparentados con ellos.


Sin embargo, y a diferencia de sus parientes arborícolas, los primitivos humanos debieron adaptarse a las grandes llanuras abiertas en las que caminar erguidos representaba una singular ventaja al poder divisar desde lejos tanto a posibles depredadores como a potenciales presas. La nueva vida estaría plagada de riesgos, así que cada macho debía esforzarse en defender a sus parejas y a sus crías, circunstancia que sin duda fomentaría el establecimiento de lazos duraderos, al menos durante el periodo reproductivo y el crecimiento de los hijos: estamos ante el germen de la monogamia. En este nuevo régimen, las crías estarían doblemente protegidas, pudiendo así prolongarse el periodo de aprendizaje. Infancias más largas y más provechosas, cráneos que tienen tiempo para crecer más, albergando cerebros de hasta tres veces el tamaño del de los chimpancés. Aquí cada individuo conoce a su madre y también a su padre, y sabe además quienes son sus parientes próximos, tíos, tías y primos.


Las hembras jóvenes seguirían uniéndose a otras bandas cercanas, y de esta forma las partidas de machos que salieran de caza, al encontrarse con miembros de las bandas vecinas, reconocerían a sus sobrinos o a sus parientes políticos, suegros, yernos o cuñados. Se establecieron así grupos de intereses comunes más numerosos que la pequeña banda: la tribu. La organización tribal no excluye el asesinato o la guerra con otras tribus con las que no se ha establecido parentesco, pero es ya un paso importante para ampliar los grupos humanos, aumentando exponencialmente la transmisión de conocimientos, ideas, técnicas de caza, etc. Y hablando de técnicas, el hecho de caminar erguido permite también tener las manos libres y disponibles para fabricar herramientas, utensilios y por supuesto, armas. Donde no existen las armas, prevalece la corpulencia y la fuerza física de los machos, pero una vez que aparecieron fue posible que un individuo más pequeño tuviera muy buena puntería o hubiera fabricado una lanza mejor que las de sus potenciales rivales. Las armas contribuyen a una cierta igualdad entre los machos, evitando que el más grande o el más fuerte se haga con un harén de hembras y condene a los demás a la soltería. Así que también el uso de las armas favoreció la monogamia.


La aparición de Homo ergaster, hace aproximadamente 1,8 millones de años, probablemente marca la frontera en que podemos estar razonablemente seguros de que el comportamiento sexual, familiar y social de nuestros ancestros, se hace similar o comparable al de los humanos modernos. La razón fundamental es que con Homo ergaster se reduce el dimorfismo sexual a niveles ya actuales, en que los machos son en promedio algo más corpulentos que las hembras, pero no tan exageradamente mayores como sus predecesores. Cuando el dimorfismo sexual es muy acentuado, caso de gorilas, chimpancés y el resto de los grandes simios, la organización familiar es sistemáticamente polígama, mientras que cuando el dimorfismo se reduce, encontramos parejas monógamas, y esto se cumple no sólo entre los simios, sino entre gran variedad de animales.

Naturalmente la monogamia tiene también sus límites. Sabemos que la infidelidad y las aventuras extraconyugales son frecuentes en mayor o menor medida, no sólo en nuestra especie, sino en muchas otras reputadas de monógamas estrictas, como es el caso recientemente descubierto por los naturalistas, de diversas especies de aves que hasta hace poco pasaban por ser el paradigma de la fidelidad. En fin, esa es ya otra historia que trataremos en alguno de nuestros próximos artículos sobre el comportamiento sexual. Ahora debo dejaros. El profe Bigotini acaba de ver a nuestra nueva vecina del ático, se ha puesto un taparrabos, se ha embadurnado la nariz de barro, y temo que sea capaz de cometer una locura.

-Mataría por conseguir una silueta perfecta.
-Bueno, puedes conseguirla con dieta y ejercicio.
-Deja, deja, prefiero matar.



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