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martes, 13 de noviembre de 2018

FERNÁN CABALLERO, LA MÁS ANDALUZA DE TODA SUIZA


Cecilia Böhl de Faber y Larrea, a quien conocemos por su más célebre seudónimo de Fernán Caballero, nació en 1796 en la localidad suiza de Morges. Era hija del cónsul Juan Nicolás Böhl de Faber y de la andaluza Francisca (Frasquita) Larrea. Vivió su primera infancia en España, se trasladó luego unos años con sus padres a Alemania, para regresar a Cádiz a la edad de diecisiete años. A pesar de su origen mixto, Cecilia se sintió siempre española. Cuando comenzó a escribir tomó su seudónimo “Fernán Caballero” de la localidad manchega del mismo nombre, en la provincia de Ciudad Real. A los veinte años se casó por amor con Antonio Planelles, un capitán de infantería con quien se trasladó a la colonia de Puerto Rico. Su apuesto capitán falleció prematuramente, y tras una breve estancia en Hamburgo, regresó a España, afincándose en El Puerto de Santa María. Allí volvió a casarse, esta vez por interés, con Francisco Ruíz, marqués de Arco Hermoso, don Paco, un vejestorio forrado de pasta que quería una esposa joven, guapa y culta para pavonearse con sus amigos en el casino. El marqués, un hombre poco delicado, tuvo la única delicadeza de morirse al poco tiempo, dejando a Cecilia otra vez viuda.

Isabel II
Si las dos primeras veces (una por amor y otra por interés) había elegido bien, la tercera no pudo elegir peor, casándose por tercera vez, quizá por compasión, con Antonio Arrom de Ayala, un tipo patético cargado de deudas que, aunque también murió pronto víctima de la tisis, tuvo tiempo suficiente para dejarla en la miseria de la que ya nunca llegaría a recuperarse. En Sevilla y en Madrid le quedaban amigos influyentes como los duques de Montpensier o la misma reina Isabel. Ellos la protegieron y hasta le brindaron una vivienda digna en unas dependencias del Alcázar de Sevilla. Desgraciadamente la Revolución Gloriosa de 1868 la privó hasta de esa morada. Falleció en la capital andaluza en 1877, sin que ni la pobreza ni el abandono le privaran de sus dos grandes pasiones, la literatura y el amor. Fernán Caballero siguió escribiendo en sus últimos años, y Cecilia Böhl de Faber siguió rodeada de solícitos galanes hasta rendir su aliento postrero.

Duques de Montpensier

En cuanto a su obra, Fernán Caballero representa por sí misma un lúcido ejemplo de la evolución literaria española del XIX. Tras sus comienzos plenamente románticos, su estilo y sus temas derivaron hacia un costumbrismo folclorista genuinamente andaluz, para terminar abrazando el realismo imperante en el último tercio del siglo. Estuvo al corriente de todas las tendencias europeas, quizá porque dominaba cinco idiomas. Se dice que llegó a poseer una de las más importantes bibliotecas de Sevilla, aunque tuvo que deshacerse de ella para poder subsistir. Entre sus novelas cabe destacar La familia de Albareda (1849), La hija del Sol (1851), Clemencia (1852) o Lágrimas (1853). Su incansable labor investigadora en las costumbres y el flocklore andaluz se vio plasmada en obras como Cuadros de costumbres populares andaluzas, Cuentos y poesías populares andaluzas, Relaciones, Cuentos, oraciones, adivinanzas y refranes populares, Cuentos de encantamiento infantiles o El refranero del campo y poesías populares. Todas ellas son fruto del afán recopilador y el trabajo infatigable de su autora.
Hoy nos complacemos en traer a nuestra biblioteca virtual una versión excelente de su novela La Gaviota, escrita en 1849, que acaso sea la más célebre, importante y acabada obra de Fernán Caballero. Su estilo y su estructura, aunque plenamente costumbristas, se han calificado con razón por muchos críticos como prerrealistas. Haced clic en la portada y sumergíos en la prosa de esta andaluza adoptiva que puso el amor a España por encima del resto de sus demás amores.

El amor verdadero es el más caro de los lujos, porque te puede hasta costar la vida. Fernán Caballero.



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