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lunes, 20 de agosto de 2018

PEDRO CALDERÓN DE LA BARCA. LA APOTEOSIS DEL BARROCO



Nacido en Madrid en enero de 1600, Pedro Calderón de la Barca representa la culminación de la dramaturgia barroca española y, junto a Lope de Vega, ocupa la cima de nuestro teatro del Siglo de Oro.
Era uno de los hijos menores de una familia noble con raíces montañesas, cuyo padre ejerció, como era frecuente en aquel tiempo, un cargo heredado de funcionario de alto nivel en las cortes de Felipe II y Felipe III. Pasó su primera infancia en Valladolid, y a los siete u ocho años, al trasladarse la corte a Madrid, prosiguió sus estudios con los jesuitas. Inició a los quince su etapa universitaria primero en Alcalá y luego en Salamanca donde ya destacó como prometedor poeta, pero el joven Pedro no tenía entonces la menor vocación eclesiástica, así que se decidió por abrazar el ejercicio de las armas. Estuvo al servicio del duque de Frías y del Condestable de Castilla, guerreando en Flandes y en el norte de Italia. Según su biógrafo Tassis, entre batalla y batalla tuvo tiempo de escribir la que pasa por ser su primera obra teatral, Amor, honor y poder, que se representó en la corte con gran éxito con motivo de la visita del príncipe de Gales, que entonces se llamaba también Carlos, como el actual.

No parece acreditado que participara como soldado en el sitio de Fuenterrabía, pero sí es seguro que se distinguió en diversos episodios militares de las revueltas de Cataluña. En Vilaseca, durante la toma de Cambrils, fue herido en una mano. Estuvo más tarde en otros episodios de armas en Tarragona, Martorell, Barcelona y Lérida. Durante esta etapa en la milicia no perdió la ocasión de seguir componiendo diversas piezas teatrales como La gran Zenobia, El sitio de Breda, El alcalde de sí mismo o La cisma de Ingalaterra, que se representaron con gran éxito en la corte, lo que le valió el aprecio de Felipe IV quien al decir de muchos tenía más afición a estos pasatiempos que a los asuntos del gobierno. Entre 1644 y 1649 hubo un periodo en que los moralistas y algunos clérigos cortesanos ferozmente contrarreformistas consiguieron la prohibición de representar comedias. En 1646, acaso coincidiendo con el nacimiento de Pedro José, su hijo natural, Calderón sufrió una crisis de conciencia o más probablemente un episodio depresivo, que le llevó a replantearse su vida y a ordenarse sacerdote. Obtuvo una capellanía, y de esta época datan sus autos sacramentales, obras de elevada inspiración religiosa.


Pasada esa que podríamos llamar etapa de reflexión moral, volvió a diversificar los temas de sus obras, siendo este el periodo en que escribió lo más importante de su producción dramática. Siendo capellán mayor de Carlos II, recibió alguna velada crítica por parte de los moralistas, que le afearon muchos de los temas de sus comedias y dramas que consideraron impropios de un sacerdote. Calderón les replicó altivo: “O esto es bueno o es malo; si es bueno, no se me censure, y si es malo no se me encargue”.
En sus últimos años se endeudó y parece que pasó por estrecheces económicas. Compuso su última comedia en 1680 y falleció en mayo de 1681. Como por entonces ochenta y un años era una edad desusadamente avanzada, habían fallecido ya hacía tiempo la mayor parte de sus amigos, valedores y protectores en la corte, de manera que tuvo un funeral muy austero. Lo enterraron en el fosal de la capilla de San José, en la madrileña iglesia de San Salvador. No quedándole ya ningún familiar vivo, legó sus escasos bienes a la Congregación de sacerdotes de Madrid.

En cuanto a la obra de Calderón, que como sabéis, es lo que nos interesa, cabe decir que representa en el teatro español algo así como un paso más allá en la dramaturgia barroca, cuyo principal representante es naturalmente Félix Lope de Vega. Aunque según Tassis ambos tuvieron algún roce en la etapa juvenil de Calderón, lo cierto es que después los dos se admiraron mutuamente, de lo que existen diversas pruebas documentales. A nuestro juicio, si bien Lope supera ampliamente a Calderón en lirismo, Calderón supera a Lope en recursos teatrales. En otros términos, Lope fue mejor poeta y Calderón mejor dramaturgo. Las comedias de Lope pueden disfrutarse simplemente leyéndolas, las de Calderón alcanzan la excelencia cuando se las representa en un escenario. Las obras de Calderón tienen por lo general menos personajes. En ellas se destaca muy por encima de los demás el papel del protagonista. Personajes como el Segismundo de La vida es sueño, o Pedro Crespo y Don Lope de Figueroa, antagonistas en El alcalde de Zalamea, son claros ejemplos de ello. También Calderón supera a Lope en escenografía. Las comedias calderonianas son de mayor lucimiento escénico. Concedió además gran importancia a la música. Colaboró con escenógrafos italianos como Cosme Lotti, y con músicos como Giovanni Maria Pagliardi, Alessandro Scarlatti, Tomás de Torrejón o Giacomo Facco entre otros, que compusieron óperas basadas en obras de Calderón. Fue inspirador de otros dramaturgos españoles (Rojas Zorrilla, Agustín Moreto, Solís, Diamante, Salazar, Monroy, Cubillo, Bances Candamo o Sor Juana Inés de la Cruz, todos ellos considerados miembros de la escuela dramática calderoniana) y extranjeros como Corneille o Goethe, que se inspiró claramente en El mágico prodigioso para su inmortal Fausto. Si hemos de ponerle alguna pega, digamos que los personajes femeninos de Calderón son mucho más planos y menos acabados que los de Lope, a quien debe reconocerse su mejor conocimiento del alma femenina.

Aunque no tanto como Lope de Vega, que batió de largo todos los registros conocidos en este terreno, Calderón fue un autor prolífico. Se le atribuyen más de un centenar de títulos entre comedias (La dama duende, Casa de dos puertas mala es de guardar, El galán fantasma, No hay burlas con el amor...), obras dramáticas (El alcalde de Zalamea, El mágico prodigioso, El médico de su honra, El príncipe constante...), autos sacramentales (El gran teatro del mundo, A Dios por razón de Estado, Andrómeda y Perseo, El gran duque de Gandía...), entremeses, jácaras y mojigangas.
Hoy en nuestra biblioteca Bigotini tenemos el placer de ofreceos (haced clic en la portada) una magnífica versión digital de La vida es sueño, que seguramente es la obra más emblemática y representada de Calderón. Pasajes como el monólogo del príncipe Segismundo, que comienza: ¡Ay mísero de mí, ay infelice!..., o como la conocida fábula “Cuentan de un sabio que un día...”, han llegado a trascender lo puramente literario, para formar parte de la cultura popular española. Disfrutad los extraordinarios versos de Pedro Calderón de la Barca, la culminación dramática de nuestro barroco.

¿Qué es la vida? Un frenesí
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño,
que toda la vida es sueño
y los sueños, sueños son.





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