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domingo, 5 de agosto de 2018

ISAAC ASIMOV Y SUS TRES LEYES DE LA ROBÓTICA



Isaac Asimov nació en 1920 en la localidad rusa de Petróvichi, que entonces formaba parte de la Unión Soviética. Sus padres, Judah Asimov y Rachel Berman, emigraron a Nueva York cuando el pequeño Isaac tenía sólo tres años. Su lengua materna fue el yidish, y en el neoyorquino barrio de Brooklyn se crió escuchando y hablando inglés, idioma que aprendió a leer por sí solo a la temprana edad de cuatro años y medio, lo que da idea de su precoz talento. Ya de adulto, lamentó que sus padres apenas le enseñaran ruso. El modesto negocio paterno era una tienda de golosinas donde también se vendía prensa y otras publicaciones, especialmente revistas baratas que la gente llamaba “pulps” por estar impresas en amarillenta pulpa de papel (lúcido antecedente del reciclaje). Muchas de aquellas revistas incluían relatos de ciencia-ficción, a los que el joven Asimov se aficionó desde muy temprana edad. Como era un estudiante aplicado y muy inclinado a las ciencias, empleó sus conocimientos en escribir relatos breves de ficción científica, que consiguió vender a los editores de aquellas publicaciones que tanto le fascinaban, cuando todavía no era más que un muchacho.


Con el dinero que comenzó a ganar como escritor, se costeó los estudios universitarios, graduándose en bioquímica y doctorándose más tarde en química. Durante la Guerra Mundial participó como investigador para la marina, y en 1948 obtuvo un puesto de profesor asociado en la Universidad de Boston, empleo que ejerció el resto de su vida laboral, aunque ya desde los primeros años sus ingresos como escritor superaban ampliamente los que obtenía de su actividad docente. Estuvo casado dos veces, y tuvo dos hijos con su primera esposa. Fue miembro del club Mensa, al que pertenecían personas con un elevado coeficiente intelectual, y presidente honorario de la Asociación Humanista Americana, institución que fomentaba el racionalismo laico frente a las supersticiones religiosas. Sus ideas y opiniones políticas fueron mejor acogidas en Europa que en su propio país, donde los conservadores republicanos le tildaban de izquierdista, mientras que muchos activistas de izquierda le acusaron de reaccionario, sobre todo por su decidida defensa de la energía nuclear y sus aplicaciones civiles.

En cuanto a su faceta literaria, Asimov fue lo que en expresión pasada de moda llamaríamos todo un polígrafo. Su ingente obra abarca más de un millar de títulos de todo tipo de géneros. Sin duda pasará a la historia de la literatura como escritor de ciencia-ficción, pero también brilló en la divulgación científica, siendo autor de numerosos ensayos sobre física, química, cosmología, biología e incluso matemáticas. Más discutida ha sido su faceta de historiador. Entre 1968 y 1991 publicó una especie de historia universal en quince volúmenes y varias extensas cronologías. Sus detractores le acusaron de escaso rigor y discutible análisis, y él siempre se defendió alegando que no pretendía competir con historiadores profesionales, sino sencillamente acercar los acontecimientos históricos a un amplio público no especializado. Es innegable que consiguió su propósito. Realizó también alguna afortunada incursión en la novela negra (Asesinato en la convención), y en el difícil género humorístico, aunque conviene puntualizar que el sentido del humor está presente y es una constante en toda su obra.

Pero donde verdaderamente destaca el talento literario de Asimov, es en la ciencia-ficción, su género favorito, al que dedicó lo mejor de su ingenio y la mayor parte de su tiempo. Es preciso aclarar que la de nuestro hombre es una ciencia-ficción pura y dura. Aunque pequemos de redundantes, cabe calificarla como ciencia-ficción científica, nada de imaginarios mundos poblados de criaturas fantásticas. En las novelas de Asimov encontramos máquinas atómicas, motores positrónicos (uno de sus hallazgos más afortunados) y saltos al hiperespacio. Algunas de estas ficciones con más que verosímil base científica, han sido incorporadas a series como Star Trek (en la que participó como guionista) o como la saga galáctica de Star Wars. Su trilogía de las Fundaciones (Fundación, Fundación e Imperio, y Segunda Fundación), mereció el premio Hugo otorgado a la mejor serie de ciencia-ficción de todos los tiempos. Y qué decir de sus historias de robots. La saga asimoviana sobre robótica, constituye a nuestro juicio, la más lograda fantasía científica jamás elaborada. Compuesta por algunas novelas largas e infinidad de narraciones breves, su principal y genial hallazgo son sin duda las famosas tres leyes de la robótica, que impregnan y están presentes en toda la obra de Asimov.

  • 1ª Ley: Ningún robot causará daño a un ser humano, o permitirá con su inacción que un ser humano sufra daño.
  • 2ª Ley: Los robots obedecerán las órdenes de los seres humanos, siempre que estas órdenes no vulneren la primera ley.
  • 3ª Ley: Todo robot cuidará de su propia integridad, siempre que ese cuidado no vulnere de alguna manera la primera o la segunda ley.

Confieso que no he tenido que recurrir a ninguna fuente para enunciar las leyes. Las conozco de memoria, así que es posible que al leerlas en otro sitio encontréis que varía alguna palabra, pero no variará su esencia, os lo aseguro.

Hoy en Bigotini os ofrecemos la versión digital de los Relatos Completos de Isaac Asimov. Haced clic en cada una de las cubiertas para acceder a los dos volúmenes, y al futuro con el que soñamos nosotros allá en nuestra ya lejana adolescencia. Ojalá que su descubrimiento os depare las mismas emociones.

-Manolo, siento decirte que se ha terminado.
-¿Qué, la cerveza?
-Lo nuestro, Manolo, lo nuestro se ha terminado.
-¡Ah, coño, qué susto me habías dado!



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