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lunes, 13 de agosto de 2018

ROQUE JOAQUÍN DE ALCUBIERRE. UNA INJUSTICIA HISTÓRICA


Roque Joaquín de Alcubierre fue un aragonés nacido en Zaragoza en 1702. Creció y estudió en su ciudad natal, y al alcanzar la edad reglamentaria ingresó como voluntario en el ejército, pasando a formar parte del recién creado cuerpo de ingenieros militares. Contó para ello con el apoyo y la protección del conde de Bureta. Su primer destino como militar le llevó a Cataluña, y en Gerona se distinguió colaborando eficazmente en la construcción de fortificaciones militares en la que entonces era una incierta frontera. Ganó con ello la confianza y el aplauso de sus superiores, siendo reconocidos sus méritos. Fue destinado después sucesivamente a Barcelona, Madrid e Italia, a donde llegó ya con el grado de capitán.

Por encargo del rey de Nápoles, Carlos de Borbón, destinado a ser más tarde Carlos III de España, inició los trabajos de prospección del palazzo Portici, y allí, de manera accidental dio con los primeros restos de lo que luego se supo ser la villa de Herculano, sepultada en la erupción del Vesubio del año 73 de nuestra era. Solicitó consentimiento al rey para seguir adelante con las tareas arqueológicas, donde comenzaban a hallarse pinturas murales, gran cantidad de objetos, restos humanos y el gran teatro de Herculano. Prosiguió Alcubierre los trabajos contando con medios materiales y humanos muy escasos, lo que convierte su labor en mucho más meritoria.
Diez años más tarde, en 1748, a punto de ser ascendido a teniente coronel, inició los trabajos en la gran villa de Pompeya, una ciudad importante de la Italia meridional en tiempo de los romanos, sepultada también por la misma erupción del Vesubio. Los trabajos en Pompeya se convirtieron muy pronto en una sucesión de apasionantes descubrimientos arqueológicos. Aparte de las diferentes edificaciones, estadio, circo, templos y villas, se hallaron un gran número de cuerpos humanos que quedaron cubiertos por las cenizas volcánicas, y en muchos casos en postura sedente o yacente, ya que la erupción se produjo mientras los habitantes de Pompeya dormían plácidamente.


Aparte de los innumerables tesoros arqueológicos que albergaban las ruinas de ambas ciudades, Pompeya y Herculano representan un tesoro mucho mayor aun, por cuanto nos enseñan acerca de las costumbres y la vida cotidiana de las gentes en esos tiempos. Roque Joaquín de Alcubierre dirigió también excavaciones en las villas de Asinio Pollio (Sorrento), Cumas, Pozzuoli y Capri. Alcanzó en el ejército el grado de mariscal de campo y falleció en Nápoles en marzo de 1780.
Hasta aquí la vida y los hechos como militar y como arqueólogo de este aragonés inquieto, laborioso y viajero que fue Alcubierre. Pero en el título nos referimos a una injusticia histórica. En efecto, Alcubierre mantuvo agrias disputas primero con Karl Jakob Weber, que comenzó siendo uno de sus subalternos, y después con Johann Joachim Winckelmann, quién finalmente terminó tomando el mando de las excavaciones, y en la mayor parte de las fuentes que pueden consultarse, pasa por ser el principal artífice de los trabajos arqueológicos en Pompeya y Herculano, e incluso se le atribuye la paternidad de la arqueología moderna.


Alcubierre fue acusado injustamente de poco cuidadoso en los trabajos de excavación. Él era ingeniero de minas, y a medida que progresaba en los hallazgos, tuvo que ir adaptando las técnicas prospectivas, por lo que en gran medida fue Alcubierre el verdadero pionero de la arqueología moderna, las técnicas de excavación por estratos y el levantamiento de planos y bocetos que situaban los diferentes hallazgos en el lugar donde se habían encontrado. Otro de los reproches que se le han hecho, ya en época contemporánea, es que los objetos artísticos que se iban desenterrando, pasaban inmediatamente a engrosar las colecciones de los príncipes de turno, en el caso que nos ocupa, las de Carlos de Borbón, que patrocinaba los trabajos. Pues bien, diremos que sus sucesores en las obras hicieron exactamente lo mismo, esencialmente porque en aquel tiempo no se concebía otra cosa distinta.
Desde la perspectiva que nos otorga el paso del tiempo, debemos reivindicar la figura científica y el trabajo arqueológico de Roque Joaquín de Alcubierre, que, con todos los errores que se puedan atribuir, más a los medios precarios con los que se contaba en su época, que a él mismo, fue un gran hombre de ciencia y sin duda el verdadero pionero de la arqueología tal como la entendemos modernamente.


Si ocurre algo bueno bebes para celebrarlo, si ocurre algo malo bebes para olvidarlo, y si no ocurre nada bebes para que ocurra algo. Charles Bukowsky.



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