

Los
chimpancés poseen una organización social patrilocal. Los machos son
ferozmente territoriales. Defienden su zona de recolección de frutas, y a las
hembras de su harén, si bien en caso de verse superados en número por los
machos de una banda rival, no dudarán en ponerse a salvo abandonando a las
hembras a su suerte. A menudo los machos realizan incursiones en grupo en
territorios de bandas vecinas, asesinando a cuantos machos hallan solos o en
inferioridad. Por este cruel procedimiento van ampliando sus territorios y
eventualmente, sus harenes. Los machos tienden a permanecer en sus territorios,
mientras que las hembras, al alcanzar la pubertad se separan del grupo para
unirse a bandas vecinas, donde son bien recibidas en los harenes. De esta
manera, los machos en sus incursiones guerreras a menudo matan a otros machos
que pueden estar emparentados con ellos.

Las
hembras jóvenes seguirían uniéndose a otras bandas cercanas, y de esta forma
las partidas de machos que salieran de caza, al encontrarse con miembros de las
bandas vecinas, reconocerían a sus sobrinos o a sus parientes políticos,
suegros, yernos o cuñados. Se establecieron así grupos de intereses comunes más
numerosos que la pequeña banda: la tribu. La organización tribal no excluye el
asesinato o la guerra con otras tribus con las que no se ha establecido
parentesco, pero es ya un paso importante para ampliar los grupos humanos,
aumentando exponencialmente la transmisión de conocimientos, ideas, técnicas de
caza, etc. Y hablando de técnicas, el hecho de caminar erguido permite también
tener las manos libres y disponibles para fabricar herramientas, utensilios y
por supuesto, armas. Donde no existen las armas, prevalece la corpulencia y la
fuerza física de los machos, pero una vez que aparecieron fue posible que un
individuo más pequeño tuviera muy buena puntería o hubiera fabricado una lanza mejor
que las de sus potenciales rivales. Las armas contribuyen a una cierta igualdad
entre los machos, evitando que el más grande o el más fuerte se haga con un
harén de hembras y condene a los demás a la soltería. Así que también el uso de
las armas favoreció la monogamia.
La
aparición de Homo ergaster, hace aproximadamente 1,8 millones de años,
probablemente marca la frontera en que podemos estar razonablemente seguros de
que el comportamiento sexual, familiar y social de nuestros ancestros, se hace
similar o comparable al de los humanos modernos. La razón fundamental es que
con Homo ergaster se reduce el dimorfismo
sexual a niveles ya actuales, en que los machos son en promedio algo
más corpulentos que las hembras, pero no tan exageradamente mayores como sus
predecesores. Cuando el dimorfismo sexual
es muy acentuado, caso de gorilas, chimpancés y el resto de los grandes simios,
la organización familiar es sistemáticamente polígama, mientras que cuando el dimorfismo se reduce, encontramos
parejas monógamas, y esto se cumple no sólo entre los simios, sino entre gran
variedad de animales.
Naturalmente
la monogamia tiene también sus límites. Sabemos que la infidelidad y las
aventuras extraconyugales son frecuentes en mayor o menor medida, no sólo en
nuestra especie, sino en muchas otras reputadas de monógamas estrictas, como es
el caso recientemente descubierto por los naturalistas, de diversas especies de
aves que hasta hace poco pasaban por ser el paradigma de la fidelidad. En fin,
esa es ya otra historia que trataremos en alguno de nuestros próximos artículos
sobre el comportamiento sexual. Ahora debo dejaros. El profe Bigotini acaba de
ver a nuestra nueva vecina del ático, se ha puesto un taparrabos, se ha
embadurnado la nariz de barro, y temo que sea capaz de cometer una locura.
-Mataría
por conseguir una silueta perfecta.
-Bueno,
puedes conseguirla con dieta y ejercicio.
-Deja,
deja, prefiero matar.