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miércoles, 12 de diciembre de 2018

TBO, LAS TRES LETRAS INICIALES DE LOS SUEÑOS INFANTILES



Tres letras que llenaron nuestra infancia de momentos felices. El 11 de marzo de 1917 apareció el primer número de este semanario mítico, impreso en el taller barcelonés de Arturo Suárez. Costaba la prodigiosa cantidad de cinco céntimos, y en sus primeros números imitaba a la revista cómica En Patufet, con un chiste a toda página en la portada, que era lo que se llevaba en el resto de las revistas españolas, y un solo color: el azul. Pocos meses más tarde la publicación adoptó su formato definitivo con una historieta completa en la portada y el añadido de varios colores más. De esta manera el TBO se convirtió en lo que después todos llamaríamos un tebeo, palabra que en español define a las revistas de historietas infantiles oficialmente desde 1968, en que la admitió la RAE, aunque se venía empleando normalmente por los hablantes desde prácticamente la aparición del TBO.

Como curiosidad, digamos que esas tres letras T-B-O, proceden de la portada de una inexistente publicación que dio título a una revista musical de 1909 tan exitosa como efímera. Los principales editores del TBO fueron Buhigas, Estivill y Viña. En las páginas del TBO de los primeros años aparecieron firmas internacionales tan ilustres como las de George McManus y Otto Soglow, y firmas nacionales de artistas prodigiosos: Castanys, Benejam, Coll, Nin, Urda, Muntañola, Blanco, Ayné, Sabatés, Moreno, Bernet Toledano, Raf... A la mayoría de ellos dedicaremos algún espacio en esta Historia de la historieta nuestra.

Tenía el TBO, nuestro entrañable TBO, historietas y personajes inolvidables: La familia Ulises, Melitón Pérez, Morcillón y Babalí, Angelina y Cristóbal, Josechu el vasco, Joaquinete y su chupete, Altamiro de la Cueva... y Los Grandes Inventos del TBO con aquellos artilugios complicadísimos, habitaciones repletas de mecanismos y poleas destinadas a rascarse la espalda o a mecer la cuna del bebé, magníficos trabajos medio de humorista, medio de ingeniero, que llenaron de fantasía los ratos de ocio de millones de niños y de no tan niños. Color y risas en aquella España descolorida y triste.

El último número se publicó en 1988, aunque después se han hecho diversas reediciones y recopilaciones. Emocionados y agradecidos, como en la vieja canción, Bigotini et moi guardamos un respetuoso silencio por este añejo decano de la historieta española, y dejaremos que hablen por sí mismas unas cuantas páginas y fragmentos que reproducimos aquí con la debida veneración. Continuaremos...



















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