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domingo, 16 de diciembre de 2018

EL CEREBRO TRIPLE O EL LAGARTO QUE TODOS LLEVAMOS DENTRO



Hace unos quinientos millones de años coleaban por esos mares unos vertebrados pisciformes, cuyos cerebros poseían ya las mismas divisiones cerebrales básicas que tienen todos los vertebrados modernos, incluidos nosotros mismos. Eso sí, las proporciones de estas tres regiones cerebrales y su importancia, eran ostensiblemente distintas a las nuestras.

Paul MacLean, uno de los más brillantes especialistas en evolución cerebral, llevó a cabo minuciosos estudios sobre el comportamiento de un amplio abanico de especies animales, y su relación con la excitación de las diferentes zonas del cerebro. Basándose en estas experiencias MacLean elaboró un sugestivo modelo de la estructura y evolución cerebrales. Afirmó que estamos obligados a examinarnos a nosotros mismos y al mundo en general, a través de tres mentalidades muy distintas, en dos de las cuales no interviene la facultad del habla. Siguiendo siempre su teoría, el cerebro humano equivale a tres computadores biológicos interconectados, cada uno de los cuales posee su peculiar y específica inteligencia, subjetividad y sentido del tiempo y del espacio, así como sus propias funciones de memoria, motrices y de todo tipo. Las tres partes se distinguen muy bien tanto por su estructura y configuración neuroanatómica, como por su funcionalidad y hasta por su química, ya que contienen proporciones muy dispares de sustancias como dopamina o colinesterasa.


La porción más primitiva del cerebro humano comprende la médula espinal, el llamado cerebro posterior (protuberancia anular más médula oblonga), y el cerebro medio o mesencéfalo. El conjunto se conoce como complejo reptiliano o complejo R, y alberga los mecanismos neurales básicos de la reproducción y la autoconservación, regulación del ritmo cardiaco, de la respiración, de la circulación sanguínea, y en definitiva del conjunto de mecanismos esenciales para la vida y el funcionamiento “automático” de cualquier ser vivo. En el cerebro reptiliano radican los instintos, las formas más elementales de comportamiento. En los primeros meses de la vida de cualquier ser humano, esta área predomina sobre las demás, condicionando gestos, actitudes y el conjunto del comportamiento del recién nacido. Se desarrolló hace varios centenares de millones de años. MacLean demostró que el complejo R desempeña un importantísimo papel en la conducta agresiva, la territorialidad, los actos rituales y el establecimiento de jerarquías sociales.

Rodeando al complejo reptiliano se halla el sistema límbico, probablemente originado hace más de ciento cincuenta millones de años. En el sistema límbico se gestan las emociones. Descargas eléctricas en esta región, pueden producir síntomas similares a los causados por las drogas psicodélicas y alucinógenas. El sistema límbico controla la hilaridad, el miedo, y un amplio abanico de sutiles emociones que solemos considerar erróneamente como privativas del hombre, pero que se hallan presentes en muchos mamíferos. No os engañéis, un perro es también capaz de ofrecer amor o de experimentar la dolorosa herida del rechazo o el abandono. La pituitaria, glándula que domina y regula nuestro sistema endocrino, forma parte esencial de la región límbica. También se encuentra en esta zona la amígdala cerebral, cuya excitación provoca experimentalmente  impulsos agresivos y de terror. Existen además importantes indicios para considerar que las bases del comportamiento altruista residen en esta región. Acaso la parte más primitiva del sistema límbico es la corteza olfativa, que se relaciona muy íntimamente con la atracción sexual. El hipocampo, que también forma parte de la región, es fundamental en nuestra capacidad de retención y evocación de sucesos pasados. Lesiones a este nivel provocan pérdidas de memoria.

La parte más moderna de nuestro cerebro es el neocórtex. En nuestra especie representa con gran diferencia la parte principal de la masa cerebral. También está muy desarrollado en otros mamíferos, particularmente en los delfines y por supuesto, en los distintos géneros de primates. Nuestra capacidad para leer, escribir, levantar mapas, orientarnos en el espacio tridimensional y valernos de los símbolos, radica sin duda en el neocórtex.
Ya veis pues que las divisiones están claras. Complejo R: instintos; sistema límbico: emociones; neocórtex: pensamiento abstracto. Pero cuidado con equivocarse, nuestro cerebro se apoya en las tres regiones, y las tres nos son absolutamente necesarias. Habrá quien sostenga que el Quijote se escribió, la Gioconda se pintó, o la Sinfonía Heroica se compuso gracias al neocórtex. Sin embargo, pensad en qué quedarían estas grandes obras y muchas otras, si estuvieran por completo desprovistas de intuiciones, de emociones…


Un consejo del anciano profesor: por mucho que la vida os zarandee, no renunciéis jamás al niño, incluso al animal (dicho sea con el mayor cariño) que llevamos dentro. Ambos son esenciales para sobrellevar con dignidad la condena a la felicidad que a todos se nos impone desde el nacimiento.


La estupidez es un fenómeno mucho más interesante que la inteligencia. Mientras que la inteligencia tiene sus limitaciones, la estupidez  puede ser infinita.  Albert Einstein.




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