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domingo, 19 de abril de 2020

GABRIEL FAHRENHEIT. DE ARTESANO A CIENTÍFICO



Daniel Gabriel Fahrenheit nació en la ciudad polaca de Danzig en 1686. Sus padres eran comerciantes acomodados holandeses, y al fallecer estos cuando el joven Gabriel contaba quince años, se trasladó a Amsterdam, donde residía el resto de su familia, y en Holanda, su patria, pasó la mayor parte del resto de su vida.
Amplió sus estudios en Dinamarca, Inglaterra y Alemania, y de regreso en Amsterdam, se inició en el soplado del vidrio, oficio en el que demostró gran habilidad. Por entonces en Amsterdam se construían la mayor parte de los instrumentos científicos de precisión. Fahrenheit se especializó en esta materia, y de aquella forma se convirtió en el más reputado fabricante de Europa.

Inventó en 1709 el termómetro de agua, y el de mercurio en 1714. Hasta entonces los termómetros solían funcionar con alcohol. Pero la principal aportación de Gabriel Fahrenheit a la ciencia fue el diseño de la escala termométrica que lleva su nombre, y que ha sido la más ampliamente empleada en el mundo anglosajón, hasta la adopción de la escala de Celsius por el Reino Unido (y el resto de las escalas y medidas del sistema métrico decimal). La escala Fahrenheit tiene 180 divisiones en lugar de las 100 tanto de la escala Celsius como la Kelvin. Eso le aporta una mayor precisión que estas últimas, si bien hace algo más complicados los cálculos en diversos campos.
En 1724 publicó sus trabajos en las Philosophical Transactions que editaba la Royal Society, de la que fue miembro activo desde entonces hasta su fallecimiento acaecido en La Haya en 1736.


Sus principales aportaciones científicas fueron sus trabajos sobre temperaturas de ebullición de diversos líquidos, la solidificación del agua en el vacío y la posibilidad de obtener agua líquida a una temperatura menor que la de su punto de congelación.
Careciendo de una formación que hoy llamaríamos universitaria, Gabriel Fahrenheit fue un autodidacta que en un tiempo plagado de obstáculos sociales y académicos, supo abrirse paso a partir de su condición de artesano hasta ocupar una sólida posición en la historia de la ciencia. El profe Bigotini que hoy está algo pachucho, se toma la temperatura con su termómetro digital en aquel punto en que se acostumbra tomarla a los bebés. Asombrado por el tiempo que tarda en sonar la alarma, descubre alarmado que el termómetro sigue sobre la mesa. Poco después me ofrece su vieja estilográfica alegando que ya no va a necesitarla más. Amigos, así son los grandes hombres.

-Ave César, hemos recibido un papiro de Cleopatra.
-¿Qué dice?
-Dice: Cleopatra, corazón, pene, labios verticales.
-Rápido, ensilla mi caballo.




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