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sábado, 2 de agosto de 2025

LOS PRIMEROS PASOS DE LA IGLESIA

 


Antes de continuar esta serie de artículos de divulgación histórica sobre el mundo medieval, conviene hacer un alto y retroceder un poco, para escribir unas líneas acerca de la Iglesia primitiva, y la gestación de la institución religiosa que fue protagonista no sólo del milenio medieval, sino que ha ampliado su influencia hasta tiempos actuales.

Las primeras comunidades de fieles cristianos o ecclesiae, no pasaron de ser células más o menos clandestinas, dependiendo del nivel de tolerancia de las autoridades imperiales en cada lugar. Estaban esparcidas por las poblaciones del Imperio a las que había llegado la predicación de los apóstoles y los primeros propagandistas del cristianismo. Estas pequeñas comunidades se situaban sobre todo en las ciudades de algún tamaño, pues a los lugares más apartados y las zonas rurales (pagus) resultaba más difícil llegar por las enormes dificultades de comunicación del mundo antiguo, por eso en el campo persistió durante mucho tiempo el paganismo.


Al frente de cada comunidad había un presbítero, sacerdote libremente elegido por los miembros del grupo. Para ayudar al presbítero según iban creciendo las comunidades, se designaron diáconos, subdiáconos, acólitos y exorcistas, a estos últimos se encomendaba el cuidado de los obsesos y los epilépticos. Eran todos cargos voluntarios y no remunerados. Parece haber constancia de que varias de aquellas comunidades funcionaron en régimen de una especie de comunismo, en el que los bienes se compartían. Hay también constancia de la existencia de diaconisas, que se encargaban de socorrer a los pobres y los enfermos, primer antecedente de lo que más tarde serían las monjas y las comunidades religiosas femeninas. Al principio las ecclesiae no establecieron relaciones jerárquicas entre ellas, pero al multiplicarse las comunidades de fieles en muchas ciudades, regiones y provincias, varios presbíteros eligieron un episcopo u obispo en las ciudades principales. En el siglo IV empezaron a aparecer los primeros arzobispos, metropolitas y primados en cada provincia, hasta que en cinco de las mayores ciudades, Roma, Constantinopla, Antioquía, Jerusalén y Alejandría, se instaló un patriarca. Al patriarca y obispo de Roma tradicionalmente llamaron Papa, pero ese mismo título era usado también por otros obispos en diferentes lugares.


A las reuniones de obispos de una misma provincia, que convocaba el arzobispo, se llamó concilios. Cuando esos concilios reunían a todos los obispos de Oriente o de Occidente, se les llamó plenarios, y a los que congregaban a todos los obispos de la cristiandad, se les calificó de generales o ecuménicos. De tales concilios generales proviene el adjetivo de católica que adquirió la Iglesia, con el significado de universal.

Primitivamente se establecieron algunas reglas y se consolidaron ciertos usos y costumbres. Los presbíteros debían tener treinta años como mínimo, y los obispos, cincuenta. En principio las misas se celebraban por la noche. La función se iniciaba con la lectura de textos sagrados, seguía la predicación y la homilía del presbítero, que en algunos casos era ovacionada por la concurrencia, y otras veces era objeto de críticas y hasta de abucheos. También los fieles varones podían intervenir haciendo preguntas o expresando opiniones. Se entonaban oraciones y se cantaban salmos. La comunión se celebraba con pan y vino. La misa concluía con el beso de la paz, costumbre que dio origen a no pocas controversias y excesos. Montanelli señala un gracioso documento en el que se recomendaba a los fieles mantener la boca cerrada al besarse, pero al parecer, las efusiones se hicieron algunas veces tan apasionadas, que obligaron a la jerarquía a suprimir los besos.


El bautismo era costumbre que se tomó de los hebreos. En los primeros tiempos se realizaba por inmersión y sólo a los adultos. A partir del siglo II, se administró a los niños a los ocho días del nacimiento, costumbre que recuerda la circuncisión de los varones judíos, también el octavo día. En  origen, el bautismo se recibía una sola vez en la vida, pero en el siglo III se impuso de nuevo la costumbre de la inmersión como baño sagrado antes de morir, y como a veces los enfermos graves mejoran, había hombres y mujeres que se sumergían en el agua bendita varias veces. Hubo entonces voces que protestaron hipocresía, porque en el bautismo se perdonaban pecados y crímenes, y había quienes fingían estar en trance de muerte para ser absueltos. Juliano, en su Sátira de los Césares, recoge la siguiente fórmula bautismal: Quien se sienta culpable de estupro, de asesinato, de robo, de sacrilegio y de todos los delitos más abominables, cuando sea lavado por mí con esta agua, quedará puro y limpio.


La confesión fue pública en Oriente hasta el final del siglo IV, pasando a ser secreta en tiempos de Teodosio. En Occidente, la confesión de los pecados a un sacerdote fue introducida ya en el siglo VII. En los conventos de monjas, se permitió a la abadesa recibir las confesiones de sus pupilas, para evitar ciertos escándalos de confesores rijosos y monjas preñadas. Sin embargo, los obispos terminaron por retirar a las abadesas esa facultad, ante las grandes indiscreciones que se producían. Los domingos eran festivos, y los miércoles y viernes, días de ayuno y abstinencia. En el año 306, un canon del sínodo de Elvira prohibió contraer matrimonio a los eclesiásticos, que hasta entonces lo hacían con la mayor naturalidad, aunque en la práctica la prohibición no se cumplió y fue letra muerta hasta al menos el siglo X. Durante toda la edad media y gran parte del Renacimiento, y aunque desde el concilio de Nicea de 325 se prohibía a los clérigos tener mujeres jóvenes en sus casas, la barraganía fue frecuente y hasta habitual entre curas y frailes prácticamente hasta la Contrarreforma. Muchos clérigos tenían en sus casas a barraganas y siervas bajo falsos parentescos.


Mientras los emperadores de Oriente mantuvieron a duras penas una precaria organización del Estado política y burocrática, en Occidente la carencia de autoridades civiles en la mayor parte de ciudades y provincias, hizo recaer en los obispos la autoridad no sólo religiosa, sino también civil y hasta en ocasiones militar. Tal fue el origen del régimen teocrático que, salvo excepciones, presidió más de diez siglos de la Historia europea. Al frente y en cabeza de aquel sistema estaba el Papa de Roma, aunque la teoría de que san Pedro, al fundar en Roma la primera ecclesia, había pretendido atribuirle un primado, no comenzó a desarrollarse hasta el siglo V. Antes de eso, el obispo de Roma estuvo a la par de las otras cuatro sedes patriarcales, Alejandría, Constantinopla, Antioquía y Jerusalén. Fue en el concilio de Calcedonia de 381, cuando con no poca oposición, se reconoció al patriarca romano como primus inter pares. Esta supremacía fue consagrada ya en el siglo VI, cuando se revistió al Papa de Roma como sucesor de Pedro, vicario de Cristo y jefe ecuménico de la Iglesia, dándole el viejo título romano de pontífice, con el significado literal de constructor de puentes. Y es que en el siglo VI, con la sociedad cristiana de Occidente ya completamente medievalizada, y sus gentes hablando un bajo latín dialectal que en cada región derivaba hacia la lengua romance correspondiente, cualquier título pomposo del tiempo de los césares imponía un respeto tremendo.

Llegué a estar casi diez años sin probar una sola gota de alcohol. Luego hice la primera comunión, y desde entonces fue ya un no parar.


martes, 29 de julio de 2025

MARGARITA DE NAVARRA, LA PRINCESA HUMANISTA

 


Nacida en Angulema en 1492, Margarita de Orleans, a quien también se conoce como Margarita de Angulema, Margarita de Valois, Margarita de Alençon o Margarita de Francia, escribió la mayor parte de su obra literaria siendo reina de Navarra, por lo que aquí le daremos el título de Margarita de Navarra. Era hija de Carlos de Orleans y Luisa de Saboya, y hermana dos años mayor del que llegaría a ser Francisco I de Francia. Por su alta cuna, Margarita recibió una educación esmerada, algo completamente inusual en una mujer de su tiempo. Dominaba el francés, el castellano, el latín y el italiano, y había leído a los principales poetas y humanistas europeos en aquel Renacimiento de las artes y las letras. Una formación que en aquellos años debieron tener sólo unas pocas mujeres privilegiadas, como Catalina de Aragón, la hija de los reyes católicos, o como Ana Bolena que durante su etapa francesa fue íntima amiga y confidente de Margarita. La casaron a los diecisiete años con el duque de Alençon, un matrimonio de pura conveniencia sin el menor asomo de afecto. Tras enviudar, se casó con Enrique II de Navarra, concibiendo a Juana, su única hija, que sería la madre de Enrique IV de Francia. Tuvo también un hijo varón, Juan, ya a los treinta y ocho años, una edad muy avanzada para la época. El niño murió a los pocos meses.


Entre uno y otro matrimonio, en 1525, Margarita tuvo que desplegar todas sus dotes de diplomacia y de seducción, viajando a Madrid para liberar a su hermano Francisco I, que tras la batalla de Pavía había sido hecho prisionero por el emperador Carlos. Por lo demás, Margarita utilizó su influencia con su hermano el rey para favorecer a varios personajes importantes de la entonces incipiente Reforma protestante, como Guillaume Farel, el obispo Briçonnet, Jacques Lefèvre, Calvino o Clemente Marot, de quien se rumoreó que era su amante. Su ideario filosófico estuvo claramente influido por Erasmo de Rotterdam y el erasmismo. En varios de sus escritos criticó la corrupción de los clérigos católicos y los excesos de la jerarquía eclesiástica, argumentos en los que se basaron muchos reformistas. No obstante, formalmente nunca reconoció el protestantismo, apoyando en público a su hermano en lo tocante a ortodoxia religiosa. Falleció Margarita en 1549, a la edad de cincuenta y siete años. Dados sus vínculos con el movimiento reformista, se creó a su muerte gran expectación. En su funeral no se repararó en medios, acudiendo a él muchos prelados de la Iglesia, y proclamándose a los cuatro vientos que la reina de Navarra había muerto católica.


En cuanto a su obra literaria, podemos considerar a Margarita de Navarra una humanista en perfecta consonancia con la época Renacentista en que vivió. Fue autora de Un diálogo místico en forma de visión nocturna, de poemas recogidos en el Espejo del alma pecadora, obra en la que la autora utiliza la estructura poética de canciones profanas muy del estilo de los poetas goliardos o de Rabelais, para transformarlas en textos religiosos. Fue también autora de Cuatro misterios o Autos sacramentales, Dos farsas, y una buena copia de poesías que se recopilaron y editaron después de su muerte con el título de Las Margaritas de la Margarita de las princesas, aparte de una importante y numerosa correspondencia, y de una especie de obra póstuma a modo de testamento filosófico y literario, titulado Las prisiones de la reina de Navarra.


Pero la obra más sobresaliente de Margarita de Navarra es sin duda su célebre Heptamerón, también llamado a veces Los cuentos de la reina de Navarra. En ella sigue el modelo del Decamerón de Boccaccio, haciendo que diez personajes, cinco hombres y cinco mujeres, que quedan atrapados en su viaje a causa del derrumbamiento de un puente, cuenten cada uno de ellos una historia durante diez días hasta completar cien relatos. Por desgracia, la muerte sobrevino a la autora cuando sólo había completado siete jornadas, por lo que la obra recoge setenta y dos cuentos, de ahí el título de Heptamerón que se le dio. A pesar de la indudable influencia de Boccaccio, Margarita realiza en su Heptamerón un recorrido en parte opuesto al del florentino, que parte en muchos de sus cuentos de un planteamiento erótico, para culminar en el chiste a veces grosero. En Margarita, el contenido de los cuentos, claramente erótico, deriva hacia lo espiritual. En palabras de Simone de Beauvoir en su obra El segundo sexo, …la escritora que mejor sirvió a la causa de su sexo fue Margarita de Navarra, que propuso contra la licencia de las costumbres un ideal de misticismo sentimental y de castidad sin mojigatería, tratando de conciliar amor y matrimonio para honor y dicha de las mujeres.

También Severine Auffret en su ensayo La gran historia del feminismo, escribe: Bajo la forma de una amena ficción literaria, el Heptamerón inaugura el debate que proseguirá en los siglos XVI y XVII: ¿cuánto valen las mujeres y los varones y cuáles son sus respectivas capacidades y virtudes? El juego del Heptamerón es argumentar preguntas y respuestas. Margarita de Navarra pone el debate en el sexo. Su libro sigue siendo una referencia para el futuro de la cuestión de las mujeres.

De nuestra biblioteca bigotiniana extraemos la versión digital de El clérigo incestuoso, uno de los cuentos del Heptamerón. Sirva para recordar a su autora, Margarita de Navarra, una princesa humanista y hasta precursora de la causa feminista. Hagan, si les place, clic en el enlace. 

https://www.dropbox.com/home/Profesor%20Bigotini?preview=El+cl%C3%A9rigo+incestuoso.pdf

Nada hay más placentero que hablar con sencillez, tal como el corazón lo siente.


sábado, 26 de julio de 2025

MEDIDAS PREVENTIVAS EN EL SECTOR DE LA HOSTELERÍA

 


En 1932 la MGM encargó a Edmund Goulding la dirección de Grand Hotel, un elegante melodrama al gusto de la época en el que se entrecruzaban las diferentes historias de los huéspedes de un lujoso hotel. Obtuvo el Oscar a la mejor película y contaba con un reparto estelar en el que destacaban los hermanos John y Lionel Barrymore, Wallace Beery y las superbellezas del momento, Greta Garbo y Joan Crawford. La idea original del film ha inspirado en los siguientes ochenta años a una lista interminable de películas y series. Y es que el mundo de la hostelería ha sido siempre un filón para escritores y guionistas. Desde el paciente barman que escucha las miserias de sus atribulados clientes con el celo de un confesor, hasta la hermosa camarera que esquiva los galanteos de los más atrevidos, parecen despertar un vivo interés en el público de ayer y de siempre.


En esta entrega vamos a ocuparnos de los riesgos presentes en la actividad hostelera y de las medidas preventivas que conviene aplicar. Por cierto, que a los riesgos inherentes al trabajo, en hostelería se suma la gran precariedad laboral de los trabajadores. Jornadas agotadoras, trabajo en días festivos, dificultad para encontrar alojamientos dignos en zonas rurales o saturadas por el turismo, y demasiado a menudo, patrones explotadores que sin el menor escrúpulo pretenden hacer contratos de media jornada para trabajar jornada y media cobrando sueldos bajos. Admitiré que se trata de un tema mucho más prosaico que los brillantes argumentos y tramas peliculeras. Pero, ¡qué le vamos a hacer! Ya sabéis que en este blog nos preocupan los riesgos laborales y su prevención. Así que, sirviendo a ese objetivo os ofrezco las medidas básicas a aplicar en los centros e instalaciones hosteleras. Aquí las tenéis, y que os sean de utilidad:


Mantener los suelos limpios, secos y libres de obstáculos.

Utilización de calzado cómodo con sujeción de talón y suela antideslizante.

Evitar carreras en los desplazamientos.

Evitar depositar objetos en lugares de trabajo o de paso.

Limpiar lo antes posible, derrames accidentales en el suelo.

Extremar el orden y la limpieza en el lugar de trabajo, evitando la caída o depósito de objetos.

Prestar la debida atención en los desplazamientos.

Comprobar que el mobiliario deja espacio suficiente para el paso de personas, los cantos de mesas y armarios deben ser redondos. No debes tener cajones abiertos ni objetos en las vías de paso.

Abstenerse de cualquier manipulación no autorizada en equipos e instalaciones eléctricas.

Ante la duda acerca de instalaciones eléctricas, solicitar asesoramiento antes de actuar.

Se recomienda proteger el cuadro eléctrico.

Asegurar la presa de las manos cuando se manipulen objetos, materiales o herramientas.

Disponer de un botiquín de primeros auxilios debidamente equipado y controlar periódicamente su contenido.

Implantar normas de seguridad en la recogida y eliminación de vidrios rotos.

Mantener las superficies de tránsito libres de obstáculos que pueden provocar golpes o caídas.

Utilización adecuada de objetos y herramientas.

Utilización de EPIS (guantes) frente a riesgos de corte durante la recogida de vidrios.

Extremar la precaución al manipular herramientas de corte.

Realizar comprobaciones y revisiones periódicas de la instalación eléctrica.

Efectuar revisiones periódicas de los sistemas de extinción de incendios.

Adecuadas formación e información en materia de incendios y emergencias en general.

Recibir una adecuada formación en  materia de movimientos,  posturas y cuidados de la espalda.

Efectuar cambios posturales durante la realización de tareas que impliquen el mantenimiento de posturas durante periodos de tiempo prolongados.

Establecer un correcto sistema de almacenamiento que garantice unos espacios mínimos para acceder a los materiales y evite la existencia de lugares angostos que favorezcan la adopción de posturas forzadas por parte de los trabajadores.

Efectuar los levantamientos flexionando las rodillas y manteniendo la espalda recta.

Efectuar reconocimientos médicos específicos al puesto de trabajo.

 

¿Servicio de habitaciones? Mándenme una habitación más grande.  Groucho Marx.


martes, 22 de julio de 2025

EL MÉTODO DE NEWTON, GRÁFICAS CAÓTICAS Y HERMOSOS FRACTALES

 


Las bases matemáticas del llamado método de Newton, fueron descritas por el gran científico inglés en 1669, en su obra De analysi per aequationes numero terminorum infinitas (Acerca del análisis por ecuaciones con un número infinito de términos). Algo más tarde, en 1740, el matemático inglés Thomas Simpson perfeccionó la propuesta de Newton y describió el método como un medio iterativo para resolver ecuaciones generales no lineales por medio del cálculo.

Según Clifford A. Pickover, a quien seguimos en este comentario, el origen de las técnicas computacionales basadas en relaciones de recurrencia, en las cuales cada término de una sucesión se define como una función del término anterior, puede buscarse en el origen mismo de las matemáticas. Los babilonios utilizaron técnicas similares para calcular la raíz cuadrada de un número positivo, y los griegos las utilizaron para hallar un valor aproximado de p. Actualmente, muchas funciones especiales importantes de la física matemática pueden calcularse con fórmulas de recurrencia.


El análisis numérico suele vincularse a la búsqueda de soluciones aproximadas para problemas complejos. El método de Newton es uno de los métodos numéricos más famosos para resolver ecuaciones de la forma f(x) = 0, algunas de cuyas soluciones pueden ser difíciles de hallar mediante métodos algebraicos. El problema de encontrar los ceros de una función, también llamados raíces, por medio de este tipo de métodos, aparece con frecuencia en ciencias e ingeniería.

Para aplicar el método de Newton se comienza dando una primera aproximación numérica de la solución de la raíz; a continuación, la función es aproximada por su tangente en ese punto. Finalmente se determina el punto en que esta recta corta al eje x, obteniéndose un valor que suele ser una mejor aproximación de la raíz. El método se reitera, se va repitiendo para producir aproximaciones sucesivas cada vez más exactas.



La fórmula concreta para el método de Newton es xn + 1 = xn – f(xn) / f’(xn), donde el símbolo prima (‘) indica la primera derivada de la función f.

Cuando el método se aplica a funciones con valores complejos, las interpretaciones gráficas generadas por ordenador suelen utilizarse para indicar dónde es fiable y dónde se comporta de modo extraño. No es raro que la gráfica resultante muestre una conducta caótica algunas veces, y otras veces unas hermosísimas pautas fractales. Nuestro profe Bigotini se extasía contemplando esos fractales asombrosos que recuerdan a la floración primaveral de los cerezos. No es raro verle soltar una lagrimita en esos casos.

-Mamá, ¿a qué edad te enamoraste de papá?

-A los setenta.

-Pero si sólo tienes cincuenta.

-Ay, hija, dame un poco de tiempo.


sábado, 19 de julio de 2025

LEE FALK, EL ESCRITOR QUE APOSTÓ POR EL CÓMIC

 


Lee Falk nació en San Luis, Missouri, en 1911. Su verdadero nombre era Leon Harrison Gross, pero firmó siempre como Lee Falk en homenaje a su padrastro. Algunos biógrafos le relacionan con el cómic únicamente como brillante escritor de guiones, pero lo cierto es que el joven Lee comenzó en el mundo de la historieta dibujando, aunque es preciso reconocer que el dibujo nunca fue su fuerte. Viajó a Nueva York, y para ingresar en la nómina del King Features Syndicate, al parecer hinchó su currículum considerablemente, inventando fabulosos viajes a tierras lejanas y exóticas. Realmente el viaje más largo que había hecho hasta entonces, fue el que le trasladó desde su San Luis natal hasta Nueva York. Sin embargo, durante el resto de su vida, acaso para redimirse de aquella mentirijilla, Mr. Falk se convirtió en un auténtico viajero de altura, visitando un sinfín de países en los cinco continentes, lo que según él, le sirvió para documentar extensamente sus guiones.


Dos son las series que han hecho a Lee Falk mundialmente célebre: Mandrake el mago y El hombre enmascarado. Las aventuras de Mandrake tuvieron su origen en la fascinación que en Falk ejercieron siempre los magos y la magia. Él mismo hizo sus pinitos en ese terreno, y parece que incluso llegó a actuar en algún escenario con un número de magia. Es por eso que algunos han creído ver en Mandrake una especie de alter ego autobiográfico de su creador. Lo cierto es que, como será fácil suponer, todas esas fantasías fabulosas que se suceden en las historietas del héroe, nada tienen que ver con la vida real, y son por completo fruto de la fértil imaginación de su autor. Sí es verdad que los rasgos físicos del personaje de Mandrake se corresponden con los de Lee Falk en sus años jóvenes. Él mismo reconoció en alguna entrevista, que realizó los primeros dibujos del mago sentado frente a un espejo, por lo que efectivamente, se inspiró en su propia fisonomía. Al poco tiempo de aparecer la serie, Falk colgó los lápices para dedicarse exclusivamente al guión. El primer gran dibujante de Mandrake el mago fue Phil Davis, a quien sustituyó ya en la última etapa Fred Fredericks. En cuanto a los argumentos, aunque Mandrake era el típico mago de escenario, con su capa, su chistera y su bastón mágico, las historias derivaron constantemente hacia lo policiaco y lo detectivesco, adoptando muchas veces las fórmulas del cine negro, tan popular durante varias décadas, justamente aquellas en las que la serie alcanzó su mayor difusión.


Otro tanto puede decirse de El hombre enmascarado, o El Fantasma, como se llamó en otras traducciones (The Phantom), héroe precursor de muchos superhéroes que en el cómic se crearon al calor del gran éxito del personaje de Falk. Las aventuras del fantasma enmascarado fueron dibujadas por diversos artistas: Ray Moore, Sy Barry, Fred Fredericks, Paul Ryan y algunos otros, pero entre todos destaca el sobresaliente trabajo de Wilson McCoy, a quien también dedicamos un capítulo de nuestra Historia del Cómic. Sin duda las páginas en que colaboraron Falk y McCoy son las más logradas de la serie. Desde el principio de sus aventuras, el enmascarado se dibujó sin pupilas en el antifaz que le cubre los ojos. Su creador explicó que se había inspirado en las estatuas clásicas, siempre carentes de pupilas, lo que confiere al héroe cierto aire clásico. A diferencia de los superhéroes que le sucedieron, el fantasma de Falk no posee ningún superpoder. Se trata de un tipo atlético que cabalga un caballo blanco espléndido y se hace acompañar de un lobo amaestrado. La ambientación de las historias del hombre enmascarado es mucho más exótica que la de Mandrake. Sin embargo, curiosamente el héroe es el único personaje de la serie con un aspecto inusual. El resto de los personajes, hombres y mujeres, son gente de apariencia muy corriente, ya sean chicas en apuros o desalmados criminales.

Como dijimos ya en el título y las primeras líneas, Lee Falk fue ante todo y sobre todo un escritor. Además de los guiones de cómic, escribió comedias y libretos para musicales que se representaron en Broadway, muchos de ellos con gran éxito. Actores y figuras del cine de la talla de Marlon Brando, Charlton Heston o Paul Newman, actuaron en sus obras, rechazando en ocasiones trabajos en Hollywood mucho mejor remunerados, lo que nos ofrece una idea de la calidad de Falk como escritor y del prestigio que llegó a adquirir. Falleció en Nueva York en 1999 víctima de un ataque cardiaco. No dejó de escribir los guiones de sus historietas desde 1934 hasta muy poco antes de su muerte. Para recordarlo, os dejamos aquí abajo una selección de páginas y viñetas de sus héroes de papel.

















martes, 15 de julio de 2025

DUSTIN HOFFMAN, UN PEQUEÑO GRAN ACTOR

 



Dustin Hoffman, un californiano de origen judío… ¿Pero bueno, es que todos en Hollywood van a ser judíos? En fin, todos no, pero la nómina de yiddish en el show business americano parece interminable, como lo es la de la ciencia, las artes y las letras. Ténganse en cuenta las muchas décadas de continua llegada de emigrantes europeos a las costas americanas y su procedencia. Si trazamos en el mapa de Europa una línea vertical que atraviese París, la mayoría de los procedentes del Este debían ser judíos, así que no nos extrañe encontrar sus apellidos por decenas en los títulos de crédito de cualquier película.

Bien, pues Dustin Hoffman, un joven californiano (vamos a dejarlo así) que había estudiado medicina, pero nunca la llegó a ejercer, descubrió que su verdadera vocación era la de actor. En el Actor’s Studio neoyorquino le confirmaron que, efectivamente, tenía grandes dotes como actor. Además, Dustin era un mozo bajito y no demasiado apolíneo, lo que le llevó a sacar la misma conclusión que Woody Allen: si un tipo físicamente poco notable aspira a acostarse con muchachas hermosas de curvas de vértigo, sólo tiene dos caminos, hacerse millonario o trabajar en el cine. Así que el joven Hoffman optó como el astuto Allen por trabajar en el cine. Claro que como no era físicamente notable, le costó un poco, y para cuando consiguió su primer papel importante, había sobrepasado ya los treinta. A pesar de eso, interpretó a un jovencito recién graduado en El Graduado, una espléndida comedia de Mike Nichols donde brillaron Anne Bancroff, otra judía, Katherine Ross, la música de Paul Simon y Art Garfunkel, también judíos, y por supuesto, Dustin Hoffman. Hizo luego un papelón extraordinario en Cowboy de medianoche, y accedió después a la cima de la interpretación con su papel en Pequeño gran hombre, una fábula sobre el genocidio de los indios americanos contada desde el punto de vista de las víctimas, que no sentó nada bien entre la sociedad americana más conservadora. Después de aquel apoteosis se sucedieron sus éxitos, interpretando a toda clase de personajes, héroes y villanos, y hasta travestidos, como en el caso de Tootsie. En Bigotini le recordamos sobre todo como falso piel roja ya crecidito, dejándose enjabonar en una bañera por Faye Dunaway, espléndida y libidinosa esposa de un predicador del far west.

Para que vosotros también le recordéis, os dejamos el enlace con un corto que recoge una selección de las mejores escenas de El Graduado. Que os aprovechen. 

Dustin Hoffman. Mejores escenas de El graduado.

The Graduate Starring Dustin Hoffman | Most Iconic Scenes - YouTube

 

Próxima entrega: Faye Dunaway


sábado, 12 de julio de 2025

VIDA, FORTUNA Y MUERTE EN LA ITALIA DE LIUTPRANDO

 


La lista de los reyes, o más propiamente, de los duques lombardos del norte de Italia, es tan larga y tan farragosa como la de los reyes godos españoles. A Rotario, perpetrador de bárbaras leyes, de quien hablamos en un reciente artículo, sucedió su hijo Rodoaldo en 652. Apenas cinco meses después, fue apuñalado por un sirviente de cuya esposa había abusado. Accedió al trono Ariperto, que se afanó en construir basílicas por doquier. A su muerte coronaron a Grimoaldo, soberano con fama de glotón, que falleció víctima de una hemorragia. Le sucedió Pertarito, un católico fanático y furibundo antisemita, que bautizó a la fuerza a todos los judíos que se pusieron a tiro. Su hijo y sucesor, Cuniperto nos sitúa ya en el año 700. Después de Cuniperto, la lista se engrosa a base de reyes y duques longobardos de los que prácticamente sólo es conocido el nombre.


Alguno de ellos tan anecdótico como un tal Ariperto, a quien describen como beato, desconfiado y tacaño, que recibía en Pavía a los embajadores, vestido con harapos, para subrayar la miseria de su pueblo y negar cualquier posible ayuda. Por las noches, visitaba de incógnito tabernas y lupanares para espiar a sus súbditos y escuchar lo que de él se decía. Finalmente, en 721, accedió al trono Liutprando, a quien puede considerarse el primer gran rey lombardo italiano. En lo político, Liutprando intentó muy seriamente la unificación de Italia, primero sometiendo a la obediencia a los duques de Spoleto y Benevento, y luego negociando con la curia y los papas de Roma, la ruptura con el exarcado bizantino. A fin de cuentas, Roma y Bizancio ya se hallaban tan alejadas en lo religioso como lo estarían desde entonces, y por otra parte, los lombardos eran católicos, concretamente Liutprando era quizá el primer católico sincero de su estirpe. Pero no pudo ser, porque encontró en la silla de San Pedro a una serie de papas beligerantes y muy celosos de conservar su poder terrenal. Liutprando fue acaso demasiado respetuoso, y renunció a emplear la fuerza contra Roma.


En materia legislativa, Liutprando corrigió y perfeccionó el edicto de Rotario, haciéndolo algo más humano. Abolió del código las venganzas y los castigos más extremos de muertes y amputaciones, sustituyéndolos por la confiscación de los bienes de los acusados cuya culpabilidad era probada. Fijó penas para los padres que abusaban de sus hijas o las casaban antes de cumplir doce años. Estableció que la mujer infiel sorprendida in fraganti fuera azotada hasta derramar sangre, algo que aunque parezca terrible, suavizaba bastante el anterior castigo de pena de muerte. Eso sí, para no exagerar con la compasión, quemaban vivo al seductor. El código de Liutprando también castigaba a los que durante las bodas arrojaban excrementos a los novios, lo que nos da idea de que las costumbres de la época no eran precisamente refinadas. Multó a los atrevidos que se introducían en los lavabos de las matronas longobardas para palparles las nalgas, otra pincelada costumbrista que nos ofrece el edicto.


Liutprando falleció en 744, después de treinta y tres años de reinado. Con él, los bárbaros parece que se civilizaron un poco. En todo caso, la sociedad de la Italia lombarda no era precisamente un paraíso. La economía era muy simple. Los principales centros de comercio eran Pavía, la capital, junto a Milán, Venecia, Rávena y Roma. Como los longobardos tenían una organización fundamentalmente militar, y marcadamente militarista, Pavía era más que una ciudad, un cuartel, una fortaleza. El comercio quedaba en manos de los aldios, nombre que se daba a los bárbaros que no formaban parte de la estirpe longobarda. Eran descendientes de bárbaros alistados por la horda antes de pisar suelo italiano, a quienes una vez establecidos en la península, se negó el derecho a portar armas. Los aldios ocupaban el estrato social inmediatamente inferior a los llamados arimanes (guerreros) y adelingos (nobles), que eran los lombardos de pata negra. Los autóctonos, es decir los italianos conquistados, a quienes llamaban genéricamente romanos aunque fueran de Turín, no tenían ningún derecho, y se los trataba como a escoria, estando prohibidos los matrimonios mixtos. Racismo altomedieval puro y duro.


Fuera de la media docena de ciudades fortificadas y bien defendidas, reinaba el caos, la ley de la selva. Cualquier viaje que no se hiciera con una escolta fuertemente armada, condenaba al viajero al despojo y probablemente a la muerte, por lo que el comercio y los intercambios se redujeron a mínimos. Las gentes sencillas morían de hambre o de las numerosas epidemias de peste o de cólera. La población italiana también se redujo a mínimos. Las riquezas se concentraron en manos de los nobles armados y de los abades de los monasterios, dirigentes religiosos emparentados con la nobleza lombarda, señores no menos feudales que los señores feudales propiamente dichos. Tanto el duque como el abad tenían derechos absolutos sobre vidas y haciendas. Los desheredados, los campesinos famélicos y devorados por los piojos, no tenían otro amparo ni otra aspiración, que arrimarse a los castillos y a las abadías, y postularse como siervos de la gleba. Siervos del abad o del señor de turno, que acaso les protegería de las tropelías de cualquier otro señor.


Estamos viendo nacer el feudalismo, un sistema que con uno u otro matiz, iba a prolongarse durante siglos. Un sistema cerrado de castas en el que el hijo del labrador estaba condenado a serlo él mismo durante el resto de su vida, del mismo modo que el hijo del esclavo nacía y moriría siendo esclavo. Un sistema que a pesar de la flagrante y profunda injusticia en que se sustenta, no iba a ser cuestionado seriamente hasta la misma Revolución francesa y el resto de las revoluciones liberales, entrado ya el siglo XIX. Nuestros abuelos, como aquel que dice. Diversas son sin duda las causas de esa prolongada dilatación en el tiempo del viejo régimen, que ahora nos parece asombrosa. El papel de la Iglesia y los eclesiásticos tuvo seguramente un peso importante en ello. En todo caso, un análisis de esta materia con alguna profundidad y un mínimo criterio, sobrepasa la capacidad de nuestro modesto foro. Aquí entre nosotros, leyendo a Marx se entienden algunas cosas, pero no quiero decirlo muy alto, que luego el profe Bigotini me riñe.

-¿Emergencias?, oiga, hay un dragón en mi cuarto.

-¿Consume estupefacientes?

-¡Y yo qué sé, es la primera vez que le veo!