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viernes, 13 de agosto de 2021

CATALINA DE ERAUSO Y EL TRAVESTISMO BARROCO

 


Catalina de Erauso y Pérez de Galarraga fue una niña bautizada en la parroquia donostiarra de San Sebastián el Antiguo en 1592. Si hemos de creer los datos de la autobiografía que se le atribuye, su año de nacimiento real debió ser el de 1585, y se la llevó a cristianar a los siete años. En cualquier caso, en el archivo diocesano aparecen otros tres hermanos, Miguel, María e Isabel de Herauso Galarraga. Sus padres, el capitán Miguel de Erauso y María Pérez Galárraga, eran vecinos acomodados de la Villa guipuzcoana. Si se excluye el registro de bautismo y algún otro documento familiar, la práctica totalidad de los datos biográficos de Catalina provienen de su autobiografía, cuya autoría real se ha puesto en duda por los especialistas.

Según el relato de la obra, a los cuatro años ingresó junto a sus hermanas en un convento de dominicas de San Sebastián, donde era priora su tía Úrsula de Urizá, prima de su madre. Allí aprendió a leer y a realizar labores de costura y otras similares que se enseñaban a las niñas. Tenía Catalina un carácter indomable al decir de las monjas. Reñía con ellas y pegaba a las otras niñas. Hoy diríamos quizá que se trataba de una niña hiperactiva, o acaso ya en su tierna edad comenzaba a manifestarse su rebeldía hacia su condición de mujer. El caso es que la trasladaron al Monasterio de San Bartolomé, de disciplina más rígida, donde permaneció hasta los quince años. Tuvo altercados con otra novicia a la que llegó a golpear con saña, por lo que fue recluida en una celda. Consiguió escapar de su encierro la víspera de San José de 1600. Antes se había hecho ropas de hombre con unos manteles y otros materiales que había hurtado. Se cortó el pelo, y a los quince años huyó del convento y de su villa natal, para comenzar así una vida agitada y salpicada de aventuras y episodios violentos. El epíteto de monja alférez con el que llegó a adquirir fama, resulta una verdad a medias, pues Catalina nunca llegó a profesar como religiosa, aunque efectivamente, sí alcanzaría el empleo militar de alférez, e incluso llegó a ejercer alguna capitanía.



Su derrotero de prófuga la llevó a diversos lugares de España. Primero a Vitoria durante tres meses, donde estudió latín con un catedrático casado con una prima de su madre, que le ofreció casa y vestido. No queda claro si en esta breve estancia insistió en encubrir su nombre y su naturaleza femenina, o bien retornó a ella brevemente. La acogida que recibió parece inclinar a lo segundo, así como que aquel tutor intentó abusar de ella, por lo que huyó también de él, robándole dineros y ajustándose como mozo de un arriero que la llevó a Valladolid. Desde entonces no abandonó ya la identidad masculina. En la corte vallisoletana sirvió como paje del secretario del rey, Juan de Idiáquez, haciéndose llamar entonces Francisco de Loyola, el primero de los varios nombres falsos que adoptaría. Huyó de Valladolid cuando se encontró con su padre que venía buscándola desde San Sebastián. Cuenta en la novela que no la reconoció en su nuevo hábito, a pesar de haber hablado con ella varias veces, lo que le hizo sentirse segura en su nueva identidad, si bien el episodio resulta poco creíble.

Pasó Catalina a Bilbao, donde tuvo un altercado de taberna con varios jóvenes, hiriendo de gravedad a uno de ellos, por lo que fue encarcelada durante un mes. Marchó después a Estella, donde se acomodó como paje de un señor Alonso de Arellano entre 1602 y 1603. Regresó luego a San Sebastián sin más causa que mi gusto, según confiesa, y allí vivió como varón frecuentando el trato de su familia, padres, hermanos y su tía la priora, sin ser nunca descubierta, lo que vuelve a parecer poco verosímil. En Pasajes embarcó para Sevilla, y de allí a Sanlúcar, donde se ajustó como grumete para viajar a las Indias en el galeón del capitán Esteban Eguino, curiosamente otro tío suyo y primo de su madre. Corría el año de 1603.

Usó en España y en América diversos nombres de varón: Francisco de Loyola, Pedro de Orive, Alonso Díaz, Guzmán Ramírez y Antonio de Erauso. Al parecer se secó los pechos con un ungüento, y si hemos de juzgar por el único retrato suyo de que disponemos, su físico era totalmente de varón, si bien es cierto que el retrato se hizo ya en edad algo más madura.


En Venezuela luchó contra los piratas. En Cartagena de Indias el galeón recibió orden de regresar a España. Catalina, decidida a quedarse en tierras americanas, asesinó a su tío y le robó quinientos pesos. La nave partió sin ella, y ella tomó el rumbo de Panamá y más tarde el del Perú. En Manta, actual Ecuador, sufrió un naufragio en el que pereció toda la tripulación del barco en que viajaba, salvándose sólo ella con Juan de Urquiza, un mercader al que servía. En Zaña (Perú) llegó a hacer una notable fortuna, teniendo a su servicio a tres esclavos negros a los que maltrató. En un corral de comedias de la colonia tuvo un altercado con otro espectador al que acabó dando un corte en la cara. Fue de nuevo encarcelada y luego puesta en libertad gracias a las gestiones de su amo, Juan de Urquiza, y del obispo de Saña, que le persuadieron para que sentara la cabeza casándose con una doncella llamada Beatriz de Cárdenas, dama de su amo y tía del joven al que había herido. Marchó a Trujillo donde mató en un duelo a otro retador y fue de nuevo encarcelada. En Lima regentó un negocio hasta que fue acusada de andarle entre las piernas a una joven criolla.

Se alistó como soldado para la conquista de Chile a las órdenes del capitán Gonzalo Rodríguez que con mil seiscientos hombres marchó hacia Concepción. En Chile luchó contra los mapuches, mostrando una gran ferocidad en el combate. En la batalla de Valdivia alcanzó el grado de alférez, y en la de Purén, muerto su capitán, asumió el mando de la compañía, pero a su regreso a Concepción, no fue ascendida por las quejas acerca de su crueldad con los indios. La frustración la empujó a cometer diferentes actos criminales. Asesinó al auditor general de Concepción, y tras sufrir prisión, mató en un duelo a su propio hermano, Miguel de Erauso. Escapó de su nueva prisión y huyó a la Argentina a través de los Andes. En Tucumán dio palabra de matrimonio a dos muchachas, sin cumplir con ninguna de ellas. Peleó nuevamente con los indios en Potosí, participando en la matanza de Chuncos. En la Plata fue detenida y sometida a tortura, sin que se llegara a desvelar su identidad, lo que parece casi increíble. En Piscobamba mató a otro individuo en una riña de juego. Allí fue condenada a muerte. Pidió asilo en el sagrado de una iglesia para librase de ser detenida por matar a un marido celoso. En La Paz fue de nuevo condenada a muerte. Para escapar, fingió confesarse y huyó a Cuzco con una hostia consagrada que había hurtado…

Detenida en Huamanga en 1623 a causa de una enésima disputa, para librarse de la horca pidió clemencia al obispo, Agustín de Carvajal, al que finalmente confesó que era una mujer. El examen de las matronas confirmó que efectivamente lo era, y que además estaba virgen. A partir de entonces, creció la fama de su peripecia tanto en América como en España, adonde fue enviada. En la corte la recibió el rey Felipe IV, pues su majestad recibía gran regocijo con estas personas tan peculiares, igual que con enanos y otros fenómenos (también recibió y hasta besó la pierna milagrosamente repuesta de Miguel Pellicer, el cojo de Calanda). En Roma la recibió el papa Urbano VIII, que la dispensó de vestir de mujer, autorizándola a seguir en hábito masculino, lo que pudiera ser el primer caso de travestismo tolerado por la Iglesia. En Nápoles su mal carácter estuvo al borde de darle un nuevo disgusto en una disputa, pero se contuvo para no dejar en mal lugar a sus poderosos protectores.

Pero la naturaleza inquieta de Catalina no estaba hecha para los melindres de Europa. Partió de nuevo a América, y en Veracruz estableció un negocio de arriería entre Ciudad de México y Veracruz, que al parecer le reportó notables ganancias. Falleció finalmente la monja alférez como hombre en tierras mexicanas, probablemente en 1650.

De todo lo anterior no es fácil deducir si cabe etiquetar a Catalina de Erauso en alguna de las diferentes formas de orientación sexual que se han manejado más modernamente. Sus escarceos amorosos con mujeres hablarían en favor del lesbianismo. Acaso su transexualidad obedecía a su autopercepción como varón, o quizá sólo fue un disfraz necesario para moverse libremente. En cualquier caso, queda patente su carácter irascible y cruel que le inclinó muchas veces al crimen.


En cuanto a su novela autobiográfica, Historia de la monja alférez escrita por ella misma, permaneció desconocido el manuscrito hasta su publicación en París en fecha tan posterior a su autoría como 1829. La narración está en la línea de las biografías de soldados que proliferaron en nuestro siglo de oro. Se discute si realmente se debe a la pluma de la propia Catalina de Erauso o se trata de una obra apócrifa. En cualquier caso, estamos ante una novela ágil donde se desgranan las aventuras de su singular protagonista con un desparpajo que raya a veces la desvergüenza, algo por otra parte bastante común en este género de novelas en que se exageran a veces las bizarrías y fanfarronadas de quienes las narran real o supuestamente.

Es obviamente la obra que nuestra biblioteca Bigotini quiere poneros hoy al alcance de un clic (hágase sobre el enlace). La magnífica versión digital está tomada de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Disfrutad la prosa de la monja alférez. 

https://www.dropbox.com/home/Profesor%20Bigotini?preview=Historia+de+la+Monja+Alf%C3%A9rez+Catalina+de+Erauso.pdf

…entraron dos matronas y me miraron y se satisficieron, y declararon después ante el obispo, con juramento, haberme visto y reconocido cuanto fue menester para certificarse, y haberme hallado virgen intacta, como el día en que nací. Historia de la monja alférez escrita por ella misma.


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