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miércoles, 11 de septiembre de 2019

SAN JUAN DE LA CRUZ. UN HIPPIE EN EL BARROCO



Juan de Yepes Álvarez nació en 1542 en la localidad abulense de Fontiveros. Fue hijo de Gonzalo de Yepes, tejedor toledano, y de Catalina Álvarez, ambos conversos, una condición que en aquel tiempo constituía un estigma social indeleble. Su padre murió prematuramente. Tuvo Juan otros dos hermanos varones, uno de los cuales falleció a temprana edad de hambre, lo que da idea de las dificultades que atravesó la familia. Se trasladaron primero a Arévalo y después a Medina del Campo, donde siguieron pasando penalidades. Acaso la mala alimentación fue la causante del raquitismo que sufrió Juan, por lo que en su edad madura quedó menudo de cuerpo y de extrema delgadez. Santa Teresa solía llamarle mi medio fraile.

Asistió en su infancia al Colegio de los Niños de la Doctrina, institución caritativa en la que se inició ayudando a misa, asistiendo a los Oficios, acompañando entierros y pidiendo limosna. Su aguda inteligencia le permitió luego continuar sus estudios con los jesuitas, a la vez que asistía en el Hospital de Nuestra Señora de la Concepción, especializado en el tratamiento del mal francés, la sífilis que en Medina (toda una Babilonia castellana) llegó a constituir una verdadera plaga. Aprendió en ese tiempo el latín, la retórica y la gramática, y con veintiún años ingresó en el Convento de los Carmelitas, bajo el nombre de novicio de Fray Juan de san Matías. Pasó después a Salamanca donde por ser hijo de conversos, le negaron el grado de bachiller, y no obstante, fue allí donde sus dotes dialécticas le otorgaron fama de orador sagrado.

Regresó a Medina para cantar su primera misa y allí, en presencia de su madre, su hermano y algunos otros familiares, conoció a Teresa de Cepeda que habría de ser la futura Santa Teresa de Jesús. Surgió entre ambos una inmediata simpatía mutua que tuvo como consecuencia la colaboración de Juan en las fundaciones que ya estaba iniciando la santa. A imitación de Teresa, nuestro hombre fundó conventos masculinos en Duruelo, Mancera y Pastrana sucesivamente, adoptando definitivamente el nombre religioso de Juan de la Cruz.
A partir de 1572 se convertirá en invitado de Teresa de Jesús y confesor de las monjas en el Convento de la Encarnación de Ávila, y acompañará a la madre en sus principales fundaciones de descalzas, como la de Segovia. Pero la animadversión de los carmelitas calzados, la facción ortodoxa de la orden, unida a la peculiar manera de entender la práctica religiosa de Juan y de Teresa, darán con sus huesos en la cárcel. Tras alternar sucesivos episodios de reclusiones y fugas, viaja a Castilla la Nueva y de allí a Andalucía, donde prosigue su tarea fundacional. Falleció finalmente en Úbeda en 1591, tras haber sido destituido de todos sus cargos por las autoridades eclesiásticas. Su proceso de beatificación se inició en 1627, fue canonizado por Benedicto XIII (el oficial, no nuestro Papa Luna muy anterior) en 1726, y proclamado Doctor de la Iglesia Universal en 1926 por Pío XI.

Lo mismo que Santa Teresa, San Juan de la Cruz fue elevado a los altares, pero verdaderamente faltó muy poco para que le pusieran un sambenito y ardiera en la hoguera. En aquel tiempo barroco y contrarreformista la línea que separaba la santidad de la herejía era muy fácil de cruzar. San Juan y Santa Teresa fueron entonces una especie de hippies peligrosamente heterodoxos para las mentes más conservadoras. El amor místico se manifestó en sus poesías y en su verbo encendido de una manera tan explícita que recordaba demasiado al amor carnal, y aun hoy desde nuestra mentalidad actual, muchos de aquellos pasajes de arrebato místico tienen un inconfundible tinte orgásmico.

En cuanto a la obra de Juan de Yepes el poeta, bebe en las fuentes bíblicas de El Cantar de los Cantares, en la poesía culta italianizante, tan en boga en su época, y en la tradición popular de nuestro Romancero castellano. Mézclese sabiamente en una coctelera a Salomón y a Garcilaso, añádanse unas gotas de los Cancioneros renacentistas y un chorrito de romances, y se obtendrá a San Juan de la Cruz en estado puro. En nuestra Biblioteca Bigotini os ofrecemos la versión digital de La noche oscura, obra que representa a la perfección tanto el estilo de su autor como la espiritualidad del misticismo como movimiento literario. Haced clic en la portada y deleitaos con la inspiración de San Juan de la Cruz.

En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada.



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