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sábado, 14 de septiembre de 2019

SOCIOLOGÍA EVOLUTIVA, PROGRESO Y DOMESTICIDAD



Cualquier intento de análisis sociológico, sociopolítico o histórico, nos conduce a menudo a referencias sobre el carácter de las diferentes naciones. Los historiadores suelen hablar de carácter nacional. Aunque estaríamos de acuerdo en que el carácter español y el japonés, por poner un ejemplo, son muy diferentes, como lo son el carácter europeo y el asiático, contemplados de manera más amplia, lo cierto es que cualquier intento por describir el carácter nacional, se desliza fácilmente hacia la caricatura.
¿Podría encontrarse alguna medida objetiva de cómo la naturaleza humana cambia y se perfila a lo largo del tiempo? Por sorprendente que pueda parecer, tales medidas existen. Así, especialistas en historia económica como Botticini y Eckstein han documentado el papel de la educación en la historia judía, y Gregory Clark, a quien seguimos en este comentario,  ha reconstruido el comportamiento económico inglés en los 600 años que precedieron a la Revolución industrial. Una buena parte de sus conclusiones podrían trasponerse con facilidad a muchas naciones occidentales.

Antes de la Revolución industrial casi todo el mundo, con excepción de las élites dirigentes, sobrevivía a duras penas bordeando el hambre. Este nivel de subsistencia ha sido una constante de las sociedades humanas, probablemente desde los inicios de la agricultura allá por el Neolítico. La razón de ese estancamiento no ha sido la falta de inventiva. El ingenio humano ha sido una constante a lo largo de la historia. No. La razón hay que buscarla en lo que se ha llamado el bucle malthusiano, que fue descrito en 1798 por Thomas Malthus en su Ensayo sobre la población, que tuvo una profunda influencia en las ideas de Charles Darwin sobre la selección natural.
El bucle malthusiano consistía en que cada vez que la productividad mejoraba debido a algún adelanto tecnológico, y la disponibilidad de alimentos era mayor con el consiguiente incremento de la salud, sobrevivían más niños hasta la madurez, lo que significaba más bocas que alimentar que consumían los excedentes. En la siguiente generación, todos volvían a vivir justo por encima del nivel del hambre, que era el punto de partida.

Clark, un profesor californiano, eligió para su estudio el ejemplo inglés, por la copiosa información documental de que disponía, y por ser Inglaterra un país no afectado por invasiones hostiles desde 1066. El investigador documenta cuatro comportamientos que evolucionaron en la población inglesa entre 1200 y 1800, así como un plausible mecanismo de cambio. Los cuatro comportamientos son el descenso de la violencia, el incremento de la alfabetización, la tendencia al ahorro y la propensión al trabajo.

En efecto, las tasas de homicidio entre hombres son muy elevadas en las sociedades de cazadores recolectores primitivas. Valga el ejemplo de los aché de Paraguay que registran tasas de 15 asesinatos por cada 1000 habitantes. Pues bien, la tasa de homicidios que era de 0,3/1000 en la Inglaterra de 1200 (equiparable a las sociedades agrícolas atrasadas), se redujo a 0,1/1000 en 1600, y a menos de la décima parte de ese valor ya en 1800.
La tasa de alfabetización de los hombres ingleses aumentó regularmente desde un 30% en 1580 hasta más del 60% en 1800. La de las mujeres, que partía de un exiguo 10% en 1650, igualó la de los hombres en 1875.


Las horas laborables aumentaron uniformemente a lo largo del periodo estudiado, así como los niveles de ahorro. A esta tendencia los economistas denominan preferencia temporal, y los psicólogos la llaman gratificación demorada. En el célebre experimento del psicólogo Walter Mischel con niños pequeños, invitó a una amplia muestra de infantes a que eligieran entre tomar una sola golosina de forma inmediata o dos golosinas si aceptaban esperar quince minutos. Los que fueron capaces de demorar la recompensa para obtener un premio doble, obtuvieron también mejores calificaciones escolares y superaron a los otros en competencia social.

Estos cambios de comportamiento en la población inglesa de 1200 a 1800 tuvieron una repercusión económica enorme, transformando gradualmente una población campesina violenta e indisciplinada, en una fuerza laboral eficiente y productiva. Madrugar cada día y soportar una jornada laboral completa dista mucho de ser un comportamiento humano natural. Los cazadores-recolectores no aceptan de buen grado este cambio. Los comportamientos disciplinados han evolucionado de forma gradual, y una mejor tecnología desempeñó también un papel crucial en el aumento de la eficiencia.
Clark nos desvela el mecanismo genético a través del cual la economía malthusiana operó tales cambios en la población inglesa. Los ricos tenían más hijos que sobrevivían que los pobres. Un estudio testamentario entre 1585 y 1638 desvela que los que dejan en testamento 9 libras o menos, tenían por término medio menos de dos hijos, mientras los testamentos de más de 1000 libras, dejaban algo más de cuatro hijos.


Como la población se mantuvo bastante estable durante el periodo estudiado, el hecho de que los ricos tuvieran más hijos que los pobres condujo a un descenso social incesante. Muchos de los hijos de ricos descendían en la escala social, ya que la clase acomodada nunca superaba el diez por ciento del total. Y el descenso social tuvo la consecuencia genética de que llevaban con ellos la herencia de los comportamientos que habían hecho ricos a sus padres, menor agresividad, mayor formación y mayores capacidades de trabajo y de ahorro. Que cambios evolutivos tan profundos en el comportamiento social puedan materializarse en unos pocos siglos, puede parecer sorprendente, pero resulta perfectamente posible a la luz de los experimentos llevados a cabo por los conductistas soviéticos sobre domesticación de animales, que obtuvieron resultados espectaculares sólo en unas pocas generaciones.

De manera que aunque los historiadores tiendan a explicar la Revolución industrial como un acontecimiento relativamente súbito, es muy probable que no fuera así. Acaso las verdaderas causas haya que buscarlas en los cambios graduales del comportamiento humano que con una base genética, evolucionaron en las sociedades agrarias durante los 10.000 años previos. En otras palabras, desde el comienzo del Neolítico los humanos nos hemos ido domesticando gradualmente hasta convertirnos en una especie que dista de los primitivos cazadores del cromagnon tanto como los perros de los lobos o las dóciles ovejas de las montaraces cabras. Esto hace tiempo que lo saben y lo aprovechan los propagandistas, los gobernantes sin escrúpulos y los poderosos criminales que desgraciadamente rigen nuestros destinos. El profe Bigotini y yo mismo, hace ya mucho tiempo que renunciamos a escuchar la llamada de la selva. Es muy tentadora, sí, y hace que nuestro corazón palpite con fuerza, pero ante el anuncio de que la cena está servida y al evocar el suave confort que proporciona la blanda cama y la seguridad del hogar, hacemos oídos sordos a nuestro lado más salvaje. Ahí afuera hace demasiado frío y está oscuro.

-A mí, el ser tan guapo me ha generado muchos enemigos.
-Pero hombre, si tú eres muy feo.
-¿Lo ves? Otro más.




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