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lunes, 6 de mayo de 2019

GRANDES AUSENTES: LOS OSOS GIGANTES DE LA EDAD DEL HIELO


Actualmente existen ocho especies de osos en el mundo. El de mayor tamaño de los vivos es el oso de Kodiak, también llamado oso gigante de Alaska, una subespecie del oso pardo americano o grizzly, cuyos machos superan en envergadura y peso incluso al corpulento oso polar. Pero no hace mucho tiempo en términos geológicos (apenas hace 10.000 años) existían varias especies todavía mayores. Se extinguieron porque no pudieron competir con el empuje colonizador de los cazadores de dos patas, unos monos desnudos que los exterminaron para comer su carne, vestir sus pieles, adornarse con sus dientes y sobre todo, adueñarse de su alma, el indomable espíritu del gran oso, totémico símbolo aglutinador de las tribus y los grupos familiares. Os hablaré de dos especies en concreto.


Ursus spelaeus extendía su dominio por la vieja Europa pleistocénica. Se han encontrado sus restos en Austria, Alemania, Países Bajos, España, Reino Unido, Rusia y Siberia. Durante el periodo Pleistoceno el oso de las cavernas, Ursus spelaeus, constituía una especie muy numerosa e impresionante. Vivió en Europa durante el punto culminante de la época glacial y con frecuencia hibernaba en las cuevas alpinas. Parece que se congregaban muchos osos para dormir juntos este largo sueño invernal, según se deduce de las pilas de huesos fósiles que se encontraron reunidos. En Austria una sola cueva, la Drachenhohle o cueva del dragón, contiene los restos de más de 30.000 osos de las cavernas. Muchos de ellos parecen haber muerto mientras dormían. A pesar de su enorme tamaño y su aspecto aterrador, los estudios paleozoológicos clásicos adjudican a Ursus spelaeus la condición de vegetariano. Lo cazaban los hombres de Neanderthal, que al parecer daban gran importancia a los huesos de este animal en sus rituales a juzgar por la asociación de diferentes restos de Ursus spelaeus a enterramientos humanos, y otros importantes indicios que arrojan el arte y la industria paleolíticos.


Sin embargo, recientes estudios llevados a cabo por investigadores de la Universidad de Zaragoza hablan a favor de la alimentación omnívora del oso de las cavernas. El estudio parte del análisis de las marcas dentarias aparecidas en los huesos de la cueva Coro Tracito de la localidad de Tella (Huesca). Los hallazgos tienen una antigüedad comprendida entre 150.000 y 24.000 años, y no dejan lugar a dudas acerca de que Ursus spelaeus complementaba su dieta vegetariana con carne. Posiblemente no era un depredador activo, sino más bien un carroñero oportunista que en caso de necesidad no desdeñaba el aporte proteico que proporciona la carne.

El otro gran oso del que os quiero hablar habitó en la misma época América del Norte. Es Arctodus simus, un soberbio animal de 800 kilos de peso y más de tres metros y medio de altura cuando se erguía sobre sus patas traseras. Completa el género Arctodus junto a su pariente Arctodus pristinus, que moraba algo más al sur. Se le conoce también como oso de hocico corto y fue el mayor oso y el mayor carnívoro terrestre de los últimos 800.000 años. Arctodus simus era nativo de América del Norte y se extinguió hace unos 12.000 años, o más bien lo extinguieron (véase el post sobre la extinción de la megafauna americana).


Análisis de los restos de Arctodus simus arrojan altas concentraciones de nitrógeno-15, un isótopo que se acumula de forma diagnóstica en animales que se alimentan exclusivamente de carne. Puede afirmarse por lo tanto, que el oso de hocico corto era un carnívoro estricto y se calcula que un individuo adulto necesitaría ingerir alrededor de 16 kilos de carne al día para sobrevivir. Por su extraordinaria corpulencia pudo haber sido un carroñero que intimidaba con su sola presencia a otros depredadores y les desposeía de sus presas. Pero su estructura anatómica y la longitud de sus patas también le permitían correr a la nada desdeñable velocidad de 60 o 70 Km/h., por lo que estaría perfectamente capacitado para abatir grandes herbívoros como caballos, bisontes o perezosos terrestres.


Recientemente se han hallado restos tanto de Ursus spelaeus como de Arctodus simus relativamente bien conservados entre los hielos árticos. Podría descifrase su genoma, por lo que no hay que descartar que en un futuro no muy lejano ambas especies se incluyeran entre los animales recientemente extinguidos, candidatos junto al mamut o al thylacino, a ser clonados y vueltos a la vida en una especie de Parque Pleistocénico a mayor gloria de la ciencia. Sólo es cuestión de tiempo y de dinero. Eso si, de mucho dinero. Desde el clan del oso cavernario permaneceremos alerta esperando la aparición de los gigantes, con la lanza dispuesta y murmurando entre dientes viejas salmodias ancestrales medio olvidadas entre las brasas todavía humeantes de las hogueras, y medio recordadas en las recónditas paredes de la gruta, donde junto a caballos, renos y bisontes, bailan sus danzas rituales los formidables osos.


La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso, y aplicar después los remedios equivocados. Groucho Marx.



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