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domingo, 27 de enero de 2019

ESPERMATOZOIDES GIGANTES Y OTROS FENÓMENOS DE CIRCO



Hace unos días os hablé de la gran desproporción que suele existir entre el número de espermatozoides y el de óvulos. Recordaréis que apuntamos la relación entre la abundancia espermática y la tendencia de ciertas hembras, digamos, al devaneo… Pues bien, no sólo la cantidad, sino también el tamaño de las células germinales, se asocia a menudo a la promiscuidad. A veces sucede porque los espermatozoides de mayor tamaño tienen mayor probabilidad de fecundar los huevos, al parecer debido a que se desplazan con mayor velocidad que sus contrincantes más pequeños. Así ocurre en el ácaro de los bulbos (una plaga agrícola) y en los gusanos nematodos (una plaga intestinal que desgraciadamente nos es más familiar). Por regla general, en las especies con hembras promiscuas los machos no sólo fabrican más esperma, sino que además producen espermatozoides más grandes.


No obstante, ninguno de estos dos atributos (tamaño y cantidad) puede crecer de forma indefinida. En todos los casos habrá un punto en que fabricar espermatozoides más grandes implicará fabricar menos esperma. Se trata de una cuestión de economía elemental. Llegados a este punto, los machos (o más bien las estrategias evolutivas de cada especie) deberán optar por una cosa o la otra. Entre la galería de gigantescos fenómenos que han apostado fuerte por el tamaño, encontramos animales muy diversos. El campeón (por lo que sabemos hasta la fecha) es el macho de Drosophila bifurca, una mosca del vinagre que mide apenas tres milímetros, cuyos espermatozoides llegan a alcanzar ¡hasta ochenta y ocho milímetros de largo! Naturalmente vienen enrollados en el líquido seminal, y luego se despliegan en el interior del abdomen de las hembras. Al macho de D. bifurca le van pisando los talones los escarabajos de alas plumosas (una especie de ptílidos), los nadadores de espaldas (Notonecta notonecta), los ostrácodos (unos crustáceos diminutos como el que aparece en la ilustración inferior), las garrapatas, el caracol terrestre australiano (Hedleyella falconeri), el sapillo pintojo y muchas otras especies de mosca del vinagre. En concreto los espermatozoides de ostrácodo llevan la competitividad al extremo de pelear entre ellos hasta hacerse pedazos…


Algunos biólogos han propuesto que estos espermatozoides gigantes podrían ser una especie de regalo nutritivo que el macho ofrece a los huevos de la hembra, pero no parece que esto tenga demasiado fundamento, porque la fracción que penetra en el huevo es muy pequeña, se limita a la cabeza donde está el núcleo con su preciada carga genética, mientras que las larguísimas colas se desprenden sin hacer el menor provecho a nadie. Algo más plausible parece la explicación de que los espermatozoides grandes podrían obstruir el tracto reproductor de la hembra, convirtiéndose en una especie de “cinturón de castidad” que impediría el acceso a espermatozoides rivales. Así parece ocurrir en el caso del escarabajo de alas plumosas.

Sea como sea, la existencia de estos colosales espermatozoides debe tener una explicación biológica, porque su fabricación supone unos costes muy elevados. En el caso concreto de nuestro protagonista, Drosophila bifurca, que tiene una vida de unos pocos meses, los espermatozoides no están listos y maduros hasta los diecisiete días de existencia, mientras que en otros parientes del género Drosophila con espermatozoides más pequeños, los machos pueden comenzar a copular a las pocas horas de emerger de la pupa.
En cualquier caso, nuestro avinagrado amigo puede sacar pecho y presumir a su gusto. Mientras que la mayoría de los machos necesitan ejércitos de millones de espermatozoides, él se las arregla muy bien con unos pocos, sí, pero tremendos.


Para rematar este desfile de monstruos, digamos que no todas las excentricidades espermáticas han optado por el gigantismo. También hay especies que se apartan de la forma de renacuajo que tradicionalmente se asocia a los espermatozoides. Por ejemplo, los de los koalas, los grillos y muchos roedores, han adoptado la forma de un gancho, que les sirve literalmente para escalar el tracto reproductor femenino. Los proturos, una especie de insectos primitivos, tienen espermatozoides en forma de disco. Los de los cangrejos recuerdan a las girándulas de los cohetes. Algunos caracoles terrestres fabrican espermatozoides con forma de tirabuzón. Ciertas termitas los tienen con un centenar de colas. Los de la zarigüeya, los milpiés, los escarabajos acuáticos y algunos caracoles marinos, han adoptado la costumbre de nadar en parejas. Los de los nematodos reptan en vez de nadar…
Pero la auténtica bomba son los espermatóforos. Tras una larga sesión de sexo, el pulpo gigante introduce en la hembra una especie de paquete de más de un metro de diámetro, llamado espermatóforo, que hace las veces de pene de un solo uso, capaz de desprenderse, y que contiene cerca de diez mil millones de espermatozoides. Atención a la jugada: cuando el macho ya se ha retirado dejando en el tracto reproductor de la hembra el regalito, el espermatóforo explota (así como suena), soltando su carga de profundidad. El estallido hace que la hembra quede flotando a la deriva medio aturdida durante varios minutos. Al recuperase pensará: ¡diablos, este chico si que sabe hacerla estremecer a una!


Groucho Marx:
-Pero señora, ¿cómo es posible que siendo aun tan joven tenga ya siete hijos?

Margaret Dumont:
-Muy sencillo: amo a mi marido.

Groucho Marx:
-¡Que absurdo! ¡A mí también me gusta mucho mi puro, pero de vez en cuando me lo saco de la boca!




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