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lunes, 22 de septiembre de 2025

PROTOTAXIS, EL PRIMER PASO HACIA LA SIMBIOSIS

 


El concepto de simbiosis como asociación biológica entre varios organismos vivos, es ampliamente conocido. Cabría preguntarse por qué se han producido y siguen produciéndose en la naturaleza las asociaciones simbióticas que conocemos y no otras diferentes. Por qué entre las innumerables especies de bacterias existentes en nuestro planeta, asociamos a nuestras digestiones en el interior de nuestro intestino a determinadas estirpes bacterianas y no a otras, es asunto que ha sido objeto de estudio por parte de biólogos y evolucionistas, y que bien merece una reflexión. Siguiendo a Lynn Margulis y a Dorion Sagan en su obra de divulgación Captando genomas (Ed. Kairós, Barcelona, 2003), los socios simbióticos se integran a diferentes niveles. El primero y el más superficial de ellos consiste en el comportamiento. Para que cualquier asociación permanente pueda iniciarse, es indispensable que ambos candidatos potenciales se encuentren en el mismo lugar al mismo tiempo.


Algunas asociaciones simbióticas estables están integradas únicamente al nivel del comportamiento. No obstante, otras muchas alcanzan niveles de integración más íntimos, yendo de lo conductual a lo metabólico. Frecuentemente, el producto metabólico, el exudado o el residuo de uno de los miembros de la asociación se convierte en alimento para el otro. Pero, ¿cómo y por qué mecanismos se inicia esa relación? Wallin desarrolló la teoría de la prototaxis para responder a la pregunta de cómo estas simbiosis íntimamente integradas pudieron llegar a iniciarse. Se percató de que todos los organismos son producto de su historia altamente específica. La prototaxis, según Wallin, precede a la simbiosis en cualquier asociación de varios tipos de vida. El término prototaxis define la tendencia innata de una clase de célula u organismo a responder de un modo específico a otra clase de organismo.


Los ejemplos incluyen la tendencia del ratón a huir del gato, del tiburón a tragarse el pez, del conejo a comer lechuga o de la mosca a poner sus huevos en el tejido muscular sanguinolento de una pieza de caza recién abatida. Como puede verse por estos ejemplos, la prototaxis puede ser tanto positiva como negativa, tanto asociativa como disociativa. Lo sabemos por experiencia propia. Instintivamente huimos del enjambre de abejas o nadamos hacia el macizo de lirios acuáticos. La prototaxis está en el inicio de cualquier caso de simbiogénesis.

La fotosíntesis, el fenómeno químico natural que transforma la luz solar y el dióxido de carbono del aire en energía y alimento, es enteramente bacteriana. Todos los organismos fotosintéticos, ya sean bacterias o descendientes de bacterias, extraen compuestos orgánicos a partir del botín de luz cosechada. El comportamiento prototáctico de numerosas formas de vida no fotosintéticas hacia los fotosintetizadores resulta fácilmente comprensible. La motilidad, ya sea nadando, gateando, resbalando o arrastrándose, sirve para garantizar que los seres hambrientos, incapaces de realizar por sí mismos la fotosíntesis, accedan a las zonas bien soleadas imperativas para los organismos fotosintetizadores.


La tendencia prototáctica de los heterótrofos a absorber los productos de la fotosíntesis, o bien a ingerir a los propios organismos fotosintetizadores, ha conducido a la explosión de prósperas comunidades de comedores en las zonas soleadas de las superficies de agua dulce y salada. Los organismos secundariamente fotosintéticos (aquellos que adquirieron la fotosíntesis por haber ingerido bacterias adecuadas sin lograr sin embargo digerirlas) incluyen a la totalidad de los eucariotas fotosintéticos. Ningún alga o planta evolucionó nunca la fotosíntesis por sí sola. Todas comparten algún antepasado reciente o remoto, que ingirió pero que no digirió algún fotosintetizador bacteriano verde, rojo o verdeazulado. En este caso, la prototaxis es la tendencia hacia el hambre por parte del comedor y hacia la resistencia a la digestión por la del comido. El hambre y la resistencia a ser digerido han conducido una y otra vez, a organismos fotosintéticos pigmentados permanentes: algas, líquenes, plantas, lombrices verdes, corales marrones, hidras verdes y bivalvos gigantes cuyas inmensas cáscaras permanecen abiertas para enfocar la luz hacia los cloroplastos de sus algas simbióticas, constituyen tan sólo unos pocos de los muchos ejemplos de los que depende nuestra vida.

Las prototaxis, estas tendencias orgánicas, pueden constituir las versiones iniciales de esa clase de propósito que, en nuestro propio caso, denominamos elección consciente. Sin embargo, todos los seres tienen una relación con el tiempo más compleja que la simple duración: están orientados por sus acciones asociativas o disociativas, hacia las consecuencias futuras.

Yo no soy vegetariano, pero me gusta comer animales que sí lo son.


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