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sábado, 16 de diciembre de 2023

DICKENS: DENUNCIA, HUMOR Y EMOCIÓN

 


El 7 de febrero de 1812 nació en Portsmouth Charles Dickens. Su padre, John Dickens, fue un oscuro oficinista del arsenal portuario a quien los biógrafos de su hijo describen como inconsciente y manirroto. Sus muchas deudas hicieron que diera con sus huesos en la cárcel, en la prisión de deudores de Marshalsea, y como el reglamento penitenciario permitía a los presos vivir acompañados por su familia, allí se trasladó Elizabeth, su esposa, con varios de sus hijos. El pequeño Charles fue acogido por una señora caritativa hasta cumplir los doce años, edad que se consideró adecuada para comenzar a trabajar. Lo hizo en condiciones espantosas en una fábrica de betún de Charing Cross. Agotadoras jornadas de diez horas con la sola pausa dominical para visitar a su familia en prisión. Dickens confesó años más tarde haber deseado muchas veces la muerte durante aquella vida de esclavo que se prolongó al parecer innecesariamente, pues a la muerte de su abuela materna recibió una herencia de 250 libras, suma considerable en esos tiempos, aunque a pesar de ello, su madre decidió que continuara en la fábrica.



Existe controversia sobre la educación que recibió Charles en su infancia. Todo indica que abandonó la escuela primaria a los nueve años, coincidiendo con la prisión del padre, y que prolongó sus estudios sólo tres años más en Little College Street que regentaba la señora Roylance, su benefactora. A partir de su ingreso en la fábrica de betún, no asistió a ningún otro centro de enseñanza, por lo que es lícito calificar a Dickens de autodidacta. Fue un ávido lector infantil, y en alguna ocasión se refirió a Robinson Crusoe y al Quijote como dos de sus primeras y más influyentes lecturas.

A los quince años pudo al fin mejorar de vida, trabajando como pasante en un bufete. Aprendió taquigrafía consiguiendo un empleo en los juzgados. Intentó por entonces sin éxito ser actor, y finalmente, en 1834, ingresó en el Morning Chonicle para cubrir como periodista las campañas electorales y los debates políticos. A partir de esa fecha, con apenas veintiún años, todo su esfuerzo y su talento se dedicaron a la escritura. En esa primera etapa consiguió ver publicados algunos breves trabajos literarios, muy especialmente las entregas semanales de Los papeles póstumos del club Pickwick, que fueron recibidos con entusiasmo por los lectores, aunque no fueron tan bien acogidos por la crítica, acaso todavía no preparada para asimilar aquel jovial torrente de humor y de bondadosa ironía que emanan la obra y sus inolvidables protagonistas. A partir de entonces se sucedieron los éxitos literarios, casi siempre acogiéndose el autor al formato de los folletines por entregas que se publicaban semanalmente en diversos periódicos y suplementos literarios tanto británicos como norteamericanos.


En 1836 se casó con Catherine Thompson Hogarth con quien tuvo nada menos que diez hijos. En lo literario su éxito fue imparable. Al Pickwick siguió Oliver Twist, y a éste Nicholas Nickleby y La tienda de antigüedades, siempre publicando por entregas, algo en lo que el joven Dickens se convirtió en todo un especialista. Cada una de las entregas o capítulos terminaban de manera que estimulaban al lector a esperar la siguiente. Se cuenta que cuando llegó al puerto de Nueva York el buque que transportaba las últimas entregas de La tienda de antigüedades, muchas personas acudieron al muelle preguntando a gritos a los tripulantes si había muerto la pequeña Nell, su protagonista.

En la década de 1840 dio a la imprenta sucesivamente Barnaby Rudge, Martin Chuzzlewit, El pequeño Dombey y David Copperfield, que representó el mayor éxito de ventas de Dickens con 100.000 ejemplares en apenas dos meses, algo sin precedentes en su tiempo. También es David Copperfield la que junto a Oliver Twist encierra los rasgos autobiográficos más reconocibles de su autor.



La descripción de la miseria de las clases proletarias en la Inglaterra victoriana y en los sucios arrabales de Londres, son signos de denuncia social siempre presentes en la obra de Dickens. Otra característica fundamental es el notable sentido del humor que hasta en los pasajes de mayor dramatismo se abre paso en las narraciones dickensianas. En el plano religioso, Charles Dickens fue un creyente convencido. Sus contemporáneos Tolstoy y Dostoievski le etiquetaron de gran escritor cristiano. En América su decidido antiesclavismo le granjeó el boicot de quienes defendían la esclavitud. En Gran Bretaña se convirtió en un personaje popular, seguido y admirado por millones de lectores, lo mismo que en la Europa continental donde se leyeron las traducciones de sus obras. La misma reina Victoria parece que fue gran admiradora de Dickens.

En la década de los 50 aparecieron Casa Desolada, Tiempos difíciles, La pequeña Dorrit e Historia de dos ciudades, y ya en los 60, Grandes esperanzas y Nuestro común amigo. Falleció el autor el 9 de junio de 1870 a causa de una hemorragia cerebral y con sólo 58 años. Su última gran novela, El misterio de Edwin Drood, quedó inconclusa.


Además de estas obras de gran extensión, se deben a la pluma de Dickens una pléyade de cuentos y relatos breves como Las campanas, La batalla de la vida, El hechizado, Hombres intrépidos, La casa de alquiler o El guardavía, entre otros muchos. Algunos de ellos preludian el género de terror. Algunos otros glosan el espíritu navideño. Es el caso de El grillo del hogar o del celebérrimo Cuento de Navidad que desde su publicación en 1843 se ha convertido en un clásico del género con innumerables adaptaciones, libros infantiles, películas, musicales, y hasta filmes de animación. En Bigotini hemos recurrido ya varias veces y seguiremos haciéndolo, a estos relatos de Dickens en época navideña. Hoy, para recordar al genio de Portsmouth, os ofrecemos el enlace con la versión digital de Grandes esperanzas, en la esperanza y la completa seguridad de que hallaréis en su lectura las mismas emociones y el alimento espiritual que destilan sus páginas. Clic en este enlace y disfrutad:

https://www.dropbox.com/home/Profesor%20Bigotini?preview=Grandes+esperanzas.pdf

Hay hombres que viven para servir a una idea. Lástima que sea una idea equivocada. Charles Dickens.


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