Translate

lunes, 23 de octubre de 2023

JOSHUA LOGAN. BAJO EL SIGNO DE UNA ESTRELLA ERRANTE

 



Joshua Logan fue ante todo un excelente director de actores. Sus orígenes teatrales, estudiando primero con el mítico Stanislavsky en Moscú, y aplicando más tarde sus conocimientos en el célebre Actor’s Studio y en Broadway, le valieron un prestigio y un aura de gurú de la escena, que logró contrarrestar incluso su endiablado carácter. Aunque no se prodigó demasiado en los platós, a su mágica batuta se deben algunas películas magníficas. Melodramas cargados de amargura como Bus Stop, aquella isla salpicada de náufragos en la parada de un autobús que no conducía a ninguna parte, y el fortuito encuentro de Don Murray, un cowboy sin caballo, y Marilyn Monroe, vivo retrato de la frustración en la profundidad de una América de promesas incumplidas, medias de rejilla y voz desafinada, cosechó el unánime aplauso de la crítica y la suspicacia de los cazadores de rojos en pleno fragor de la Guerra Fría. Ya un año antes, en 1955, había retratado en Picnic una realidad social oscura y desesperanzada, un mundo provinciano de estaciones vacías y trenes perdidos.

Su incansable afán desmitificador le llevó en 1969 a embarcarse en el proyecto de Paint your wagon, que en España se rebautizó como La leyenda de la ciudad sin nombre. Extraña mezcla de musical y western, ejemplar único, irrepetible e irrepetido, de una fusión estrambótica pero cargada de humor y de genialidad. Cierto que quince años antes Staley Donen había filmado Siete novias para siete hermanos, un musical notable, sí, pero en el que la etiqueta de western no pasaba de ser una excusa para justificar el vestuario y los decorados. Los siete hermanos eran granjeros en el Oeste americano, como podrían haber sido pescadores en los fiordos noruegos. La leyenda de la ciudad sin nombre era además de un musical, un auténtico western con pioneros en carromatos, caballos, fiebre del oro y otros ingredientes del género. Dos tipos tan distintos y a la vez tan interesantes, como Clint Eastwood y Lee Marvin compartían sociedad y hasta compartían esposa, la encantadora Jean Seberg. Precisamente de este filme extraordinario os sugerimos revisionar la escena en la que Marvin, un actor que no había cantado en toda su vida, entona o más bien desentona la balada de la Estrella errante. Los arreglos musicales, los coros y la magnífica puesta en escena reconcilian al espectador con un Lee Marvin afónico, con una película enorme, y con Joshua Logan, su autor, uno de los cineastas más notables del siglo XX. Pasen, señores, hagan clic en el enlace y disfruten unos minutos. 

https://www.youtube.com/watch?v=PWl0xuw2wDw

Próxima entrega: Jack Lemmon


No hay comentarios:

Publicar un comentario