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lunes, 9 de octubre de 2023

SUPERVIVENCIA BACTERIANA. EL SECRETO DE LA VIDA ETERNA


 

Resulta asombrosa la capacidad de resistencia y supervivencia de las bacterias. Un ejemplo muy ilustrativo lo dio a conocer en 2019 el microbiólogo Michael Baym. En una gran placa de Petri dispuso una serie de círculos concéntricos de antibióticos. La dosis de antibiótico iba aumentando conforme los círculos se acercaban al centro de la placa, donde ya la concentración de antibiótico era enorme. Conviene aclarar que los antibióticos actúan sobre las bacterias dañando su membrana celular, de manera que alteran el equilibrio entre el interior y el exterior, induciendo la pérdida de proteínas y otras estructuras imprescindibles, lo que provoca la muerte de la bacteria.

Pues bien, Baym sembró las bacterias alrededor del borde de la placa, por fuera del anillo de antibiótico más exterior, y durante unos meses filmó cómo se dividían y como se movían en relación con los anillos de antibiótico.


El movimiento, visto a cámara rápida, resulta frenético porque las bacterias se dividen varias veces por hora. Al principio, las bacterias evitaron el anillo más externo, pero a medida que se dividían más y más, las nuevas generaciones no tuvieron más remedio que ponerse en contacto con el primer anillo. Muchas murieron, pero algunas consiguieron sobrevivir a la primera dosis, se multiplicaron ocupando el espacio del primer anillo y se movieron hacia el segundo. En cada uno de los anillos ocurrió lo mismo, hasta que finalmente las cepas bacterianas que iban adquiriendo paulatinamente mayor resistencia al antibiótico, terminaron por ocupar la totalidad de la placa incluyendo el centro que contenía una dosis abrumadora de antibiótico. La filmación mostró en tiempo real cómo aparecen las estirpes bacterianas resistentes a los antibióticos, algo que trae de cabeza y quita el sueño a los especialistas en infecciones bacterianas.


Porque las bacterias son unas insuperables máquinas de supervivencia, capaces de sortear cualquier obstáculo y superar los desafíos más ingeniosos de la ciencia. Y eso que carecen incluso de un elemental sistema nervioso, y su estructura no puede ser más simple. Por no tener, ni siquiera tienen sexo. Se reproducen por mitosis, una sencilla división celular cuando crecen lo bastante para que su membrana no pueda contenerlas es suficiente. Replican su ADN, que migra al polo opuesto, y zas, se dividen en dos que son completamente idénticas. Como dice Joseph Le Doux en su obra Una historia natural de la humanidad (Paidós, Barcelona 2021), en cierto modo, la primera célula bacteriana que vivió es inmortal, ya que se continúa dividiendo en cada bacteria que existe.

Sin embargo, sabemos que hay una enorme variedad de bacterias muy diferentes entre sí en cuanto a formas, a hábitats y a todo tipo de características. Ello se debe principalmente a dos fenómenos. En primer lugar a mutaciones, errores que pueden ocurrir durante la replicación de los genes, e inducir pequeñas o grandes diferencias en las bacterias hijas. Lo habitual es que las mutaciones resulten perjudiciales para el organismo mutado, y muera sin llegar a reproducirse; pero existe una minoría de casos en los que la mutación representa determinada ventaja, entonces la bacteria mutada prospera y transmite sus genes mutados a las generaciones siguientes.


El segundo mecanismo de diferenciación y el más importante cualitativa y cuantitativamente es la transferencia genética. Cuando la transferencia se realiza de la bacteria madre a sus hijas, recibe el nombre de transferencia vertical, las dos células hijas que resultan de la división mitótica tienen los mismos genes que la madre, por lo tanto, la transferencia vertical no genera variaciones. Pero es que también existe la transferencia horizontal. Se trata de un fenómeno por el que se adquieren genes de otros organismos. Los donantes pueden ser bacterias de otras especies distintas, virus o incluso células de organismos eucariotas y hasta pluricelulares. Este mecanismo dota a las bacterias de una diversidad genética que llega a ser incluso mayor que la que a muchos otros organismos nos aporta el sexo. Así que no es exagerado afirmar que las bacterias, al menos en el sentido del intercambio de material genético, inventaron el sexo muchos millones de años antes de que el sexo existiera. Tal como he afirmado en otros artículos sobre biología, ellas son las indiscutibles dueñas de este planeta. Estaban aquí mucho antes de que llegáramos los organismos más complejos, y aquí seguirán después de que nos hayamos extinguido.

-Buenas, quería comprar una buena cámara fotográfica. Es para regalársela a una chica que he conocido.

-¿Objetivo?

-¡Coño, pues cuál va a ser el objetivo! Llevármela a la cama, claro.


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