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domingo, 5 de septiembre de 2021

ARQUEOBOTÁNICA. LOS PRIMEROS CULTIVOS

 


Los llamados restos arqueobotánicos  incluyen una gran variedad de vegetales, desde pólenes hasta partículas de material carbonizado, frutos, semillas, restos de paja, raíces, flores secas, e incluso restos microscópicos de almidones o fibras. La arqueobotánica constituye una ciencia auxiliar imprescindible para la arqueología, pues permite hacerse una idea de qué comían las gentes que habitaron los yacimientos neolíticos, si bien en ocasiones resulta difícil precisar si los vegetales se habían obtenido mediante cultivo, o formaban parte del forrajeo y la continua recolección de plantas silvestres en los alrededores de los asentamientos.

Siguiendo a Leonor Peña-Chocarro, Guillem Pérez Jordá, Lydia Zapata y otros especialistas, cabe decir que la mayor parte de los frutos y semillas que suelen recuperarse en los yacimientos arqueológicos del neolítico, son plantas cultivadas, sobre todo cereales y leguminosas, pero también oleaginosas y frutales. Las plantas adventicias y malas hierbas pueden proporcionar información acerca  de las prácticas agrarias y del procesado de los cereales.

Un segundo grupo de restos es el de los fragmentos de pajas y espigas de los cereales, raquis, glumas y bases de espiguilla, que se engloban bajo el término anglosajón de chaff. Y un tercero lo constituyen los restos procedentes de las partes vegetativas de las plantas, fragmentos de raíces, tubérculos, tallos, rizomas, etc., que aportan información sobre la explotación y el aprovechamiento de un tipo de recurso vegetal determinado.



Como materiales orgánicos que son, los vegetales tienden a descomponerse y desaparecer con el tiempo. Los arqueobotánicos sólo pueden estudiar una mínima parte de ellos. La forma más usual de conservación es la carbonización de los restos, generalmente producida de manera accidental en incendios o en accidentes ocurridos durante la preparación. La carbonización evita que los restos sean consumidos por animales, insectos o microorganismos diversos. También la inundación consigue que ante la falta de oxígeno, los materiales no sean consumidos por bacterias y así se preserven. Existen en nuestro suelo ejemplos de esta forma de preservación, como el del puerto romano de Irún o el yacimiento neolítico de La Draga. Otra fórmula consiste en la mineralización o sustitución de ciertas partes de la planta por depósitos minerales, un proceso similar al de los fósiles clásicos, que permite conservar la forma de la planta y hace que pueda identificarse.

Desecación y congelación representarían casos excepcionales, pero no imposibles. Tal es el caso del célebre hombre de Similaun, cuyo cuerpo hallado en los Alpes en estado de congelación, permitió el análisis del contenido intestinal. También excepcionalmente el interior de algunas cuevas con un ambiente extremadamente seco o los parajes desérticos muy áridos, han proporcionado restos vegetales conservados de forma natural por desecación.



La recuperación de muestras exige un muestreo sistemático. Se utilizan cribas con mallas muy reducidas. El método de flotación permite recuperar restos carbonizados. Torres de tamices con agua o en seco se utilizan cuando los restos están mineralizados, un procedimiento que exige el traslado de los restos al laboratorio.

Durante el proceso de identificación, sin duda el más complicado, las semillas y los diferentes restos se comparan con materiales actuales. Se trata de un trabajo que requiere un alto grado de especialización. Suelen emplearse atlas de semillas de diferentes regiones y colecciones de imágenes e ilustraciones, una labor sin duda delicada y siempre necesaria, aunque mucho menos valorada que el hallazgo por ejemplo de restos humanos, vasijas, objetos artísticos y otros materiales más vistosos.

Cuando las cosas parecen ir mejor, es que has pasado algo por alto.


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