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miércoles, 2 de octubre de 2019

MIGUEL DELIBES, UN CASTELLANO VIEJO



Nacido en Valladolid en 1920, Miguel Delibes fue el tercero de los ocho hijos de una familia burguesa, lejanamente emparentada con el compositor francés Léo Delibes. En 1936, nada más terminar el bachillerato, se enroló como voluntario en la marina del bando franquista, sirviendo en el crucero Canarias. Al terminar la Guerra ingresó en la Escuela de Comercio, en la Facultad de Derecho y en la Escuela de Artes y Oficios. En 1941 fue contratado en el diario El Norte de Castilla como caricaturista, y allí se inició en la escritura, redactando las críticas cinematográficas. Con sólo veintitrés años obtuvo la cátedra de Derecho mercantil, a los veintiséis se casó con Ángeles de Castro, y un año más tarde, en 1947, ganó el premio Nadal con su primera novela, La sombra del ciprés es alargada, iniciando así su fecunda carrera literaria.

Su segunda novela, Aún es de día, fue mutilada por la censura franquista. Parecidos problemas padeció en el ejercicio de la docencia, y al parecer sólo su condición de excombatiente en el bando vencedor le libró de problemas mayores. En 1950 apareció El camino, su tercera novela, que le consagró definitivamente como uno de los más importantes novelistas de la posguerra. En 1952 ascendió a subdirector de El Norte de Castilla, agravándose sus enfrentamientos con la censura. Aparecieron sucesivamente Mi idolatrado hijo Sisí (1953), La partida (1954), Diario de un cazador (1955), Un novelista descubre América (1956), Siestas con viento sur (1957), Diario de un emigrante (1958) y La hoja roja (1959). Fue nombrado director de su diario, y ya en los sesenta publicó Viejas historias de Castilla la Vieja (1960), Por esos mundos (1961) y Las ratas (1962). En esta época Delibes tuvo tiempo de viajar por Europa, conocer las universidades alemanas y tener con su mujer nada menos que siete hijos, cuatro varones y tres mujeres. Todos tuvieron vocación científica, llegando varios a destacar en sus especialidades.


Tras agrias desavenencias con Fraga Iribarne, entonces ministro de Franco, abandonó la dirección del periódico, pasó seis meses en USA como profesor de literatura en la Universidad de Maryland, y a su regreso publicó Cinco horas con Mario, que gran parte de la crítica considera su mejor novela. También aparecieron por entonces USA y Yo y La milana. Tras visitar Checoslovaquia escribió su Parábola del náufrago, y ya en los setenta abandonó un tanto la narrativa para centrarse en su pasión por la caza. Publicó varios libros de cinegética y algunos cuentos también relacionados con su afición. En 1973 fue elegido miembro de la Real Academia Española y publicó El príncipe destronado. En 1974 falleció su esposa Ángeles, lo que le sumió en una profunda depresión de la que nunca llegaría a recuperarse completamente. Al año siguiente aparecieron Las guerras de nuestros antepasados y El disputado voto del señor Cayo.

Su gran título de los ochenta fue Los santos inocentes (1981), que sería llevada al cine con gran éxito, lo mismo que había sucedido con la versión teatral de Cinco horas con Mario, obra que, protagonizada por Lola Herrera, permaneció varios años en cartelera. Además del Nadal y el premio Nacional de Narrativa, Miguel Delibes fue galardonado con el Cervantes y con el Príncipe de Asturias, amén de un sinfín de otras distinciones, fundamentalmente en su Valladolid natal y en la Comunidad de Castilla y León, pero también obtuvo el reconocimiento de diversas universidades e instituciones dentro y fuera de España. En su último trabajo, El hereje (1998) realizó un homenaje a su ciudad vallisoletana, y toda su obra destila un profundo amor por las tierras y las gentes de su Castilla rural. Falleció a los 89 años en Valladolid y en 2010, a causa de un cáncer colorrectal.
Hoy en Bigotini os brindamos el enlace (clic en la portada) para acceder a la versión digital de su narración El amor propio de Juanito Osuna. Disfrutad la sólida prosa de Delibes y respirad el aroma de Castilla que destila cada párrafo.

Para escribir un buen libro no es imprescindible haber leído El Quijote. Cervantes cuando lo escribió, aún no lo había leído. Miguel Delibes.



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