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sábado, 23 de febrero de 2019

CAESARAUGUSTA, EN LA CONFLUENCIA DE LOS TRES RÍOS



Entre los años 25 y 12, probablemente el año 14 a. de C., en la encrucijada donde convergen con el Ebro los ríos Gállego y Huerva, sobre, o más exactamente cerca del lugar donde se asentaba el oppidum ibérico llamado Salduie, Augusto, el primer emperador del orbe romano y primer hombre que trascendió su corruptible naturaleza humana para convertirse en dios, fundó Caesaraugusta como colonia inmune.
Fue poblada por los veteranos eméritos de las legiones IV Macedónica, VI Victrix y X Gémina, y por la gens aniense, nombre que ostentaban los miembros de la tribu a quienes aquellos ex soldados, ciudadanos libres recién licenciados, consideraban sus hermanos por razones que, aunque no hemos llegado a conocer en detalle, tendrían que ver sin duda con heroicas acciones de guerra, como genuinos descendientes de aquellos míticos jinetes de la turma salluitana que casi un siglo antes, en 91 a. de C. habían sofocado la rebelión de los itálicos, bajo las órdenes del cónsul Pompeyo Estrabón, tal como se plasma en el bronce de Ascoli, el documento más antiguo donde aparecen inscritos y se honran los primeros de nuestros compatriotas de quienes conocemos sus nombres y apellidos (nombre personal y gentilicio).


En el fértil y estratégico valle medio del Ebro, la colonia fue sucesora de la que años antes había fundado Lépido aguas abajo, en las eras de la actual Velilla de Ebro (Lépida Celsa).
La población prerromana debía ser mucho más antigua, como lo prueban los hallazgos de habitación correspondientes al Bronce final, en torno al 700 a. de C. Sin duda oleadas de gentes indoeuropeas que poblaron extensas zonas del valle del Ebro, en la incierta frontera entre las naciones iberas de la vertiente mediterránea peninsular, que desde muy antiguo recibieron influencias de griegos y fenicios, y los belicosos pueblos celtibéricos, pastores de ganados y hábiles jinetes que oteaban el horizonte desde sus poblados construidos sobre elevaciones fortificadas, cabezos y muelas siempre prestas a la defensa.


El trazado de la recién inaugurada ciudad sitúa su decumano máximo paralelo al curso del Ebro, en la actual calle Mayor, mientras el cardo o eje perpendicular corresponde a la actual calle de Don Jaime I, cuya prolongación septentrional atraviesa el río por el puente de piedra, heredero legítimo del primitivo que levantaron sus fundadores. El recinto rectangular se cerraba mediante unas fuertes murallas a las que rodeaba el cursus o coso. En el ángulo noroccidental se elevó majestuosa poco después la torre de la fortaleza de Augusto (actual torreón de la Zuda), atalaya desde la que se dominaba el cauce del Ebro, que entonces y hasta el siglo XVII en que se modificó, discurría perpendicular al actual, siguiendo aproximadamente el trazado del que hoy es puente de Santiago, hasta azotar sus aguas el pie de la muralla, bajo el citado torreón, donde el río trazaba casi un ángulo recto para continuar su natural deriva hacia oriente.


La planta de la ciudad describe un rectángulo de unos 900 x 500 m. en sus ejes principales. Las puertas correspondían aproximadamente a los emplazamientos en que hasta hace no muchos años se situaban las del Ángel, Toledo, Valencia y Cinegia. Las cloacas de época augustal se conservan en muchos tramos. De ello se deducen manzanas cuyas dimensiones pueden situarse en torno a los 54 x 45 m., más o menos semejantes a las de la colonia Celsa, y por cierto también similares a las de otras ciudades coetáneas de la península itálica, como las mismas Pompeya y Herculano, que serían víctimas de la cruel voracidad del Vesubio. La situación del foro se superpondría a la confluencia de D. Jaime I con la plaza de la Seo, si bien no puede descartarse la existencia de dos foros como corresponde a la importancia de Caesaraugusta como cabeza del conventus de su nombre, uno el conocido, llamado foro de Tiberio, y otro hipotético que se situaría en la proximidad del teatro.


La red de cloacas, magnífica por su aspecto y dimensiones en algunos de sus tramos, da pie a la leyenda zaragozana que aseguraba podía ser recorrida por un hombre a caballo. Un extraordinario dupondio de Augusto nos muestra una estatua suya en el foro, entre otras dos de sus hijos adoptivos Cayo y Lucio, grupo escultórico que, como en otras ciudades, probablemente contó con representaciones de toda la familia imperial, como sucede en el caso de Bilbilis.
De la ciudad partían dos vías principales, construidas como calzadas, la que unía Caesaraugusta con Pompaelo (Pamplona), o la denominada vía Augusta, entre la capital y Lépida Celsa. La construcción del teatro fue emprendida por Tiberio en la etapa final de su reinado. Sigue el esquema del teatro de Marcelo en Roma, si bien sus dimensiones son mayores, con capacidad para 6000 espectadores.


En época tiberiana contó con un templo hexástilo dedicado a Augusto divinizado, y otro tetrástilo levantado hacia 33 d. de C. Las termas se construyeron durante la etapa de Claudio. Eran de carácter público y obedecían al esquema que después se popularizó en las grandes de Caracalla. En época flavia se desarrollaron notablemente las construcciones privadas, coincidiendo quizá con el abandono de la colonia Celsa, y durante el siglo II, a lo largo de la dinastía antonina, continuó la prosperidad, la expansión urbana y el apogeo de la ciudad, que llegó a convertirse en uno de los núcleos urbanos más monumentales e imponentes de su tiempo. Caesaraugusta ha conservado además su nombre hasta la actualidad, derivando en las diferentes épocas de su historia de Caesaraugusta a Saragusta, Saraqusta, Saracosta, Çaragoça y finalmente, Zaragoza.
El profe Bigotini, caesaraugustano desde su más tierna infancia, asiste cada día con la mayor emoción, al grandioso espectáculo urbano de su querida ciudad asomada al cristal del padre Ebro, río totémico y columna vertebral de la Iberia sagrada y eterna, y a los prodigios y maravillas que cada día perpetran sus desmesurados habitantes, que son grandes para los reveses, luchando fuertes y rudos…

Si estás triste, abraza un zapato. Un zapato con_suela.



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