
En
el lujoso salón se hicieron corrillos. De vez en cuando sonaba por
encima del rumor general, la risa de alguna joven dama a la que algún
galante caballero requebraba con halagadoras palabras. Lady Hamilton
pidió atención haciendo sonar tintineante la cucharilla en su taza
de té. -Juguemos a las adivinanzas -propuso-, e inmediatamente se
hizo el silencio en la estancia.

Podrá
suponerse la conmoción que causó en los asistentes aquel exabrupto.
Varias jóvenes damas se desmayaron, y algunos caballeros protestaron
indignados. La anfitriona, dejándose oír sobre el tumulto, se
dirigió a su fiel mayordomo, ordenando: -Perkins, traiga el capote
del duque, porque debe dejarnos-. Dirtymouth, avergonzado, suplicó
clemencia: -Milady, os suplico que disculpéis mi incalificable
conducta. Sinceramente, no sé qué me ha pasado. Si tuvieráis la
bondad de perdonarme-... Y como quiera que intercedieron por él
muchas damas distinguidas, algunos importantes caballeros, e incluso
el mismo príncipe de Gales, la anfitriona accedió cortésmente a
disculpar al indiscreto.

Si
grande había sido la conmoción anterior, difícilmente acertaremos
a describir la consternación que siguió a esta reincidente torpeza.
De nuevo lady Hamilton requirió al mayordomo: -Perkins, el capote
del señor, que esta vez sí se marcha-. Y de nuevo la súplica del
invitado que puesta la rodilla en tierra, imploró perdón. -Tenéis
mi palabra- añadió humildemente, -de que no volverá a ocurrir. De
nuevo también muchas damas distinguidas, algunos importantes
caballeros, e incluso el mismo príncipe de Gales, volvieron a
interceder por el duque, de manera que la generosa anfitriona no tuvo
más remedio que acceder otra vez a disculpar la torpeza de su
invitado.

...Un
interminable silencio siguió a las palabras de la anfitriona. Todas
las miradas sin excepción se posaron en Dirtymouth que, apenas
apoyado en el borde de su silla, y con el rostro congestionado,
parecía librar una feroz batalla contra sí mismo. Respiró
profundamente, se incorporó lentamente, y con gran aplomo se dirigió
al mayordomo con estas palabras: -Perkins, campeón, anda y traeme la
chupa, que me piro... porque, chico,... ¡esto es la polla aquí y en
Bombay!
Entre
los miembros de la buena sociedad se estableció el acuerdo tácito
de no referirse jamás en público a este vergonzoso episodio que hoy
en Bigotini, cumpliendo con el sagrado deber de informar puntualmente
a nuestros fieles seguidores de todos los acontecimientos históricos,
hemos desvelado. Naturalmente el duque de Dirtymouth no volvió a
pisar jamás los salones de lady Hamilton. No obstante, hemos llegado
a saber que se convirtió en el amante de muchas damas distinguidas,
de algunos importantes caballeros, y hasta del mismo príncipe de
Gales.
-Oye
papá, ¿qué significa paradoja?
-Verás,
paradoja es que tú seas pelirrojo como el vecino, y tenga que ser yo
quien conteste a tus absurdas preguntas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario