

Para
entonces hacía tiempo ya que las armas de hierro habían sustituido
a las menos eficaces de bronce. Los caballos y los carros de guerra
se habían incorporado a los ejércitos. Antes de Asurnasirpal II la
mayoría de las batallas se libraban en campo abierto, de manera que
cuando un bando se veía en inferioridad, emprendía la retirada, y
de esta forma las bajas del bando derrotado eran relativamente pocas.
También era común el asedio a las ciudades. Tradicionalmente
consistía en que el ejército sitiador rodeaba las murallas
impidiendo la entrada de víveres o de refuerzos, de manera que los
sitiados se rendían por hambre. Tampoco para los sitiadores la
situación era precisamente cómoda. Al final las cosas solían
resolverse con la rendición y sometimiento de la ciudad asediada y
el establecimiento de tributos que se pagaban a los vencedores a
veces durante años. Pero Asurnasirpal II tenía un estilo diferente,
digamos que más brutal. Perfeccionó diferentes máquinas de asedio
que pueden verse en los relieves, con las que su ejército derribaba
las puertas más sólidas. Los guerreros que las manejaban se cubrían
con parapetos que les protegían de flechas, piedras y otros medios
de defensa...
Finalmente,
cuando conseguían entrar en las ciudades, la consigna era no dejar
piedra sobre piedra. Violaban a las mujeres, esclavizaban a los niños
y asesinaban a los defensores con inusitada saña. El empalamiento,
la decapitación y todo tipo de torturas, formaban parte habitual del
repertorio de este sádico. Existe constancia de al menos catorce
campañas bélicas durante su reinado, varias contra los arameos. Por
occidente llegó hasta Fenicia, el actual Líbano, en la costa del
Mediterráneo. Hacia oriente extendió su dominio hasta las
estribaciones de los montes Zagros, donde construyó la mítica
fortaleza de Dur Assur. Estableció su capital en Kalhu, donde
edificó un magnífico palacio. Asurnasirpal II fue también un
incansable cazador (parece que no tenía suficiente con asesinar
seres humanos). Son notables los relieves que le representan en su
carro alanceando leones o tigres.
A
su muerte, como suele ocurrir con frecuencia, la posición del
Imperio asirio se debilitó considerablemente, y acabó
desmoronándose años más tarde. Polvo al polvo y eterna maldición
al infame Asurnasirpal II, uno de los más siniestros personajes de
la Historia.
La
próxima vez que le vea, recuérdeme por favor que no le salude.
Groucho Marx.
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