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lunes, 19 de agosto de 2024

GOETHE Y EL ALMA LITERARIA DE ALEMANIA

 


Johann Wolfgang von Goethe vino al mundo en Frankfurt el 28 de agosto de 1749. Fue el hijo de un abogado y consejero imperial, y de la hija del burgomaestre de su ciudad natal, una familia de la burguesía acomodada, el patriciado urbano de aquel territorio que entonces formaba parte del Sacro Imperio Romano Germánico. El pequeño Johann fue un niño estudioso y brillante, que destacó en lenguas, en dibujo y en ciencias. También se interesó muy pronto por la literatura. Estudió en Leipzig derecho durante apenas tres años, cuando una grave enfermedad, probablemente meningitis, le obligó a abandonar la facultad para volver a Frankfurt, donde le cuidó Katharina Klettenberg, una joven amiga de su madre que fue seguramente su primer amor. Ella le introdujo en el misticismo pietista, y el joven Goethe compuso entonces sus primeros y apasionados poemas.


Regresó a la universidad en 1770, esta vez en Estrasburgo, y un año más tarde defendió allí su tesis doctoral sobre las relaciones Iglesia-Estado, un escrito que causó gran escándalo entre los severos profesores que le calificaron de peligroso ateo. Conoció en ese breve periodo a Federica Brion, que le inspiraría la mayor parte de sus personajes femeninos. Se interesó también por la poesía popular alemana, por el folklore y por las obras de Shakespeare, de Calderón y de Gracián. Colaboró por entonces con Herder en la redacción del manifiesto Sturm und Drang (Tempestad e ímpetu), que muchos consideran el preludio del Romanticismo en Alemania, Su amor no correspondido por Charlotte Buff, prometida de otro joven abogado compañero suyo, le inspiró probablemente el argumento de su primera y más célebre novela: Las penas del joven Werther, una de las piezas más importantes de la narrativa en lengua alemana, que escribió ya de vuelta en Frankfurt.



Goethe entró al servicio del príncipe heredero Carlos Augusto, y fijó su residencia permanente en Weimar. Allí se codeó con poetas e intelectuales de la talla de Wieland, Leopardi, Herder o Schiller. El resto de su existencia iba a transcurrir en aquella corte, bajo la protección del duque y de Ana-Amalia, su madre, entre su domicilio y la Biblioteca ducal, una de las más importantes de Alemania y de la Europa de su tiempo. Abandonó la literatura durante casi una década para interesarse por las ciencias: óptica, geología, química u osteología fueron algunas de las disciplinas a que se entregó. El duque le otorgó un título nobiliario, ingresó en la masonería y conoció a figuras tan importantes de su época como Beethoven, Schopenhauer o Napoleón Bonaparte.

Retomó después su trabajo literario, que se centró sobre todo en la dramaturgia. Obras tan notables como Clavijo, Prometeo, Ifigenia en la Táuride, La selva negra o El gran Copto, obtuvieron gran éxito sobre las tablas. Algunas sirvieron de inspiración a los músicos y se convirtieron en óperas. Pero la que sin duda puede considerarse la gran obra dramática de Goethe y la más universal, es Fausto, monumental drama cuya primera parte se publicó en 1808, y la segunda, ya póstumamente, en 1832, año de la muerte del poeta.


Fausto es seguramente a la literatura alemana lo que El Quijote es a la española, y Goethe representa la máxima cumbre literaria de su nación. En su recuerdo y homenaje, nuestra biblioteca Bigotini os ofrece el enlace con la edición digital de Las penas del joven Werther, novela que no por ser una obra de juventud de su autor, es en nada inferior a sus trabajos de madurez. Haced clic en este enlace y sumergíos en el tormentoso, apasionado y desesperado romanticismo de Johann Wolfgang von Goethe.

 

https://www.dropbox.com/home/Profesor%20Bigotini?d=1&preview=Werther.pdf

 

El hombre más peligroso es aquel que no tiene nada que perder. Johann W. Goethe.


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