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domingo, 2 de junio de 2024

LOS COMIENZOS DEL REINO DE ARAGÓN

 


Tras la fragmentación de al-Andalus en diversos reinos de taifas, los núcleos cristianos nororientales peninsulares también se aplicaron a expandir su territorio a costa de los musulmanes, pero durante el siglo XI, sus progresos no fueron ni de lejos comparables a los de Castilla y León. Particular debilidad afectó al reino de Pamplona. García Sánchez III, que había sucedido a Sancho III el Mayor, fue derrotado en Atapuerca por su hermano Fernando, primero en ostentar el título de rey de Castilla. Los navarros perdieron el territorio burgalés de la Bureba, que ya nunca recuperarían.

Con Navarra debilitada, el protagonismo de la expansión cristiana en la Hispania oriental correspondió a Aragón. En origen, un condado que se elevó a la categoría de reino a partir de su primer monarca, Ramiro I, en 1035. Ramiro también era hijo del pamplonés Sancho III el Mayor. En 1044 aprovechó la muerte de su hermanastro Gonzalo, para ampliar el territorio aragonés, incorporando los condados de Sobrarbe y Ribagorza.



Ramiro era ambicioso. Se decidió a atacar la taifa de Zaragoza, y encontró la muerte en Graus. Su sucesor, Sancho Ramírez, organizó con la ayuda de caballeros franceses, una cruzada contra Barbastro en 1064. La plaza fue ocupada, pero vueltos a su tierra los guerreros ultrapirenaicos, se perdió ante la contraofensiva de los musulmanes zaragozanos. Poco después, en 1076, Sancho Ramírez se proclamó rey de Pamplona tras el asesinato en Peñalén de Sancho IV, el rey navarro. Aragón y Navarra volvían a estar unidos, pero esta vez el protagonismo correspondía a los aragoneses. Sancho Ramírez continuó su expansión hacia el sur, conquistando sucesivamente entre 1083 y 1091, Graus, Arguedas, Monzón y Montearagón. Se le resistió Tudela, que permaneció bajo dominio musulmán.

Pedro I, sucesor de Sancho Ramírez en 1094, venció a los musulmanes en la batalla de Alcoraz, lo que hizo posible la conquista de Huesca en 1096 y definitivamente la de Barbastro en 1100. Incorporó poco después a Bolea y a Calasanz.

Con los avances territoriales de Pedro I, Aragón se hizo dueño de la denominada Tierra Llana, una región extensa y fértil en la que permaneció buena parte de su población musulmana, y que además fue objeto de repoblación por montañeses aragoneses que descendieron a los valles, y por señores de la guerra llegados desde Francia. La zona más poblada, entre los ríos Gállego y Cinca, se constituyó en principal motor económico del reino, desarrollándose en ella una pujante agricultura, sustentada en buena medida en el trabajo de las gentes del común, en la pericia de artífices y hortelanos musulmanes, y en la riqueza forestal de sus extensos bosques.


En la región más oriental, los condes de Barcelona lograron también importantes avances territoriales. Ramón Berenguer I a partir de 1070, inició la repoblación de la comarca de Tárrega. Ramón Berenguer II repobló los llanos de Urgell en 1082, y su hermano Berenguer Ramón II, el Campo de Tarragona en 1097. Poco antes, en 1090, fue restaurada la diócesis tarraconense, que en tiempos preislámicos había sido, junto a Toledo, Sevilla y Zaragoza, una de las sedes episcopales más importantes de la Hispania visigoda. No obstante, los principales progresos catalanes no se lograrían hasta los tiempos de Ramón Berenguer III, que conquistó Balaguer, y sobre todo de Ramón Berenguer IV, que ya en pleno siglo XII, mediante su matrimonio con la reina aragonesa Petronila, entonces todavía una niña, recibió el título de príncipe de Aragón, sellando en lo sucesivo la unión del reino de Aragón y los condados catalanes bajo la Corona aragonesa.

La risa es un buen comienzo para cualquier amistad, y está lejos de ser un mal final. Oscar Wilde.


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