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martes, 16 de abril de 2024

LUMBALGIA, UNA PLAGA DE NUESTRO TIEMPO

 


Sufrida por el 80% de los adultos, y por más del 90% de los mayores de 60 años, la lumbalgia es la patología musculoesquelética más común. Representa, junto con gripes y catarros, una de las primeras causas de consulta, y constituye la primera causa de baja laboral. En no pocas ocasiones la lumbalgia está causada o agravada por determinadas tareas, movimientos o posturas que se adoptan en el trabajo.

El dolor del tercio inferior de la espalda puede obedecer a diferentes causas. Sobresalen entre ellas las discopatías, desplazamientos discales y hernias de disco. También son frecuentes las lumbalgias de origen degenerativo, artrosis y adelgazamiento de los discos intervertebrales, en ocasiones con formación de osteofitos. Siempre que existe compromiso radicular o incluso medular, la presencia de dolor está garantizada. En todos los casos es necesario practicar un diagnóstico preciso, que nos proporcionará certeza para prescribir la terapia adecuada a cada lesión. Sin embargo, con bastante frecuencia nos encontramos ante lumbalgias inespecíficas definidas como dolor en la parte inferior de la espalda que emana de músculos, articulaciones, discos o ligamentos, pero no de lesiones graves o irremediables. Tampoco se debe a fracturas, traumatismos ni enfermedades sistémicas (infecciones, trastornos vasculares, tumores…). Son sencillamente lumbalgias inespecíficas. Una entidad sin mayor complicación, pero que constituye una de las más extendidas plagas de nuestro tiempo.


Al emprender estudios epidemiológicos nos encontramos con una paradoja importante: las radiografías, resonancias magnéticas y otras pruebas complementarias de diagnóstico por la imagen, sólo muestran “hallazgos sin importancia”, tales como desgastes discales, pequeños desplazamientos o escoliosis. Ahora bien, sucede que estos mismos hallazgos los encontramos en personas sanas que no muestran dolor o molestia alguna. Sin embargo, en los pacientes de lumbalgia inespecífica el dolor puede llegar a ser tan intenso que incapacite, al menos temporalmente, para realizar aun las tareas más elementales y cotidianas.

Las pruebas diagnósticas citadas están indicadas en pacientes que presentan el cuadro por vez primera. Sin embargo, una vez que se han descartado las lesiones y patologías a que hice referencia más arriba (discopatías con compromiso radicular, tumores, infecciones, etc.), no es necesario realizar más pruebas. Incluso resulta contraproducente someter a radiaciones una y otra vez a los pacientes para obtener resultados idénticos mes tras mes y año tras año. Sin embargo la práctica habitual en nuestro país es la contraria, debido a la presión asistencial. El paciente ha llegado a estar tan acostumbrado a considerar que si no le prescriben una resonancia o al menos una placa radiográfica, no le están atendiendo de forma adecuada, que simplemente no contempla la posibilidad de una negativa en este sentido. Lo peor es que los propios médicos de asistencia primaria, e incluso los especialistas, consienten en ello y las prescriben motu proprio  de forma reiterada, sin oponer resistencia ni intentar siquiera una praxis correcta.

Las señales de alerta ante una lumbalgia serían fundamentalmente el dolor intenso y duradero en una persona menor de 55 años, y no influido por posturas, movimientos o esfuerzos, mal estado general, pérdida de peso, fiebre…, síntomas que deberían orientarnos hacia una enfermedad sistémica; o bien pérdida de fuerza muscular, anestesia “en silla de montar”, dolor radicular o irradiado que persiste más de seis semanas, o que aparece sólo al caminar, etc. En éste último caso la orientación correcta será hacia la cirugía.

En cuanto al tratamiento, conviene precisar algunos principios básicos:

En primer lugar, el reposo en cama no está recomendado en ningún caso de lumbalgia. Muy al contrario, conviene mantener el mayor nivel de actividad física que el dolor permita en cada caso. En último extremo, podrá considerarse el reposo en cama por un máximo de 48 horas, limitado a las lumbalgias agudas en las que el dolor sea tan intenso e incapacitante que no permita la adopción de otra postura. El ejercicio físico sistemático, más allá de las actividades cotidianas, como tal no está recomendado en plena crisis aguda, pero sí cuando el dolor persiste más de seis semanas. En cuanto al tipo de ejercicios recomendables, lo ideal es seguir las indicaciones del fisioterapeuta, asistiendo si es posible a sesiones de espalda sana o practicando la hidroterapia en piscinas especialmente acondicionadas. A falta de guía, como cualquier ejercicio resulta mejor que la inactividad, el paciente realizará aquel que le resulte más grato y le cause menores molestias.

El tratamiento farmacológico se llevará a cabo en todo caso siempre bajo control médico. Es posible consumir fármacos para el dolor, ya sea paracetamol (solo o en combinación con opiáceos suaves como la codeína), antiinflamatorios o miorrelajantes durante un máximo de tres meses, tanto en la lumbalgia aguda como en las crisis de los casos crónicos. En personas con lumbalgia crónica intensa pueden recomendarse también antidepresivos clásicos (tricíclicos y tetracíclicos), estén deprimidas o no, y parches de capsaicina. Como tratamiento de tercera línea, podrán prescribirse los opiáceos (sobre todo, tramadol) en los agravamientos de lumbalgias crónicas.

Son particularmente recomendables los grupos de espalda sana, sobre todo en las lumbalgias funcionales de origen laboral. Los centros y profesionales que enseñen al paciente a manejar de manera activa su problema (es decir, mediante terapia física, volviendo a la actividad anterior...) resultan eficaces para mejorar el dolor de las personas con lumbalgias que superan las seis semanas.

Algunos pacientes con lumbalgia intensa y crónica tienen un comportamiento que está determinando el mal pronóstico de su enfermedad. El miedo al dolor les lleva a no moverse y se introducen en un círculo vicioso que agrava su estado. En estos casos, puede resultar recomendable derivarlos a un programa cognitivo-conductual, es decir, métodos que modifiquen su actitud ante el dolor y promuevan la confianza en su capacidad física. Por ejemplo, se establecen programas de ejercicio físico con unos objetivos fáciles de cumplir, relajación, etc.

Es controvertida la utilidad de las infiltraciones con diversas sustancias, así como de la ozonoterapia en los discos intervertebrales.

La fisioterapia es la mejor opción en un importante número de casos, combinando las técnicas manuales con la electroestimulación y la analgesia.

En último extremo, la cirugía, la neurocirugía, resolverá aquellos casos en los que se haya evaluado convenientemente y decidido la idoneidad de la indicación quirúrgica.

Si das la espalda serás un maleducado, si no la das nunca, serás desconfiado; palméala y te llamarán adulador; golpea por la espalda y te tacharán de traidor; dispara por la espalda y te ahorcarán. Liberty Balance, forajido.


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