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sábado, 20 de enero de 2024

HERGÉ, TINTÍN, LUCES ARTÍSTICAS Y SOMBRAS IDEOLÓGICAS

 


Nacido en 1907, Georges Prosper Remi, más conocido por su seudónimo de Hergé, era hijo de Alexis Remi, un modesto empleado de una sastrería, y de Elizabeth Dufour, ama de casa. Su infancia transcurrió en su localidad natal de Ettelbeek, en la Bélgica de habla flamenca. Con la ayuda del patrón de su padre, el pequeño Georges abandonó a los siete años la escuela pública para cursar con los jesuitas los estudios secundarios. La educación religiosa que recibió, así como su posterior pertenencia a la federación de boy scouts católicos, le inclinaron ya desde muy joven hacia la ideología conservadora que mantuvo el resto de su vida. Puede decirse que el joven Hergé fue un muchacho de derechas. Se aficionó muy pronto al dibujo, y sus primeros trabajos como prometedor historietista aparecieron en la revista Le Boy Scout, a partir de 1924. Comenzó entonces a firmar como Hergé, seudónimo que le acompañaría siempre y corresponde a las iniciales RG, Remi Georges, pronunciadas en francés, Her-gé.

Su primera serie, Totor, se publicó en la revista scout hasta 1930. Pero al finalizar el bachillerato en 1925, y tras cumplir el servicio militar un año más tarde, dibujó la mayor parte del tiempo para Le XXème siecle, periódico ultraconservador de orientación clerical y nacionalista que a partir de 1928, editó un suplemento infantil, Le Petit Vingtième, dirigido e ilustrado casi íntegramente por Hergé que al poco tiempo se comprometió con Germaine Kickens, la secretaria del director del periódico. Allí su personaje de Totor comenzó su tarea de reportero de sucesos, se acompañó de un pequeño fox terrier blanco llamado Milou, y terminó por cambiar su nombre por el de Tintín, personaje destinado a hacerse mundialmente célebre, lo mismo que su joven autor.

La primera aventura larga de Tintín, fue Tintín en el país de los Soviets, donde el héroe viajaba a la Unión Soviética para enfrentarse a los bolcheviques. Se publicó en mayo de 1930. Tintín en el Congo, aventura apologética del colonialismo belga, cargada de un racismo paternalista, fue la segunda, y en 1932 le siguió la tercera, Tintín en América. Aun antes de la ocupación nazi de Bélgica se publicaron Los cigarros del faraón, El loto azul, La oreja rota y La isla negra, y ya en plena ocupación vieron la luz Tintín en el país del oro negro, El cangrejo de las pinzas de oro, donde debutó el capitán Haddock como habitual acompañante del héroe, La estrella misteriosa, El secreto del Unicornio, El tesoro de Rackham el Rojo, Las siete bolas de cristal, El templo del Sol y El cetro de Ottocar. En estos últimos títulos, todos aparecidos ya en plena Segunda Guerra Mundial, Hergé trató intencionalmente de esquivar cualquier tema que pudiera tener relación con la actualidad política y bélica, probablemente consciente de lo incierto del resultado final de la contienda. Pero lo cierto es que continuó su trabajo en publicaciones como la citada y como Le Soir, diario que se declaraba abiertamente colaboracionista y filonazi.

Durante el bienio 1944-46 se estableció una especie de cordón sanitario en torno a Hergé, hasta que el editor Raymond Leblanc, reputado héroe de la Resistencia, le rehabilitó y financió la nueva revista Tintín que publicada no sólo en el área francófona, sino en muchos otros países traducida, relanzó al artista y a su personaje a nivel mundial, alcanzando tiradas semanales de hasta 100.000 ejemplares, algo insólito en su momento. Fue en esa época cuando, aprovechando la edición en color de las primeras aventuras, se maquillaron un tanto los aspectos fascistoides, por ejemplo en Tintín en el Congo o en La estrella misteriosa, donde el principal villano de la historia era en principio un judío neoyorquino, que se cambió por un magnate de un país suramericano imaginario. En fecha ya tan tardía como 1973, Hergé reconoció en una entrevista su fascinación juvenil por el “Nuevo Orden”, y terminaba confesando: mi ingenuidad en aquella época rozaba la necedad, podríamos decir que incluso la estupidez. Una frase que bien podría haber puesto su autor en los bocadillos de los inspectores Hernández y Fernández.

En los últimos años 40 sufrió Hergé una crisis personal, síndrome depresivo que afectó a su trabajo. No pudo publicarse la siguiente aventura de Tintín, Objetivo: la Luna, hasta 1950. Hasta entonces el autor siempre había trabajado en solitario, pero en abril de 1950 se crean los Estudios Hergé, donde colaboraron diversos ayudantes. Aquella producción más industrializada restó acaso algo de la primitiva ingenuidad de Tintín, pero aportó un plus de calidad importante. Se terminaron entonces Aterrizaje en la Luna y El asunto Tornasol, considerado por muchos especialistas y críticos el mejor de los álbumes de Tintín, y uno de los cómics más conseguidos de la historia. En 1956 apareció Stock de coque, y en 1958 Tintín en el Tibet. Las joyas de la Castafiore se publicó en 1961, Vuelo 714 para Sidney, en 1966, El lago de los tiburones, en 1969, y Tintín y los pícaros, que fue la última gran aventura del personaje, ya en 1975.

En su última época, Georges Remi se dedicó a viajar, se divorció de su primera esposa, Germaine, para casarse con Fanny Vlaminck, una joven dibujante de los Estudios Hergé, y se entregó al psicoanálisis en las tumbonas más mullidas de los psicoanalistas suizos más prestigiosos y caros. Falleció en 1983 a causa de una leucemia. En casa Bigotini, con independencia de las tendencias políticas del joven Georges Remi o de los arrepentimientos, sinceros o no, del Remi maduro, consideramos a Hergé el artista, uno de los grandes nombres del cómic del siglo XX, y a su personaje, Tintín, todo un referente del género. Os dejamos como siempre, con algunas páginas e ilustraciones del artista y su personaje.




















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