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jueves, 22 de junio de 2023

2001, UNA ODISEA CINEMATOGRÁFICA

 



Si existe una película que responde y ejemplifica esa expresión de película de culto con que a veces se las etiqueta, esa es sin duda 2001, una odisea espacial. Estrenada en 1968, año revolucionario en más de un sentido, partió de una vaga idea de Stanley Kubrik, casi una especie de sueño en duermevela, que le asaltó tras leer El Centinela, un relato breve de Arthur C. Clarke. Puestos ambos en contacto, colaboraron en el guión, un trabajo a cuatro manos que Clarke simultaneó con la escritura de su novela del mismo título que el filme, mientras Kubrick, acuciado por repentinas urgencias, trabajaba en la localización de exteriores, el diseño de los decorados, y hasta comenzaba a filmar ya alguna escena. De aquella manera tan inusual terminó de realizarse y vio por fin la luz la que probablemente fue la obra maestra de su autor y una de las películas más redondas de la Historia del Cine. Los efectos visuales, que por cierto obtuvieron el único Oscar con que se premió, resultan hoy quizá demasiado simples para espectadores neomilenarios, pero siguen funcionando y cumpliendo a la perfección su cometido. Está también la impresionante banda sonora con músicas de Richard y Johann Strauss y de Ligeti, un sonido que convierte en obligatorio el visionado en una buena sala de cine, aquí el video o el CD domésticos no funcionan. Está por supuesto, la antológica escena de la muerte (en realidad el asesinato) de HAL 9000, la computadora de a bordo, un singular ejemplo de la lucha entre el hombre y la máquina.

En cuanto al mensaje o la moraleja del filme, se ha especulado mucho sobre ello. Acaso demasiado. No han faltado ni faltan exégetas empeñados en buscarle tres pies filosóficos y hasta metafísicos al gato de los tres monolitos: el de la Luna, el de la Tierra protohumana, y el de la vecindad de la órbita del gigante joviano, con ración de surrealismo y embrión incluidos. Lo cierto es que los mismos Kubrick y Clarke, interrogados hasta la saciedad sobre el particular, no son capaces de alcanzar un acuerdo. Sencillamente se propusieron escribir y filmar la Odisea que promete el título, más preocupados por suscitar el interés del lector/espectador que de cualquier otra consideración mística. En el caso concreto de Stanley Kubrick, se planteó y consiguió realizar una obra de arte que fascina desde el primer fotograma.

Desde Bigotini os invitamos a visionar (clic en el enlace) la secuencia del acoplamiento de la nave con el fabuloso fondo musical de El bello Danubio azul. Deleitaos con ello durante unos minutos. 

https://www.youtube.com/watch?v=0ZoSYsNADtY

Próxima entrega: James Dean


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