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domingo, 8 de enero de 2023

MIRA NERO DE TARPEYA

 


Tras la muerte de Claudio envenenado por Agripina, su viuda, le sucedió en el trono el hijo de ésta, Nerón Claudio César Augusto Germánico, conocido simplemente como Nerón, que entonces era todavía un adolescente imberbe. Los primeros años de su mandato fueron una balsa de aceite. Agripina confió la educación del muchacho a Séneca, un filósofo de origen hispano, cordobés concretamente, que predicaba el estoicismo aunque era multimillonario y vivía rodeado de lujos. En cualquier caso, Séneca fue un gobernante sensato, como lo fue también Burro, amigo y consejero de Agripina, que a pesar de su nombre, era hombre moderado y razonable. Así que todo parecía ir bien en Roma hasta que Nerón hizo lo que en expresión pasada de moda se llamaba “el cambio”. No fue sólo que le cambiara la voz y le crecieran pelos en el bigote. Lo del chico fue un cambio radical acaso fruto de la tara genética que fue la maldición de la dinastía Claudia. Le cambió el carácter, se hizo soberbio, narcisista hasta el extremo, y añadió a su comportamiento un toque de crueldad que a la postre llegaría a eclipsar hasta los crímenes de Calígula. Si hemos de creer a Tácito y a otros cronistas, padecía también un acentuado complejo de Edipo alimentado por Agripina, su madre, que según las malas lenguas fue también su primera amante.



En un arranque paranoico ordenó la muerte de Británico, el hijo de Claudio, porque pensó que quizá un día pudiera hacerle sombra. Nerón tenía entonces veintiún años, estaba felizmente casado con Octavia, una joven honesta, y felizmente amancebado con Acté, una amante oficial discreta y fiel. Fue en ese momento cuando conoció a Popea, que los cronistas describen como una Agripina en el esplendor de su belleza, desvergonzada, sensual y calculadora. Popea manipuló a Nerón hasta convencerle de que su madre conspiraba contra él. Intentó primero envenenarla, después ahogarla, y finalmente murió destripada por un sicario.

Empujado por Popea, Nerón abandonó el gobierno para dedicarse a sus pasiones: competir en el Circo como auriga y entonar versos en el teatro acompañado de actores y de músicos. Naturalmente del gobierno se ocupó la misma Popea, y como el viejo Séneca se convirtió en un estorbo, intrigó para suprimirlo. El filósofo no esperó al verdugo y se suicidó tomando cicuta y cortándose las venas en la bañera. También se suicidó Lucano, otro cordobés pariente de Séneca, un poeta de veintiséis años cuyo único delito fue superar a Nerón en unos juegos poéticos.



Octavia, la fiel esposa repudiada, fue la siguiente víctima. Fue asesinada con sólo veinte años. El brazo ejecutor de ese y muchos otros crímenes era un oscuro personaje llamado Tigelino, un desalmado, hombre de confianza de Popea y posiblemente algo más que eso.

Los delirios de grandeza del emperador eran cada vez mayores. Se le metió en la cabeza erigir un palacio enorme y suntuoso en el mismo centro de Roma. Pasaba muchas horas trabajando en el proyecto rodeado de artífices que dibujaban planos y construían maquetas. El problema principal era que Roma estaba ya totalmente construida y no quedaba espacio para edificar. Si Nerón fue o no responsable del pavoroso incendio que arrasó la Urbe ha sido y sigue siendo un asunto controvertido. El incendio se produjo cuando el emperador se encontraba en Anzio, pero la tradición pinta siempre a Nerón contemplando embelesado el fuego desde la roca Tarpeya. Es tema que inspiró a los poetas en siglos posteriores. Recordemos el viejo romance castellano que comenzaba:

Mira Nero, de Tarpeya,

a Roma cómo se ardía.

Gritos dan mozos y viejos,

y él de nada se dolía.

Fuera o no el autor material, había que echar a alguien la culpa. Con razón se dice que el mejor amigo del hombre es el chivo expiatorio. Así que Nerón acusó de incendiarios a los miembros de una extraña secta religiosa de la que los romanos apenas habían comenzado a oír hablar. Aquellos primeros cristianos de Roma fueron crucificados y quemados en el Circo o sirvieron de alimento a las fieras. Fue la primera gran persecución, que no haría sino añadir leña al fuego de la leyenda negra del personaje.



Popea murió muy joven tras sufrir un aborto. Nerón se consoló tomando como esposa a un joven llamado Sporo, que tenía un extraño parecido con la difunta Popea. Antes de llevarlo al tálamo lo hizo castrar. También se consoló con su arte, realizando una tournée por Grecia. En las carreras de Olimpia llegó el último, pero los jueces le proclamaron unánimemente vencedor. Los astutos griegos sabían bien cómo halagar su vanidad. Le hicieron ganar todos los torneos en los que participó. Cuando declamaba sus ripios durante horas, en los teatros se hacían unos silencios que culminaban con atronadoras ovaciones… El emperador romano eximió a Grecia de pagar tributos.

Pero mientras en Grecia Nerón disfrutaba sus éxitos, en Hispania y en la Galia se estaba fraguando su final. En efecto, el cónsul Galba al frente de sus ejércitos hispanos, en connivencia con el Senado se aprestó a derrocar al tirano. Los senadores proclamaron emperador a Galba, y Nerón se dio cuenta repentinamente de que estaba solo. Cuentan las crónicas que cuando pidió a un oficial de la guardia que le acompañase en la huida, éste le contestó con un verso de Virgilio: ¿Tan difícil es, pues, morir?

Para él resultó muy difícil, pues intentó varias formas de suicidio sin éxito. Finalmente Epafrodito, su secretario, le degolló, y murió desangrado. Al llegar los hombres de Galba respetaron el cadáver. Le enterraron piadosamente su vieja nodriza, y Acté, aquella fiel amante a la que había abandonado tiempo atrás.

Conocí a un tipo que encontró en el armario a tantos amantes de su mujer, que tuvo que divorciarse sólo para tener dónde colgar la ropa. Groucho Marx.


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