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sábado, 10 de diciembre de 2022

ESTRÉS. CUANDO AMENAZA EL PELIGRO


 

El estrés es una respuesta reactiva del organismo, natural y fisiológica, ante cualquier estímulo externo que se perciba como amenazante. Se trata pues de un mecanismo natural de defensa. El hecho de que en ciertos casos se considere al estrés como una enfermedad, deriva de su asociación con los trastornos de ansiedad, y del hecho indiscutible de que una situación de estrés intensa, prolongada y repetida, da lugar en ocasiones a una serie de alteraciones físicas, psicológicas y del comportamiento, que se encuadran en el territorio de lo patológico.

Hans Selye, observó en la década de 1930 mientras realizaba prácticas en el Hospital Universitario de Viena, que todos los enfermos hospitalizados sin excepción, presentaban una serie de síntomas comunes como ansiedad, sensación de cansancio, pérdida de apetito y pérdida de peso. Tales síntomas eran universales e independientes de los propios de cada enfermedad. Selye denominó en un primer momento a estos síntomas, síndrome de estar enfermo. Más tarde prosiguió sus investigaciones en Montreal, y adoptó para este conjunto de síntomas psicofísicos la expresión más adecuada de síndrome general de adaptación. Una respuesta inespecífica ante cualquier demanda que se vivencie como peligrosa o preocupante.

Como factores o mecanismos desencadenantes del estrés, se han descrito entre otros, los siguientes:

  • Situaciones inesperadas que fuerzan a procesar información con rapidez.
  • Estímulos ambientales nocivos.
  • Percepciones de amenaza.
  • Alteración de las funciones fisiológicas (enfermedades de base, adicciones…).
  • Situaciones de aislamiento o confinamiento.
  • Bloqueos de intereses.
  • Presión del grupo.
  • Frustración.
  • Sensación de fracaso. No consecución de objetivos.
  • Relaciones sociales complicadas o fallidas.

El síndrome general de adaptación se desarrolla en tres etapas:

    1. Fase de alarma. Se trata de la reacción inmediata ante un estímulo externo. Predomina la respuesta del sistema nervioso simpático, mediante vasoconstricción, midriasis, taquicardia, taquipnea, liberación de catecolaminas (adrenalina), cortisol y encefalina. Se produce también un aumento de glucosa en sangre, factores de coagulación y aminoácidos. En definitiva, el organismo se apresta a la lucha, mientras otras funciones “superfluas” se detienen (por ejemplo la digestión). Es una reacción primitiva propia del animal que todos llevamos dentro, una disposición a la supervivencia. Atacar, defenderse o huir.
    2. Fase de adaptación. El organismo adopta contramedidas defensivas frente a la agresión. Si este estado se prolonga lo suficiente, se van desgastando las reservas. Como consecuencia de ello, pueden producirse trombosis, ansiedad, depresión, inmunodeficiencia, dolores musculares, insomnio, trastornos de la atención, diabetes…
    3. Fase de agotamiento. Por último, si la situación estresante se prolonga por mucho tiempo, se agotan las defensas. En el plano metabólico pueden producirse fracasos que dan lugar a alteraciones como diabetes, cardiopatías, disturbios hormonales, disminución de la libido, insuficiencia hepato-renal… En el plano neurológico se produce atrofia dendrítica, neurotoxicidad y daño neuronal que desemboca en trastornos severos de la memoria, del sueño, del comportamiento…

En Medicina del Trabajo el estrés ha cobrado en los últimos tiempos una gran relevancia. No obstante, conviene huir de cualquier generalización, y estudiar cada caso de forma individual, ya que si bien es cierto que una gran variedad de condiciones organizativas y ambientales, son capaces de generar estrés, también es verdad que diferentes individuos responden a las mismas condiciones laborales de maneras diferentes, y que la intensidad y el grado del estrés son difíciles de evaluar en los trabajadores. Admitida esta complejidad, podemos hacer algunas afirmaciones acerca de la relación entre estrés y ambiente laboral:

  • Las situaciones de estrés prolongado provocan en las plantillas cambios conductuales tales como aumento del absentismo y de las enfermedades crónicas.
  • La existencia de un ambiente laboral inadecuado, con ruido, contaminación, cambios bruscos de temperatura, etc., tiende a generar estrés.
  • La monotonía de los trabajos, tareas y gestos repetidos, actúan como estresantes.
  • Contribuyen a producir estrés las condiciones laborales difíciles, baja calidad en el trato, bajos salarios, condiciones de trabajo inestables, falta de seguridad social, deterioro en la valoración social, indefinición de los puestos, frecuente movilidad y/o turnicidad.

Por último, conviene ocuparse de las medidas preventivas y paliativas frente al estrés. Los especialistas están de acuerdo en que determinadas características de las personas pueden hacerlas más resistentes a padecer estrés, y por lo tanto serán capaces de superar con mayores garantías de éxito las demandas a que se ven sometidas. Algunas de estas características son:

  • Personalidad madura.
  • Inteligencia.
  • Sentido del humor.
  • Preparación académica.
  • Autoestima.
  • Empatía.
  • Autocontrol.
  • Iniciativa.
  • Confianza.
  • Sentimiento de eficacia.
  • Optimismo.
  • Fortaleza.
  • Sentido de la coherencia…

Entre las medidas para combatir el estrés, se recomiendan las siguientes:

  • Mantener una buena forma física, mediante la práctica regular de ejercicio.
  • Seguir una dieta saludable.
  • Reír con frecuencia. La risa libera endorfinas, sustancias que hasta donde sabemos, constituyen el remedio más eficaz frente a las situaciones de estrés.
  • Saber desconectar. Un clima agradable en la vida personal extralaboral, influye de forma extraordinariamente positiva.
  • Tomarse un tiempo para el juego. Existe algún estudio que relaciona los juegos de mesa y de grupo con la liberación de endorfinas.

Procurad ser felices y no sucumbir al maldito estrés, a pesar de los malos tiempos.

En la vida hay tres clases de personas: las que saben contar y las que no.  Homer Simpson.


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