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jueves, 22 de julio de 2021

MARTÍNEZ ANIDO. SOMBRAS DE LA ESPAÑA NEGRA

 


Severiano Martínez Anido fue uno de los principales exponentes de la España militarista y totalitaria del siglo XX. Nacido en El Ferrol (como Franco) en 1862, hizo su carrera militar en las campañas de Filipinas y Marruecos, alcanzando el empleo de coronel en 1909 y el de general de brigada en 1914. Fue director de la Academia de Infantería de Toledo y gobernador militar de Guipúzcoa. Ascendió en 1918 a general de división, y poco después a teniente general.

Su bien ganada fama de feroz represor tuvo como escenario la Barcelona de 1919 y los años siguientes, periodo en el que ostentó el cargo de gobernador militar, al que añadió en  1920 el de gobernador civil de la capital catalana.

Su nombramiento fue consecuencia del giro político que experimentó el gobierno de Eduardo Dato hacia posiciones más conservadoras y reaccionarias frente a los movimientos obreros que bullían en toda España y de manera muy especial en Barcelona. Martínez Anido tenía fama de hombre de hierro, por lo que el político catalanista Francisco Cambó, influyó en Madrid sobre el gobierno de Dato para que se produjera el nombramiento. Anido fue respaldado unánimemente por la prensa conservadora catalana y la nacional. Recibió apoyos de los militares más significados del momento, e incluso el apoyo explícito del mismo Alfonso XIII.



En Cataluña se suspendieron las garantías constitucionales, y esa era la ocasión que esperaba Martínez Anido para dirigir su brutal represión sobre las organizaciones obreras, especialmente contra la CNT. Anido auspició el auge de los llamados “Sindicatos Libres”, en realidad verdaderos rompehuelgas lacayos de la patronal catalana Fomento del Trabajo Nacional, y alentó el resurgimiento del movimiento ultraderechista del Somatén. Se alió con el jefe superior de policía, el general Miguel Arlegui, y ambos formaron un tándem brutal e instituyeron un reino del terror en el que no faltaron detenciones ilegales, torturas y todo tipo de métodos violentos. Aquellos negros días de nuestra historia vieron nacer la tristemente célebre Ley de Fugas, que permitió en la práctica muchos asesinatos alevosos, la dialéctica de las pistolas y el tiro en la nuca.

Eduardo Dato fue asesinado en marzo de 1921, sucediéndole como presidente del Consejo de Ministros José Sánchez Guerra. Para entonces la furia desatada de Martínez Anido escapaba ya abiertamente al control del gobierno, y Sánchez Guerra lo destituyó en octubre de 1922, lo que no impidió que fuera despedido con grandes fastos y honores por la flor y nata de la burguesía industrial catalana que le homenajeó en el Hotel Ritz y le nombró hijo adoptivo de Barcelona.


Al implantarse el Directorio Militar y la dictadura de Miguel Primo de Rivera, Martínez Anido fue nombrado subsecretario de Gobernación, a la par que su compinche Arlegui fue elevado al cargo de director general de Seguridad. Poco después, en diciembre de 1925, Anido fue nombrado ministro de Gobernación y vicepresidente del Consejo de Ministros, la mano derecha y brazo ejecutor de Primo de Rivera. Tuvo entonces carta blanca para aplicar sus “políticas”, y en aquel periodo fue especialmente duro con los intelectuales a los que despreciaba profundamente. Entre sus frases famosas de aquel periodo destacan: “Yo cortaría varias cabezas de intelectuales para que no molesten más”, o aquella otra: “Si por mí fuera, Unamuno no llegaría vivo a Fuerteventura”, que pronunció ante sus periodistas afines cuando se decretó el destierro de Don Miguel.

La dimisión de Primo de Rivera en 1930 supuso también su salida del gobierno, y la proclamación de la República en el 31 le aconsejó tomar las de Villadiego y exiliarse en Francia. Desde allí conspiró todo lo que pudo contra el régimen constitucional. Participó en un intento de golpe frustrado en 1935.


Al producirse la sublevación en 1936 regresó a España, y en octubre del 37 Franco le nombró jefe de los servicios de Seguridad interior, Orden Público y Fronteras, encargándole de la censura de espectáculos entre otros cometidos. En enero del 38, todavía en plena guerra, se encargó del ministerio de Orden Público. El historiador Hugh Thomas sostiene que aquel nombramiento, con un Martínez Anido ya viejo y enfermo, tuvo como único objeto sembrar el pánico entre los republicanos. No obstante, aun viejo y enfermo, aplicó sin titubear su política de represión, hasta el punto de que Eberhard von Stohrer, embajador de la Alemania nazi en la España franquista, envió un informe a Berlín señalando que los métodos de Martínez Anido eran inadmisibles y causaban malestar incluso a los falangistas.

Tuvo tiempo de organizar la cooperación policial con los demás regímenes fascistas. Solicitó a Alemania el asesoramiento de un grupo de expertos de las SS  y la Gestapo para instruir a la nueva policía franquista. Firmó también un tratado de extradición mutua con Himmler. Falleció Anido en diciembre de 1938. Su ministerio pasó a llamarse de la Gobernación, y fue asumido por Ramón Serrano Suñer, el cuñado de Franco. En 2008 fue imputado póstumamente por el juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón por los delitos de detención ilegal y crímenes de lesa humanidad.


En el terreno personal se mostró igual de intransigente y feroz que en su labor política. Quienes le conocieron aseguran que consumía diariamente una botella de coñac. Casado con la hija de una importante familia de la burguesía catalana, tuvo dos hijos. El primero, Rafael Martínez Anido, ascendió también al generalato durante el régimen franquista, llegando a dirigir la Legión. El segundo, Roberto Martínez Baldrich, que adoptó el apellido materno, fue repudiado por su padre a causa de su orientación sexual, y llegó a convertirse en uno de los dibujantes e ilustradores más importantes de su época. En una próxima entrega de nuestra serie Historia del Cómic, nos ocuparemos de su trabajo.

Severiano Martínez Anido está enterrado en el cementerio del Carmen de Valladolid. Infames despojos de un despiadado asesino cuyos restos no merecen yacer en un camposanto, mientras en las cunetas y al pie de las tapias quedan aún los de muchos miles de españoles que aquella bestia contribuyó a asesinar.

Martínez Anido se hizo famoso por su crueldad, un tipo de represión que no se había visto en España en varias generaciones. Hugh Thomas.


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