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viernes, 16 de julio de 2021

MITOCONDRIAS: EL ORIGEN DE UNA ANTIGUA AMISTAD


 

La teoría endosimbiótica, formulada entre otros por la eminente evolucionista Lynn Margulis, sostiene que hace aproximadamente unos 1.500 millones de años, una célula procariota, probablemente una especie de bacteria primitiva especializada en obtener energía de los nutrientes orgánicos empleando el oxígeno molecular como agente oxidante, pero quizá de vida efímera y constantemente amenazada, encontró refugio en el interior de otra célula mayor, procariota como ella, o acaso ya eucariota y por lo tanto más evolucionada. Este curioso fenómeno de fagocitosis de un organismo unicelular por otro, sin que se produzca una inmediata digestión, lejos de ser extraordinario, se observa con frecuencia entre bacterias y en el mundo microbiológico en general.

En el caso que nos ocupa, ambos organismos pudieron llegar a un entendimiento tácito: la bacteria fagocitada proporcionaría energía a su hospedadora, y ésta ofrecería a su pequeña huésped un medio estable, seguro y rico en nutrientes. Este mutuo beneficio hizo que con el tiempo, y después de sucesivas generaciones, las células invasoras acabaran formando parte integrante del organismo mayor. Se produjo una simbiosis permanente entre las mitocondrias y las células que las albergan. Hoy día, todos los organismos pluricelulares que descendemos de aquel primitivo y hospitalario organismo, albergamos en nuestras células una ingente cantidad de esas valiosas mitocondrias.



Abona la teoría endosimbiótica el gran parecido existente entre las mitocondrias y las bacterias, en cuanto a tamaño, estructura, componentes y funcionamiento. Las mitocondrias poseen también su propia membrana, y lo que es más importante: su propio ADN, el ADN mitocondrial, completamente diferente del ADN nuclear de nuestras células. Ocurre que a lo largo de nuestra ya larga historia en común, la mayor parte de los genes mitocondriales han sido transferidos al núcleo, por lo que la mitocondria no es viable fuera de la célula hospedadora, y a su vez, ésta tampoco puede sobrevivir sin mitocondrias. Sin embargo, en los seres de reproducción sexual, el ADN mitocondrial, a diferencia del ADN nuclear, no es producto de la mezcla de los genes de ambos progenitores, sino que procede directamente de la hembra, de la madre. El ADN mitocondrial se transmite exclusivamente por línea femenina.

Las mitocondrias actúan como centrales energéticas, proporcionando a la célula la energía necesaria para llevar a cabo la actividad celular, proceso que se conoce como respiración celular. Prácticamente todo el alimento y todo el oxígeno que ingresas en tu organismo, es finalmente entregado a las mitocondrias, que almacenan energía mediante un proceso bioquímico consistente en transformar todos los aportes que ingresas, en una sustancia llamada adenosín trifosfato, más conocida por su abreviatura: ATP.

El ATP se sintetiza en las mitocondrias a partir de los diferentes carburantes metabólicos (glucosa, ácidos grasos y aminoácidos). Las moléculas de ATP son una especie de vagones que forman un convoy energético que va circulando por la célula, proporcionando la energía necesaria para todos y cada uno de los procesos celulares.


Para que os hagáis una idea aproximada de la magnitud del fenómeno, bastará con saber que cada una de los billones de células de nuestro organismo, alberga un promedio de 1.000 mitocondrias (la cantidad puede variar enormemente en función del tipo de célula). Cada mitocondria es capaz de fabricar un millón de moléculas de ATP cada dos minutos, por lo que cualquiera de vuestras células contendrá en cualquier momento alrededor de 1.000 millones de moléculas de ATP. En un par de minutos, habrán quedado vacías, y ocuparán su lugar otros 1.000 millones. La actividad celular es frenética. Produces y utilizas (literalmente quemas) cada día un volumen de ATP que equivale aproximadamente a la mitad de tu peso corporal. Cuando toques tu piel caliente o percibas los latidos de tu corazón, piensa en todo el ATP que deben producir tus mitocondrias para mantenerte con vida y en actividad. Otra más de las grandes maravillas de ese diminuto universo biológico.


Pero recuerda que, aunque con el tiempo han pasado a formar parte integrante de nosotros, las mitocondrias son in essentia, seres vivos que un día fueron independientes. Conservan sus propias instrucciones genéticas, se dividen según su propio programa, hablan su propio idioma biológico…

Las mitocondrias padecen también sus propias enfermedades. El ADN mitocondrial puede resultar dañado o mutilado por los radicales libres en los procesos de envejecimiento celular. Se sospecha fundadamente que ciertos procesos degenerativos como el Alzheimer, el Parkinson o determinadas cardiopatías, podrían estar relacionados con lesiones mitocondriales.

 

El médico me dio seis meses de vida. Cuando le dije que tardaría en pagarle la factura, me dio seis meses más.  Walter Matthau.


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