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domingo, 8 de noviembre de 2020

LA SEXTA MOLÉCULA Y EL MILAGRO DEL AGUA


 

Si hay algo en lo que están de acuerdo todos los investigadores de posible vida en otros mundos, es la necesidad de la existencia de agua. Está probado que los primeros organismos vivos se desarrollaron en el medio acuático. Incluso el paso de la vida a tierra firme exige una importante dependencia del agua.

Pensamos siempre en el agua líquida, pero conviene recordar que en la naturaleza podemos encontrarla en sus tres estados. El agua sólo es líquida entre los cero y los cien grados centígrados. A menos de cero, se convierte en hielo, y a más de cien, en vapor. Por cierto que el vapor puede considerarse una especie de estado intermedio entre el líquido y el gaseoso. La especie de humo que vemos salir de una olla cuando hierve, se compone en realidad de diminutas gotas de agua líquida que se forman cuando el vapor de agua caliente entra en contacto con el aire más frío alrededor de la olla.

El vapor, antes de evaporarse por completo, es capaz de mojar lo mismo que el agua líquida. Basta con tomar un baño de vapor para comprobarlo. El hielo, sin embargo, en principio no moja. Un cubito de hielo puesto sobre la piel no produce la sensación de mojado hasta que el mismo calor de la piel hace que se comience a derretir, pasando una mínima cantidad de su superficie al estado líquido. Es entonces cuando se produce la sensación de mojado. Los impulsos nerviosos envían constantemente mensajes sobre el mundo que nos rodea desde la piel al cerebro. El sentido del tacto posee en la superficie de la piel receptores específicos para lo caliente, lo frío, lo suave, lo rugoso… También para lo seco y lo húmedo. El agua y otros líquidos producen la sensación de mojado. Esto es debido a la tensión superficial, responsable de que en el agua líquida se forme una fina capa, una especie de piel que la aísla del medio atmosférico. La tensión superficial es la responsable de que muchos insectos sean capaces de caminar sobre el agua, y de que ciertos objetos muy ligeros e impregnados de grasa como plumas de ave, por ejemplo, permanezcan durante algún tiempo sobre la superficie de las aguas sin llegar a mojarse y hundirse.




Pero no todos los líquidos mojan. Es el caso del mercurio, que en su estado líquido puede derramarse por la mano sin llegar a mojarnos. El mercurio resbala en la piel, rodando en diminutas bolas y nunca llega a causar sensación de mojado.

 Así pues, el agua de la que por fortuna disfrutamos en nuestro afortunado planeta, es un verdadero milagro. Y lo es en más de un sentido. Como es sabido, cada molécula de agua (H2O), se compone de un átomo de oxígeno y dos de hidrógeno. Pues bien, los enlaces de hidrógeno se comportan de una forma muy especial, sujetando las moléculas con una fuerza infinitamente mayor que el resto de los tipos de enlace que se dan en la naturaleza.

Pero acaso lo más sorprendente de todo, en relación con la sensación de mojado de la que hablamos, sea un reciente descubrimiento llevado a cabo por Saykally y Clary. Estos científicos han demostrado que para mojarte son necesarias un mínimo de seis moléculas de agua líquida. Si hay menos, por ejemplo cinco, las moléculas forman películas muy delgadas incapaces de mojar. Sólo añadiendo una sexta molécula, se forma un microscópico charco que ya percibimos húmedo. En el aire que nos rodea hay siempre presentes minúsculas gotas de agua compuestas por menos de seis moléculas. Constituyen la humedad relativa del aire mucho mayor en regiones costeras que por ejemplo, en un desierto del interior. Sólo cuando una micro-gota de seis o más moléculas roza nuestra piel, percibimos la sensación de mojado.

Parece que va a empezar a llover.

Empezó bebiendo agua con unas gotas de güisqui, luego se aficionó al güisqui con un poco de agua, después lo tomó sin agua… Ahora se bebe el güisqui como si fuera agua.

 

 


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