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martes, 24 de noviembre de 2020

HAL FOSTER EN LOS DÍAS DEL REY ARTURO

 


Harold Rudolph Foster, conocido por los amantes del cómic como Hal Foster, nació en Halifax, Canadá, en 1892. Su vocación primera fue la de marino. Quienes se criaban en las costas de Nueva Escocia hace algo más de un siglo, llevaban en la sangre la navegación. La campaña del bacalao en Terranova, incluso la caza de la ballena en lejanos mares, formaban parte de la cultura y hasta del ADN de aquellas gentes asomadas al océano. Con sólo doce años el joven Harold navegó en una corbeta como segundo oficial. Después se trasladó con su familia a Manitoba, y en sus inmensos bosques y lagos sintió también la llamada de la naturaleza. Fue en aquel tiempo boxeador y buscador de oro. Nadie habría augurado que aquel inquieto joven pasaría la mayor parte de su vida sentado ante una mesa de dibujo.

Su carrera artística comenzó casi sin querer, ilustrando catálogos para la venta por correspondencia. Foster descubrió entonces su fascinación por el dibujo. En 1922 emigró a Estados Unidos, primero a Chicago, donde se matriculó en varios cursos de dibujo, después a Detroit, donde empezó a colaborar en la prensa para la agencia Campbell-Ewald. Fue precisamente esta agencia la que adquirió al novelista Edgar Rice Burroughs los derechos para adaptar al cómic las aventuras de su célebre personaje Tarzán.

Joseph Neebe, director de la agencia, encargó a Harold Foster la historieta, y a comienzos de 1929 apareció la primera página de Tarzán de los Monos en varios diarios americanos. Tras el famoso crack del 29, la agencia fue adquirida por Joseph Pullizer, y con ella la serie de Tarzán y su creador. A sugerencia de Pullizer, Foster modificó la apariencia de Tarzán, que en las primeras aventuras lucía melena y se cubría con una piel que recordaba a un troglodita. A partir de 1930 Tarzán llevó el pelo corto y taparrabos, aspecto que aceptó poco después la industria cinematográfica, y que ha llegado hasta nosotros. Así pues, el físico de Johnny Weissmüller obedece al diseño de Hal Foster.


Pero los gustos literarios y la fantasía de Foster discurrían por caminos muy diferentes a la selva africana. Cansado de Tarzán, creó un nuevo y original personaje que presentó a la empresa de Pullizer. La idea fue rechazada, y esa era la ocasión que estaba esperando William Randolph Hearst, admirador del trabajo de Foster, para ofrecerle un jugoso contrato en su King Features Syndicate que incluía la propiedad del personaje para su autor, algo nada frecuente en la industria del cómic. Foster naturalmente aceptó, y en 1937 apareció la primera entrega de su serie Príncipe Valiente, que añadía el subtítulo de en los días del rey Arturo. El United Features Syndicate de Pullizer siguió publicando a Tarzán, encargando la serie a Hogarth, otro de los grandes del cómic.

Príncipe Valiente, o Valiant en el original, es una serie singular, acaso la de mayor altura artística del cómic. Hal Foster comenzó haciendo él mismo los guiones, prescindió deliberadamente de los bocadillos, situando el texto al pie de los dibujos o en recuadros, y concibiendo cada página como una obra de arte individual. Invertía cincuenta horas semanales en la página que se publicaría en los suplementos dominicales, y el resultado merecía la pena.

La serie tuvo desde el principio admiradores incondicionales, entre los que nos contamos, pero también críticos puntillosos. Se ha puesto en solfa a menudo la línea argumental. Los primeros episodios eran de corte fantástico, con presencia de monstruos prehistóricos, brujas y gran protagonismo de la magia. El protagonista, Valiente, es hijo del rey de la mítica Thule, desposeído de su reino por un malvado usurpador. El joven príncipe sobrevive en los pantanos hasta que se encuentra con Sir Gawain, caballero de la Tabla Redonda que le toma como escudero y le introduce en la corte artúrica de Camelot, donde se codea con el rey Arturo, la reina Ginebra, Lancelot o Merlín, entre otros. En la trama aparecen acontecimientos históricos como la muerte de Atila, el asesinato de Aecio o el saqueo de Roma por Genserico, que parecen situar la acción a mediados del siglo V. Hay sin embargo, graves anacronismos en la arquitectura o el vestuario de los personajes, que se inspiran en épocas posteriores como el Gótico, la Baja Edad Media y hasta el Renacimiento. Curiosamente la ambientación de Foster ha hecho fortuna en el imaginario colectivo, ya que la mayoría de las recreaciones cinematográficas o teatrales posteriores recurren a la estética de Hal Foster para plasmar el ambiente artúrico.

También se ha criticado por algunos que los dibujos pecan de cierto estatismo, como si en cada viñeta se detuviera el tiempo. Esa falta de movimiento que contrasta con otros cómics contemporáneos como los de superhéroes por ejemplo, es a nuestro juicio, parte fundamental del encanto de la serie.

Foster se encargó de la serie personalmente hasta 1971, fecha en la que tras probar a varios dibujantes, comenzó a trabajar con John Cullen Murphy. Desde 1978 Murphy pasó a dibujar en solitario, y Foster continuó con los guiones hasta 1980. Desde esa fecha, ya retirado completamente Foster, Murphy se hizo cargo por completo de la serie, introduciendo historias y estética bizantinas. A partir de 2004 cedió el testigo a Gary Gianni, que ha seguido dibujando hasta tiempos actuales.

En Bigotini consideramos al Príncipe Valiente toda una joya del cómic, y a Hal Foster, su autor, un mayúsculo ilustrador y un genial artista. Gracias a autores como él podemos hablar de noveno arte. Os dejamos como de costumbre, una selección de sus páginas y viñetas para que juzguéis por vosotros mismos y disfrutéis el excepcional talento de Harold Foster.

 









































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