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viernes, 17 de febrero de 2017

SOLITARIAS O ASOCIADAS. LA CÉLULA, UNIDAD BÁSICA DE LA VIDA


Publicado en nuestro blog anterior en diciembre de 2012.

En 1665 Robert Hooke observando un disco de corcho a través de uno de los primeros microscopios, descubrió la existencia de una especie de celdillas a las que bautizó con el nombre latino de células. Bien entrado el siglo XIX ya se habían observado suficientes células animales y vegetales como para poder plantear la entonces aun atrevida hipótesis de que todas las células se originan siempre a partir de otras células semejantes. Se trataba de una observación nada inocente, puesto que implicaba que los organismos vivos tampoco surgen de forma espontánea, una creencia que aunque hoy nos parezca ridícula, estaba muy extendida y extraordinariamente arraigada en la época.

Fue Rudolf Virchow quien en 1858 (un año antes de la publicación de El origen de las especies de Charles Darwin), declaró solemnemente en Berlín ante un nutrido auditorio que omnis cellula ex cellula, toda célula surge de otra célula. Hoy tenemos la certeza de que todos los organismos vivos que se arrastran sobre la tierra, nadan en los océanos o surcan los cielos, desde hace aproximadamente 4.000 millones de años, constituyen un caudal ininterrumpido de células que se dividen dando lugar a otras, y forman grandes comunidades de todas las formas vivas imaginables.


Los seres vivos más simples son unicelulares, y lo que no está formado por células sencillamente no vive. La célula es pues, por antonomasia, la unidad vital elemental. Cada célula constituye un sistema cerrado que contiene un conjunto completo de datos con todas las instrucciones necesarias para cumplir sus funciones y poder reproducirse. Todas utilizan el mismo método que de manera simplificada, funciona según la fórmula ADN se convierte en ARN, que a su vez se convierte en proteína, siendo las proteínas el material plástico que forma estructuras de todo tipo. Todos los organismos estamos hechos de proteínas. El ADN contiene toda la información, las instrucciones, y el ARN traduce dicha información para formar proteínas. Tan simple como maravilloso.



Los organismos pluricelulares estamos formados por comunidades de células que deben su existencia a una única (el óvulo fecundado) que se divide, dando lugar a nuevas células que a su vez se dividen y se diferencian de forma gradual y sucesiva, hasta que aquel óvulo fecundado se convierte finalmente en un conejo, un caimán o un bailarín de claqué. Las células son el núcleo de la vida porque poseen un metabolismo energético propio y pueden dividirse. Sólo los objetos con capacidad de replicación forman parte del reino de las cosas vivas. En numerosos experimentos de laboratorio se ha conseguido crear agregados moleculares complejos a partir de “caldos” que recreaban las remotas condiciones de aquella Tierra primitiva en la que surgió la vida. Por este procedimiento se llegan a formar aminoácidos y ácidos nucleicos. Dicho de otra manera, los materiales necesarios para construir la primera célula aparecen con facilidad. Ahora bien, la cuestión hasta hoy insoluble es cómo y a través de qué mecanismos esos materiales se organizan para formar la complejísima estructura que una simple célula posee. En ese punto, en ese salto concreto, radica el verdadero misterio del origen de la vida. Puesto que estáis leyendo estas líneas daré por sentado que no sois conejos ni caimanes. La conclusión es que forzosamente tenéis que ser bailarines de claqué, así que entre baile y baile, por favor reflexionad un minuto sobre las fabulosas implicaciones del origen de la vida.

Si nos encuentran... estamos perdidos. Groucho Marx.

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