Si
hablamos de Cataluña y hablamos de literatura, no podemos dejar de referirnos a
Ramón Llull. Personaje poliédrico y
polifacético, sabio renacentista mucho antes del Renacimiento, Ramón Llull fue
ante todo un filósofo y un misionero, lo que no obsta para que también ocupe un
lugar preferente en la literatura, y muy especialmente en la literatura en
lengua catalana, a quien podemos considerar el auténtico creador del romance
catalán, que en su obra en prosa alcanza su mayor dignidad literaria, del mismo
modo que su contemporáneo Alfonso X, lo es del romance literario castellano.
Mallorquín,
nacido en 1233, Ramón era hijo de un caballero barcelonés que participó en la
conquista de la isla. El joven Llull fue cortesano de Jaime II, rey de
Mallorca, lo que justifica la faceta cortés y trovadoresca, sobre todo de su
obra en verso. Cumplidos los treinta años, experimentó una fuerte crisis
religiosa que le apartó de la vida cortesana, para entregarse al estudio, la
meditación y la contemplación. Su ideal fue desde entonces, convertir al
cristianismo a todos los paganos que se pusieran por delante. Contagiado de un
franciscanismo encendido y místico, anheló siempre sufrir martirio mientras
predicaba la palabra de Dios, objetivo que al parecer pudo cumplir en Túnez,
donde se pierde su rastro en 1315, fecha a partir de la cual ya no se tienen
noticias suyas.
Para
llevar a cabo su tarea divulgadora del cristianismo, Llull, además del latín,
que emplea en sus escritos filosóficos, aprendió la lengua árabe. Pero éstas
dos lenguas, que estudió ya en la edad adulta, no son vehículo apropiado para
dar rienda suelta a su mística y a su sentido estético, de manera que la mayor
parte de sus casi doscientas cincuenta obras conocidas, las escribió en lengua
vulgar. En su producción poética y rimada utilizó el provenzal, que le era
familiar por su pasado cortesano, y en su obra en prosa utilizó el catalán, un
catalán por completo exento de provenzalismos, que por lo tanto, puede
considerarse puro y canónico, de perfecta sintaxis y léxico extraordinariamente
rico. En su Libre de contemplació,
resume Llull su mística y su ascética. Es notable también su Libre d’Amich e Amat, el Libro del amigo (el creyente) y el amado (Dios), verdadera joya de la
mística cristiana con probable influencia del sufismo musulmán, de la lírica
trovadoresca y del Cantar de los cantares
bíblico. Semejante mezcla da como resultado una prosa amorosa que en castellano
no hallará continuador hasta Garcilaso, y una mística que no se superará hasta
San Juan de la Cruz.
Dos
obras de carácter alegórico y didáctico acreditan a Ramón Llull como el doctor Iluminado, apelativo que se
ganó en vida y perduró tras su desaparición: el Blanquerna, escrito hacia 1283-85, y el Fèlix o Libre des meravelles, de 1289. Blanquerna es un personaje
simbólico, un ejemplo de cristiano que sucesivamente evoluciona de seglar a
religioso, obispo, papa y ermitaño, completando así lo que para Llull es el
camino de perfección. Por el contrario, el Félix del Libro de las maravillas, es más que un protagonista, un observador,
un viajero que recorre el mundo, admirando las maravillas de la creación y
adquiriendo sabiduría. Tanto en el Libre
des maravelles, como en otra de sus obras, Arbre de Sciència, Ramón Llull se revela como un sabio hermético
convencido del valor didáctico de lo oculto, y muy próximo a los trovadores del
trobar clus, que también defendían la
poesía hermética. Hay en su obra pasajes tan significativos y por momentos tan
desconcertantes como estos que tomo de Martín de Riquer y José María Valverde:
…Cuéntase que don Círculo,
don Cuadrilátero y don Triángulo se encontraron en Calidad, que era su madre…
…Cuéntase que la aguja de
un sastre engendró una hija que se llamaba Riqueza y las tijeras engendraron
una hija que se llamaba Honra…
…Cuéntase que Paraíso se
burló de Infierno porque era negro; pero Infierno se burló de Paraíso porque en
él hay tan pocos hombres.
Bien
a las claras se ve por estos breves ejemplos, que si Ramón Llull sufrió como
parece, martirio a manos de infieles, de haber vivido unos siglos más tarde, lo
hubiera sufrido a manos de inquisidores católicos, apostólicos y romanos.
También
es de carácter alegórico y doctrinal el Libre
de l’orde de cavallería, donde Llull narra el encuentro de un joven
caballero y un sabio ermitaño, que le introduce en el verdadero significado de
la orden de caballería, en un ambiente y una estructura narrativa que recuerdan
vivamente a las novelas de Chretién de Troyes y otras de la materia de Bretaña
sobre la Demanda del Santo Graal. No
me resisto a reproducir aquí un breve párrafo de su primera parte que las
feministas actuales encontrarán sexista y hasta ofensivo. Realmente, desde
nuestra óptica actual lo es, y eso es innegable. Conviene sin embargo, valorar
las obras antiguas y a sus autores en el contexto y el escenario histórico en
que se desenvolvieron. Nadie olvide que esto se escribió en el siglo XIII:
El varón, en cuanto tiene más buen sentido y es más inteligente que las hembras, también puede ser mejor que las mujeres. Porque si no fuese tan poderoso para ser bueno como la mujer, seguiríase que bondad y fuerza de naturaleza serían contrarias a bondad de ánimo y buenas obras. Por donde, así como el hombre por su naturaleza, se halla en mejor disposición de tener noble valor y ser más bueno que la hembra; del mismo modo se halla también mejor preparado que la hembra para hacerse malo. Y esto es precisamente para que, por su mayor nobleza y valor, tenga mayor mérito, siendo bueno, que la mujer.
De nuestra biblioteca Bigotini extraemos la versión digital de su Libro del Orden de Caballería traducido al castellano. Hágase clic en el enlace:
https://www.dropbox.com/home/Profesor%20Bigotini?preview=Libro+del+orden+de+caballer%C3%ADa.pdf
En aquella misma hora el caballero, que se hallaba haciendo penitencia en aquella selva, salió de su cabaña hacia la fuente, donde todos los días solía contemplar a Dios y menospreciar la vanidad de este mundo. Ramón Llull. Libro del Orden de Caballería.






















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