Clint
Eastwood, un joven californiano de mirada penetrante y parco en gestos hasta el
límite de lo inexpresivo, comenzó como actor secundario en series televisivas.
Un buen día, atendiendo a la llamada del director italiano Sergio Leone, se
vino a España con un poncho mexicano en la maleta, para interpretar a sus órdenes
una serie de películas de bajo presupuesto que se rodaron en el desierto de
Almería. Leone le dio al western un giro copernicano con aquellas tragedias
fronterizas con sabor a polvo, a cigarros apestosos y a sol canicular, y con las
magníficas bandas sonoras de Ennio Morricone. Fueron todo un éxito en Italia,
España y Francia, y los ecos de aquellos éxitos viajaron hasta Hollywood, donde
aquel joven de piel curtida y ojos entornados terminó por hacerse un sitio en
la industria participando en filmes bélicos, en western de calidad, y hasta en
musicales como La leyenda de la ciudad
sin nombre, una auténtica y genial rareza gestada por Joshua Logan.
Protagonizó también la serie de filmes de Harry
el sucio, inaugurando el subgénero de polis justicieros fascistoides que hicieron
furor entre la gente iletrada durante los setenta y los ochenta, tanto en la pantalla
grande (Bronson), como en las series televisivas (Norris).
El Clint Eastwood maduro se hizo millonario. Se convirtió en productor de sus propias películas, y hasta realizó alguna afortunada incursión en la dirección, tocando géneros tan dispares como las movie roads o las comedias románticas. Ha sido ya en nuestro siglo XXI el abuelo más talentoso de Hollywood. Ha ganado cinco premios Oscar, y se ha convertido en toda una leyenda. En lo personal, parece que no ganó demasiados amigos. Os dejamos el enlace con un video reportaje que recoge sus aspectos más controvertidos.
https://www.youtube.com/watch?v=W3JcU-UniqY
Próxima entrega: Jack Nicholson
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