El
número “e”, conocido como el número de Euler, aparece en áreas muy
diversas, desde la fórmula de la catenaria (la curva que forma un cable colgado
de sus extremos), o el cálculo del interés compuesto, hasta numerosas
aplicaciones de estadística y probabilidad. Se debe al genio de Leonhard Paul
Euler (1707-1783). El divulgador científico David Darlin afirma que “e”
es posiblemente el número más importante del universo matemático. p nos resulta mucho más familiar a los
profanos en la materia, pero e es mucho más significativo y
ubicuo para los expertos y los iniciados en los niveles más altos de la teoría
matemática.
El
número e es aproximadamente igual a 2,71828… Puede calcularse de
varias formas. Es por ejemplo, el límite de la expresión (1 + 1/n)n
cuando n aumenta indefinidamente.
Aunque
algunos matemáticos como Jacob Bernoulli y Gottfried Leibniz ya conocían la
existencia de la constante, fue el suizo Leonhard Euler el primero en
estudiarla en profundidad, y el primero que la nombró, utilizando el símbolo e
en algunas cartas escritas en 1727. Diez años más tarde, en 1737, demostró que e
es un número irracional, es decir, que no puede expresarse como una fracción.
En 1748, Euler calculó dieciocho de sus
dígitos. En la actualidad, gracias a los ordenadores, se conocen más de cien
mil millones de ellos.
El
número e también aparece en una de las relaciones matemáticas más
asombrosas jamás descubiertas, eip
+ 1 = 0, que une los cinco símbolos matemáticos más
importantes: 1, 0, p, e, i (la raíz cuadrada
de menos uno).
El matemático de Harvard Benjamin Pierce, confesándose maravillado, afirmó: no comprendemos la fórmula y no sabemos lo que significa, pero la hemos demostrado, y por lo tanto sabemos que tiene que ser verdadera. Varios expertos la han elegido como la fórmula matemática más hermosa de todos los tiempos. Según Kasner y Newman lo único que podemos hacer es reproducir la ecuación y no dejar de preguntarnos por sus implicaciones. Desde su creación, ha atraído por igual a científicos, a matemáticos y a místicos. Nuestro profe Bigotini es capaz de pasarse horas enteras contemplando la fórmula con un arrobo y una emoción que no recordamos desde aquel lejano día en que la Bella Chelito le estampó un beso en la nariz.
-Y,
dígame, ¿escucha usted voces dentro de su cabeza?
-(Dile
que no, dile que no).
-No,
doctor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario