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martes, 14 de febrero de 2023

MIGUEL HERNÁNDEZ, EL POETA DEL PUEBLO

 


En Orihuela, su pueblo y desde entonces un poco el de todos, nació en 1910 Miguel Hernández. Fue el tercero de los siete hijos de Concepción Gilabert y Miguel Hernández, ganadero de cabras.

El oficio de cabrero fue el primero que ejerció el niño Miguel mientras recibía a saltos una precaria educación primaria en unas escuelas religiosas, y más tarde obtenía una beca para cursar el bachillerato con los jesuitas de Orihuela. No pasaron de ahí sus estudios, por lo que el resto de su educación debe considerarse autodidacta contando con el apoyo de un puñado de protectores y amigos, y con el tesoro de su enorme voluntad de aprender. Las primeras lecturas de aquel pastor de cabras fueron tan dispares como Virgilio, San Juan de la Cruz o Paul Verlaine, prestadas por un canónigo algo pariente suyo y por buenos compañeros e incipientes poetas como los hermanos Fenoll, Manuel Molina o José Marín Gutiérrez que adoptaría el seudónimo de Ramón Sijé y se convertiría en su mejor amigo.

El siguiente descubrimiento del joven Miguel fue la poesía de nuestro Siglo de Oro. Sus principales maestros literarios fueron nada menos que Cervantes, Lope, Garcilaso, Calderón y sobre todo Góngora, por quien manifestó siempre su predilección. Sus lecturas y una máquina de escribir de segunda mano fueron, junto a las cabras, su compañía en el monte y su sustento espiritual. Obtuvo entonces el primer y único premio poético de toda su vida, galardón que le otorgó el Orfeón Ilicitano por un poema que glosaba los encantos de las tierras levantinas y de la ciudad de Elche. Viajó a Madrid a los veintiún años con un puñado de poemas y obras teatrales en la maleta. No tuvo suerte, pero volvió a intentarlo dos años más tarde, en 1933, cuando consiguió ver publicada su primera obra, Perito en lunas, y poco después El rayo que no cesa. Ambas suscitaron el interés de poetas ya consagrados como Aleixandre y Neruda, así como de José María de Cossío, editor de la revista Los Toros, que se convirtió en su más ferviente admirador. También deslumbraron su poesía y su persona a la pintora Maruja Mallo con la que mantuvo la que fue seguramente su primera relación.



En su etapa madrileña, el pensamiento político de Miguel derivó de forma decidida hacia la izquierda, y en el verano del 36, coincidiendo con la sublevación de los facciosos, se afilió al Partido Comunista de España, actuando como comisario político en el 5º Regimiento en los frentes de Teruel, Extremadura o Jaén, con un breve paréntesis en marzo del 37 para casarse en Orihuela con su novia Josefina Manresa, con la que sólo pudo convivir unos días. En diciembre del 37 viajó a la Unión Soviética como representante del Gobierno de la República.

Concluida la guerra en el 39, tomó el camino de Portugal para marchar al exilio americano, pero fue delatado y arrestado por agentes del dictador Salazar, y entregado a la guardia civil. Estuvo encarcelado en Huelva, donde sufrió varias palizas brutales de grupos de falangistas y otras “gentes de orden”. Pasó después por las prisiones de Sevilla, Madrid, Palencia, Ocaña y finalmente Alicante, donde compartió celda con el dramaturgo Antonio Buero Vallejo, autor del retrato a carboncillo que se convertiría en la imagen más conocida y reproducida del poeta.


Para entonces, gracias a los buenos oficios sobre todo de Cossío, su gran protector, que tenía influencia en círculos franquistas, su reciente pena de muerte fue conmutada por la de treinta años de prisión, la inmediatamente inferior. Esa influencia y la de otros intelectuales afines al régimen que admiraban su obra poética, probablemente habrían terminado por conseguir una mayor reducción de la condena, pero era ya demasiado tarde. Miguel Hernández Gilabert, uno de los poetas más brillantes de su generación, sea esta la del 27 o la del 36, murió en la enfermería de la prisión de Alicante en la madrugada del 28 de marzo de 1942, con sólo treinta y un años, y a consecuencia de la tuberculosis, de las palizas de Huelva, el frío de Palencia, el hambre y las torturas a que fue sometido. Según varios testigos, fue imposible cerrarle aquellos ojos de mirada intensa y acusadora, como fue y será imposible callar su voz, que hay ruiseñores que cantan encima de los fusiles y en medio de las batallas.

Miguel Hernández es el poeta del pueblo. En su obra poética destacan, además de las ya citadas, Viento del pueblo, Cancionero y romancero de ausencias, El hombre acecha, Elegía o Nanas de la cebolla. Y en su obra dramática, Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras, El torero más valiente, Los hijos de la piedra, El labrador de más aire o Teatro en guerra, además de incontables antologías y ediciones de obras escogidas publicadas póstumamente. Hoy traemos de nuestra biblioteca Bigotini la edición digital de una brevísima antología compuesta por tres únicos poemas. Emocionado recuerdo y homenaje al mártir de la libertad y al enorme poeta que fue Miguel Hernández. Cilc en el enlace: 

https://www.dropbox.com/home/Profesor%20Bigotini?preview=Miguel+Hern%C3%A1ndez.Poes%C3%ADas.pdf

Para la libertad sangro, lucho, pervivo. Miguel Hernández.


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