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jueves, 25 de noviembre de 2021

ANDANZAS Y PROEZAS DEL JOVEN ABRAHAM

 


Ya vimos en un artículo anterior cómo la mayoría de los héroes fundacionales nacionales o religiosos tienen en común una infancia prodigiosa en la que se salvan milagrosamente de la muerte. Son los casos de Ciro, Moisés, Cristo, Alejandro (Paris), Adonis, Rómulo o Zeus. También Abraham, ancestro del pueblo elegido, es protagonista de diferentes mitos y leyendas recogidos por la tradición judía canónica o apócrifa.

Tras la milagrosa salvación en su nacimiento, el joven futuro patriarca protagoniza también algunos episodios heroicos. En uno de los más populares se relata que Abram regresó a Babel lleno de sabiduría por haber estudiado con Noé. Encontró a su padre Téraj, que continuaba al mando de los ejércitos del rey Nemrod y adoraba ídolos de madera y piedra, doce grandes y muchos menores. Abram pidió a su madre Amitlai que matase y cocinase un cordero. Después colocó la comida delante de los ídolos. Como ninguno de ellos movió un dedo, Abram se burló y dijo a Amitlai: es posible que el plato sea demasiado pequeño o que el cordero esté insípido. Mata otros tres corderos y aderézalos con más delicadeza. Abram ofreció el nuevo manjar a los ídolos, pero tampoco esta vez se movieron.


Abram, poseído por el espíritu de Dios, destrozó los ídolos con un hacha, dejando el mayor de ellos intacto. Su padre Téraj, al oír el estruendo, llegó al aposento y enfurecido, preguntó a su hijo por aquel destrozo. Respondió Abram: ofrecí comida a tus ídolos; sin duda deben haberse peleado por ella. Según parece, el más grande ha despedazado a los otros. Exclamó Téraj: no me engañes, se trata de imágenes de madera y piedra, fruto de la mano del hombre. Dijo Abram: si es así, ¿cómo pueden comer el alimento que les ofreces a diario, cómo pueden responder a tus plegarias? Luego proclamó a Dios Vivo y destrozó el ídolo que quedaba.

Pero Téraj, que era un idólatra de tomo y lomo, denunció a su hijo ante el rey Nemrod que inmediatamente lo hizo encarcelar. Ordenó que Abram y su hermano Harán fueran arrojados a un horno ardiente. Consumieron las llamas a los doce hombres a quienes el rey había encargado la tarea. También a Harán, que al parecer era un descreído, pero el joven Abram salió ileso sin siquiera chamuscarse las ropas. Nemrod, ciego de ira, ordenó al resto de sus sirvientes que arrojaran a Abram al fuego, pero todos se negaron para no correr la misma suerte que sus compañeros. Entonces Satán, a quien el relato en principio no hace pariente de ninguno de los personajes, se postró ante Nemrod y se ofreció a construir una catapulta para arrojar al fuego a Abram. Pero el héroe, firme en su fe, oró a Dios, y las llamas no sólo se apagaron al instante, sino que de los leños brotaron flores y el horno se convirtió en un agradable jardín por el que Abram se paseó resplandeciente entre ángeles y querubines. Nemrod, avergonzado, entregó a Abram gran copia de riquezas y muchos esclavos que acompañaron al patriarca cuando marchó a Jarán.


La leyenda carece de autoridad bíblica. Lo que puede leerse en Génesis 12.1 es que Dios dijo a Abram: vete de tu tierra y de tu patria, y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré.

La explicación midrásica es que Ur Kasdim, o Ur de Caldea, la patria de Abraham, significa horno de los caldeos y toma su nombre precisamente del episodio citado. No es un caso único. En el libro de Daniel se cuenta que Daniel y sus tres compañeros fueron arrojados a un horno ardiente por el rey Nabucodonosor, también por negarse a adorar ídolos, y también resultaron ilesos.

Otra leyenda sobre el joven Abraham relata que Abram voló por los aires desde Ur hasta Babel a hombros del arcángel Gabriel. Allí, en la plaza del mercado, donde estaban su padre Téraj y el rey Nemrod, aclamó a grandes voces al Dios Vivo. Inmediatamente todos los ídolos dispuestos en círculo cayeron de bruces. Lo mismo hizo el propio Nemrod que sólo al cabo de dos horas y media, se atrevió a levantar tímidamente la cabeza y preguntar en voz baja: ¿era esa la voz de tu Dios eterno? Respondió Abram: no, quien habló fue Abram, la más pequeña de Sus criaturas. Nemrod reconoció entonces el poder de Dios y permitió que Abram partiera en paz hacia Jarán con su esposa Saray y su sobrino Lot.

Cuando nuestro viejo profe Bigotini, y hasta yo mismo, tengo que confesar, íbamos a la escuela de chiquillos, estudiábamos la Historia Sagrada donde, con unos preciosos grabados e ilustraciones, se contaban historias muy parecidas a estas. Por eso no nos sorprenden tanto como a los jóvenes, que seguramente pensáis que este tipo de prodigios sólo estaban al alcance de Supermán y los superhéroes de Marvel.

Si Dios existe, espero que tenga una buena excusa. Woody Allen.


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