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martes, 19 de enero de 2021

EL ZOO MICROSCÓPICO. UN UNIVERSO EN MINIATURA

 


En su interesante obra En casa. Una breve historia de la vida privada, Bill Bryson escribe: “En el reino de lo muy diminuto, su casa está repleta de vida; es una auténtica selva tropical para todas esas cosas pequeñas que gatean y se arrastran. Ejércitos de minúsculas criaturas patrullan por las ilimitadas selvas de las fibras de sus alfombras, se lanzan en paracaídas entre las motas de polvo, reptan por las sábanas de noche para pacer en esa inmensa, deliciosa y agradable montaña de carne durmiente que es usted…”

En efecto, quienes siguen nuestro blog recordarán el post que publicamos hace unas semanas sobre los piojos. Pero hay más, mucho más. Cualquier cama razonablemente limpia alberga de forma habitual unos dos millones de ácaros. Es como si los habitantes de una gran ciudad recibieran cada noche un suculento festín de células desprendidas de ese enorme ser que se acuesta en su plaza mayor. Como ya sabéis que hay gente para todo, al parecer alguien se ha molestado en averiguar que la vida media de una almohada viene a ser de unos seis años. Pues bien, se calcula que la décima parte del peso de una almohada de seis años está constituida por piel mudada, ácaros vivos y muertos, y las heces de esos ácaros, que los entomólogos han bautizado con el nombre de frass. Son esas heces las verdaderas responsables de las alergias respiratorias a ácaros que padecemos millones de seres humanos.

Afortunadamente el nivel de higiene personal y doméstica se ha incrementado mucho en los últimos decenios, al menos en los países desarrollados. Pero no conviene olvidar que históricamente en occidente, y aun hoy en día en muchas comunidades pobres, el terror de los dormitorios eran las chinches, unos pequeños chupadores de sangre, cuyo nombre científico es Cimex lectularius. Las chinches garantizaban que nadie durmiera solo. Las chinches han estado virtualmente extinguidas en los países ricos durante la última parte del pasado siglo, pero tal como apuntábamos en el caso de los piojos, quizá por la combinación del aumento de las migraciones, la creación de resistencias por parte del insecto, y la generalización de los lavados de ropa en frío, las infestaciones por chinches están experimentando un importante repunte. Un experto del New York Times afirmó en 2005 que había chinches en los mejores hoteles de Nueva York.


Pasemos por alto las numerosas poblaciones de miriápodos, isópodos, pleópodos, chilópodos, saurópodos, endopóditos… Entre todos suman millones en el ámbito doméstico. Los ácaros de la harina o los del queso se alimentan a cuerpo de rey en nuestros refrigeradores y nuestras despensas. Tenemos invitados que son prácticamente indestructibles. Un diminuto escarabajo llamado Niptus hololeucus que suele habitar en los botes de pimienta de cayena de nuestros armarios de cocina, se ha encontrado también viviendo a sus anchas en los tapones de corcho de las botellitas de cianuro. Increíble pero cierto.

Si descendemos un escalón al mundo de lo realmente microscópico, nos encontramos ya con cifras abrumadoras. Parece que albergamos en nuestro organismo alrededor de cien cuatrillones de células bacterianas. Puestas todas juntas pesarían unos dos kilogramos; mucho más que cualquiera de nuestros órganos si excluimos la piel. La mayor parte de ellas realizan funciones esenciales para mantenernos vivos y saludables, colaborando sobre todo en los procesos digestivos y metabólicos (y de paso, aprovechándose de ello). Pero en determinados casos, como ocurre en los cuadros autoinmunes, hasta esta benéfica flora saprofita puede volverse en nuestra contra, y causarnos graves problemas. Podría decirse que nuestra existencia cotidiana y nuestra buena salud, se sustentan en una lucha diaria para mantener a raya, o al menos en unos términos razonables, a toda esa legión bacteriana. En el ámbito doméstico hay una serie de objetos y mecanismos (lavadoras, frigoríficos, lavavajillas, congeladores…) destinados a matar gérmenes.

En cuanto a cuáles son las zonas de los hogares más contaminadas, recientes estudios han deparado más de una sorpresa. Figuran en los primeros lugares de esta lista de dudosa gloria, los trapos de cocina usados, el fregadero de la cocina y las superficies (encimeras, mesas y estanterías). Por el contrario, una de las zonas más limpias resulta ser el asiento del inodoro, probablemente porque suele limpiarse con desinfectantes con mayor frecuencia que ninguna otra superficie. Más sorprendente aun: análisis sistemáticos realizados en Florida, descubrieron que en el 70% de los establecimientos hosteleros inspeccionados, el agua de los servicios estaba más limpia que el hielo de los refrescos.

Un último dato. Los dos actos domésticos más contaminantes son en primer lugar utilizar un trapo de cocina sucio para secar objetos como platos o tablas de corte. Y en segundo lugar… tirar de la cadena con la tapa levantada. Esta acción arroja al ambiente miles de millones de gérmenes que o bien quedan un tiempo suspendidos en el aire para ser inhalados, o bien se depositan en los objetos cercanos (por ejemplo el cepillo de dientes). Así que ya sabes, muchacho, aquí tienes una razón de peso que añadir a la continua insistencia de ella, para acostumbrarte de una vez a bajar la maldita tapa.

Nacemos desnudos, húmedos y hambrientos… Después la cosa va empeorando.



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