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martes, 15 de diciembre de 2020

ALFRED BESTALL. UNA VIDA HACIENDO EL OSO

 


Alfred Bestall fue uno de los más célebres ilustradores británicos del siglo XX. Nació en Mandalay, Birmania, donde residía su familia, en 1892. De regreso a Inglaterra, el pequeño Alfred se escolarizó en Birmingham entre 1904 y 1911. Pasó después a la Escuela de Artes, y en 1915 fue movilizado, actuando como conductor de transporte de tropas durante la Gran Guerra. Por entonces comenzó su carrera como dibujante, ilustrando los libros infantiles de Enid Blyton. Trabajó para publicaciones cómicas británicas como Punch y Tatler, así como para algunos semanarios belgas. En 1935 y en colaboración con Mary Tourtel como guionista, comenzó a dibujar para el Daily Express las aventuras de Rupert Bear, el osito Rupert, un personaje entrañable para millones de niños de medio mundo que se convirtió en un éxito editorial de gran magnitud. La gracia de los personajes, animales humanizados, la belleza de los paisajes del norte de Gales, que fueron la inspiración de su autor, y el primoroso cuidado del detalle en cada dibujo, hacen de Rupert una serie clásica imprescindible. Fue además una de las primeras series que se publicó en álbumes a todo color y encuadernados en tapa dura. Bestall se encargó de la totalidad de los dibujos hasta 1965. A partir de entonces, y hasta 1973 hizo sólo las portadas. En total más de 500 números hasta el fallecimiento del artista, acaecido en 1986, cuando contaba noventa y tres años. Un año antes había recibido de manos de la reina Isabel la Orden del Imperio Británico.

En sus últimos años frecuentó la compañía del príncipe Carlos, gran admirador de su trabajo desde niño. Además de la ilustración, Bestall destacó en el ejercicio del origami, fundó la British Origami Society en 1967. Las aventuras de Rupert fueron llevadas al cine de animación y el osito protagonizó una exitosa serie televisiva a la que puso música Paul McCartney.

Reproducimos aquí una selección de sus ilustraciones como homenaje y recuerdo a Alfred Bestall. Alguien capaz de hacer felices a tantos niños no merece menos.


 















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