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domingo, 8 de marzo de 2020

GRANDES AUSENTES: THYLACINUS CYNOCEPHALUS. LA AGONÍA DEL TIGRE MARSUPIAL



En una fecha tan reciente como 1936 murió el último ejemplar en cautividad de tilacino, también conocido como tilacín, lobo de Tasmania, tigre de Tasmania o tigre marsupial. Se le asignó el nombre científico de thylacinus cynocephalus, y era el último superviviente de su género (Thylacinus), que se remontaba a principios del Mioceno. La especie apareció quizá hace unos cuatro millones de años. Se han recuperado restos fósiles de al menos otras siete especies extintas de la familia Thylacinus en la región de Queensland. La especie más antigua parece ser Nimbacinus dicksoni, un tilacínido mucho más pequeño que sus descendientes, que tiene unos 23 millones de años de antigüedad. La especie mayor fue Thylacinus potens, que llegó a alcanzar el tamaño de un lobo grande. El lobo marsupial moderno se distribuía por Australia, Nueva Guinea y Tasmania.


Como apuntaba en el primer párrafo, se trata de un marsupial. Era un carnívoro estricto, que presentaba una gran semejanza con los cánidos del Hemisferio Norte. Obviamente, el lobo marsupial no tiene el menor parentesco con nuestros familiares lobos, zorros y perros. Sin embargo, por obra de la evolución convergente (véase nuestro post dedicado a este tema), al ocupar idéntico nicho ecológico que ellos, y tratarse de un depredador de vida y hábitos similares a los cánidos, el tilacino poseía una notabilísima semejanza física con ellos.


Tenía la envergadura de un perro, con tamaños muy variables (entre 100 y 190 cm. de longitud los adultos, incluyendo la cola). Su cráneo, y el aspecto exterior de su cabeza le hacían completamente similar a un perro (el apellido cynocephalus de su nombre científico significa precisamente cabeza de perro). Sólo las rayas de la parte posterior de su lomo le conferían un aspecto algo exótico, siendo el motivo de que también se le diera el nombre común de tigre. Las semejanzas iban aun más lejos, puesto que numerosos testimonios de los siglos XIX y XX afirman que formaban grupos familiares como nuestros perros, y como ellos, habían desarrollado estrategias de caza en equipo.


Al hilo de esta semejanza, Richard Dawkins refiere la anécdota de que los estudiantes de zoología de Oxford debían distinguir cien esqueletos de animales como parte de su examen final. Pues bien, parece que a menudo encontraban dificultades para diferenciar al tilacino de un perro común. Como la prueba se repitió año tras año, entre los alumnos quedó establecido que si se encontraban un cráneo de perro, debían identificarlo como de tilacino, y todo fue bien hasta que los profesores incluyeron en el lote un auténtico cráneo de perro. Dawkins asegura que el único signo distintivo son los prominentes dos agujeros del paladar, que caracterizan a la mayoría de los marsupiales.


En eso paraban las semejanzas. Por lo demás, tilacino era un marsupial provisto de marsupio o bolsa donde terminaban de desarrollarse las crías, hasta un total de cuatro, puesto que poseía cuatro mamas en el interior de la bolsa. Una sorprendente singularidad de tilacino era la orientación de la bolsa, de abertura posterior al contrario que las del resto de los marsupiales. Los machos estaban dotados de una bolsa escrotal externa similar a la de las hembras, por lo que fuera del periodo de cría, se hacía muy difícil distinguir los dos sexos. El pariente vivo más cercano de tilacino es el diablo de Tasmania.


Los primeros seres humanos en entrar en contacto con los tigres marsupiales fueron los aborígenes de Australia y Nueva Guinea, que pisaron por vez primera aquellas tierras hace entre 50 y 40.000 años. Cuando llegaron a ambos territorios los primeros colonizadores europeos, el tilacino ya había desaparecido hacía tiempo. Sólo se conservaba su recuerdo en los petroglifos y pinturas rupestres. Si nos guiamos por estas pruebas gráficas y algunos testimonios orales, los aborígenes daban caza activamente a los tilacinos, a quienes consideraban competidores directos por el alimento. También debió resultar un factor determinante la competencia de los dingos o perros aborígenes, que colaboraban en la caza con los humanos.


Extinguidos en el continente australiano, quedaban unas decenas de miles de supervivientes en la isla de Tasmania. Desde 1830 a 1909, unas veces compañías privadas, y otras, las propias autoridades, ofrecieron y pagaron recompensas por abatir tigres de Tasmania. Diversos sujetos de gatillo fácil los exterminaron por millares con una eficacia digna de mejor causa. Permitidme que no me extienda más en estas miserias, que en nuestro blog, empiezan a resultar recurrentes.


En su último refugio insular de Tasmania, tilacino sobrevivió hasta 1930 en libertad y hasta 1936 en cautividad. Los últimos ejemplares salvajes fueron abatidos por los granjeros tasmanos. Después de esas fechas no existe ninguna prueba fehaciente de supervivencia de algún ejemplar, aunque se han recogido diversos testimonios de avistamientos. En los años 80 se estableció una recompensa para quién ofreciera pruebas fiables de supervivencia del animal, pero hasta la fecha no se han obtenido resultados. En Australia se dispone de ADN de tilacino, lo que haría posible su clonación.


Si tenéis curiosidad por ver al lobo marsupial con vida, aquí os dejo este enlace de un curiosísimo film rodado en 1933 en el zoológico de Hobart, última morada de esta rareza desaparecida:


La música japonesa es una tortura china.  Woody Allen.



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