Publicado en nuestro anterior blog en septiembre de 2012
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Paul Dirac |
No es ningún secreto que las
matemáticas abstractas, como ciencia especulativa, van siempre un paso por
delante de la física, que es una ciencia fundamentalmente experimental. El gran
físico británico Paul Dirac planteó en 1928 una ecuación relativa al movimiento
de los electrones que predecía la existencia de una partícula con la misma masa
del electrón, pero con carga positiva. Esto que en un principio se llamó
antielectrón, terminó apareciendo en 1932 en el laboratorio americano de Carl
Anderson, que bautizó al antielectrón como positrón,
nombre que finalmente adoptó la comunidad científica.
En 1935 el acelerador de partículas
de Berkeley produjo el antiprotón (con idéntica masa que el protón, pero
con carga negativa). En 1995 los científicos del CERN (a los que recordaréis
por el reciente post del bosón de Higgs), crearon el primer átomo de antihidrógeno (¿o quizá debería decir
antiátomo de hidrógeno?). En suma, lo que parecía una mera ficción es ya una
realidad tangible: la antimateria,
la famosa antimateria que propulsaba las naves espaciales en las novelas que
devorábamos los jóvenes de mi generación (allá por la edad del bronce), resulta
que no es ningún cuento chino. Existe y funciona. Las reacciones
materia-antimateria encuentran aplicaciones prácticas en medicina
nuclear. La tomografía de
emisión de positrones (PET)
se nutre de la formación de imágenes a partir de la emisión de rayos gamma por
un radioisótopo emisor de positrones, lo que se llama un trazador, o lo que es lo mismo,
un átomo con un núcleo extremadamente inestable.

Ya os he dicho varias veces que la
realidad científica supera de largo a la ficción. No creáis nunca a quien os
diga que el mundo en que vivimos es aburrido o predecible. El futuro no está
escrito, y en algún lugar de la página en blanco hay un espacio reservado para
lo que tú aportes. Ah, se me olvidaba, apagad la tele de una vez, por favor.
Veréis qué diferencia.
La televisión ha hecho maravillas
por mi cultura. En cuanto alguien la conecta, me voy a la biblioteca.
Groucho Marx.
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