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miércoles, 15 de marzo de 2017

BRETAÑA, PATRIA DE ASTERIX


El profe Bigotini, acostumbrado a los desolados páramos monegrinos, se sintió fuertemente impresionado por el feraz verdor de la Bretaña francesa, agreste país azotado por el viento. Es Bretaña como un país dentro de otro país. Desde su base de Rennes, la capital, Bigotini y sus chicas pasaron allí unos días inolvidables, visitando las poblaciones más típicas y disfrutando de la rica gastronomía de la región. Se alojaron en un tranquilo hotel a las afueras de Rennes, donde de noche no se oía ni el aleteo de una mosca. Rennes, capital administrativa y departamental, es una fundación romana. Una ciudad provinciana con un encanto indefinible que enamora al visitante. Uno no puede evitar imaginarse allí el campamento romano que aparece en tantos episodios de Asterix el galo. Un par de excursiones por el interior de la región son obligadas para visitar los impresionantes monumentos megalíticos todavía bien conservados hasta hoy. Aparte de numerosos dólmenes y menhires, destaca el célebre conjunto pétreo de Roche aux fées (la roca de las hadas), en la Comuna de Essé. Se trata de un pasadizo abovedado construido quién sabe con qué finalidad, por aquella cultura antigua y misteriosa que se extendió un día desde el norte de Europa y las Islas Británicas, hasta el sur de España, siguiendo la línea de la costa atlántica.



Es imprescindible visitar también poblaciones como Dinard, Cancale, Quimper o Saint-Maló, un puerto amurallado, antiguo refugio de los piratas más feroces que asolaron los mares. Brest, ciudad que compite con la misma Rennes en importancia, es la capital del Finisterre bretón. Si aguza bien el oído, el viajero escuchará, aparte del francés, dos idiomas diferentes: el bretón y el galo. Desde la bahía de Cancale, una breve excursión en barco hasta Saint-Maló, ofrece el aliciente de sentir el viento y la espuma marina azotándote el rostro. Laura y Bigotini sintieron algo más que viento y espuma. Acabaron literalmente empapados. Marisol, mucho más sensata, se mantuvo prudentemente alejada de la proa. También resulta obligada la visita al cercano Mont Saint Michel, que por muy poco no pertenece a Bretaña, sino a Normandía, la región limítrofe. Su familiar e impresionante silueta, una de las imágenes más fotografiadas del mundo, se recorta al atardecer contra la luz del crepúsculo marino. En cuanto a la visita a la abadía, diremos que no merece la pena. La superpoblación de turistas es tan abrumadora, que arruina cualquier espectativa.


En lo relativo a la gastronomía de la región, Bretaña ofrece al comensal exquisiteces dignas de príncipes. Cabe destacar el marisco en prácticamente todas sus modalidades. En esto Bretaña viene a ser la Galicia francesa. Es obligado probar las célebres ostras de Cancale, bien al natural, o todavía mejor, guisadas con ajo y mantequilla. Acompañadas de un vino fresquito de Alsacia o del Rin, están estupendas, lo mismo que otros bivalvos como almejas y sobre todo mejillones. Mejillones con sidra, con cerveza... Si uno quiere rascarse un poco el bolsillo, la langosta es la reina de los manteles bretones. En general cualquier pescado fresco, al horno, al vapor o en papillote, agradará al más exigente gourmet. Fuera de los productos marinos, acaso lo más típico de Bretaña sean las crepes y las galettes, unas servidas como postre dulce, y otras conteniendo los más variados ingredientes, vienen a ser un plato habitual en las mesas bretonas. Las galettes, algunas de proporciones gigantescas, presentan un característico tono oscuro, por estar hechas con trigo sarraceno. Hay en Bretaña unos embutidos muy grasos y de fuerte sabor, que deben consumirse con moderación. Los postres, dulces, pasteles y tartas, son sabrosos y contundentes. En el capítulo de las bebidas destaca la sidra, de la que existen diferentes variedades, y distintos licores parecidos al Calvados.

Ahí tenéis a Bigotini y sus chicas despidiéndose de Bretaña. Su próximo destino: París, ¡Oh-lalá! Allí os emplazamos en la siguiente entrega de Bigotini viajero.

-Doctor, ¿cree usted que soy estéril?
-No señora, usted es Obelix.



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