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miércoles, 5 de octubre de 2016

SIR ISAAC NEWTON Y EL AMANECER DE LA ERA CIENTÍFICA


Si obligaran al profe Bigotini a nombrar los tres científicos más influyentes de la Historia, no dudaría en responder: Aristóteles, Newton y Einstein. Hoy en nuestra sección protagonistas de la ciencia nos ocuparemos de la colosal figura de Sir Isaac Newton, que de los tres mencionados es el pilar central cronológicamente hablando. Por ese motivo a Newton correspondió el que acaso sea el papel más difícil y de mayor mérito, pues su persona y su obra fueron decisivas en el tránsito desde una especie de protociencia a la verdadera ciencia. El método científico introducido en su generación inauguró una nueva era de progreso sin precedentes. Dicho en otros términos, Aristóteles y otros que le siguieron formularon las grandes preguntas. Einstein y la generación de hombres de ciencia contemporáneos hallaron y siguen hallando lúcidas respuestas para alguna de esas grandes preguntas. A Newton y otros gigantes intelectuales de su tiempo cupo el honor de ser quienes dieran con el método y establecieran las fórmulas para ir resolviendo aquellas grandes cuestiones. Newton y otros como él inventaron la Ciencia con mayúscula.


Nació Isaac Newton en Woolsthorpe, Lincolnshire, un día de Navidad de 1642, justo el mismo año en que murió Galileo, por cuya obra Newton manifestaría siempre una gran admiración. Su padre era un agricultor puritano que contaba con razonable hacienda. Isaac nunca llegó a conocerlo, pues murió antes de su nacimiento, lo que obligó a su madre a contraer nuevas nupcias con un tal señor Smith, por quien el joven Newton nunca sintió gran aprecio. A los doce años fue enviado al King's School de Grantham, donde estudió latín, griego, geometría y aritmética. De esta primera etapa escolar se conservan anotaciones suyas en dos libros: Las Metamorfosis de Ovidio y el Píndaro, de donde deducimos que a esa edad se sentía inclinado por lo que podría llamarse literatura de evasión, algo por otra parte muy natural.

Fue en esta etapa preadolescente cuando según algunos de sus biógrafos, Newton vivió su primera, última y única experiencia amorosa con una niña llamada Catherine Storer, a la que colmaba de atenciones e incluso llegó a obsequiar con una casa de muñecas que él mismo había fabricado. Después de aquello no se tiene noticia de ninguna otra relación con el sexo opuesto. Al parecer el joven Isaac era un notable artesano. En su habitación fabricaba maquetas y un sinfín de artilugios de madera, entre otros la reproducción de un molino de viento cuya noria propulsaba un ratón. También sobresalía en el dibujo, la captura de pájaros, la construcción de relojes o la fabricación de tintas de colores. Todo un manitas. A los 18 años ingresó en Cambridge, en el prestigioso Trinity College. Allí lo que más atrajo su interés fue la magnífica biblioteca, donde pasaba la mayor parte del tiempo, faltando a las clases con frecuencia. Se graduó con notas mediocres, pero para entonces ya había aprendido de memoria la Clavis mathematicae de William Oughtred, la Geometría de René Descartes, la Óptica de Johannes Kepler, la Opera mathematica de Viète y la Aritmética de Wallis. Con semejante bagaje, Newton aventajaba en conocimientos a muchos condiscípulos de los considerados más brillantes.

Lo siguiente fue familiarizarse con los trabajos de Galileo, Fermat y Huygens, a quienes sin haber llegado a conocer, consideró siempre sus maestros, manifestando por ellos gran veneración. Pero Newton era hombre apasionado, capaz también de odiar con el mayor encono. Tres fueron a lo largo de su vida, los principales blancos de sus invectivas: Hooke en el terreno de la óptica; Leibniz en el de las matemáticas, por las disputas que ambos mantuvieron en relación con el cálculo diferencial; y la Iglesia Católica, así en general, por motivos estrictamente teológicos. Sucedió a su maestro y mentor, Isaac Barrow en la Cátedra Lucasiana de matemáticas, y fue en esta etapa cuando Newton desarrolló la mayor parte de su gran obra intelectual. Al abandonar Cambridge se trasladó a Londres, donde ocupó diferentes cargos, entre otros, los de magistrado, preboste real, miembro del Parlamento y director de la Casa de la Moneda.

Entre sus logros científicos destacaremos el teorema del binomio, la ley de la gravitación universal, el método de fluxiones, sus trabajos en óptica y teoría cromática, el perfeccionamiento de la geometría analítica o el cálculo diferencial e integral. Su obra cumbre, Philosophiae naturalis principia mathematica, publicada en 1687, y conocida universalmente simplemente como Principia, significó un antes y un después en la Historia de la ciencia. En ella se contienen los enunciados y desarrollos de las célebres tres leyes de la dinámica: ley de la inercia, ley de la interacción y la fuerza, y ley de acción y reacción. También en los Principia apareció la célebre Ley de la gravitación universal, que para muchos entre los que nos incluimos, marca el momento culminante de la Revolución científica. Si bien el modelo de universo propuesto por Newton presentaba aun ciertas lagunas que en parte han sido llenadas por la teoría de la relatividad de Einstein y por otros descubrimientos posteriores, es necesario reconocer que el universo newtoniano “funciona” a la perfección. Por poner un ejemplo, toda la tecnología de los viajes espaciales de los últimos cincuenta años se ha diseñado y construido siguiendo los principios físicos formulados por Newton hace casi cuatro siglos.


Falleció en 1727 a los 84 años de edad. A pesar de que en vida su talento fue reconocido de forma unánime, siendo objeto de grandes honores y homenajes, sus últimos años se vieron ensombrecidos por las interminables disputas y controversias que mantuvo con otras figuras de la ciencia (el caso de Leibniz fue el más conocido), sin duda fruto de su carácter agrio. En un análisis practicado en el siglo XX a sus restos, se encontraron cabellos con un alto contenido en mercurio, probablemente a causa de los experimentos alquímicos que solía realizar. Esto podría explicar en parte sus tendencias depresivas y paranoides.

Concluiremos rindiendo también nosotros homenaje a la memoria de Isaac Newton, probablemente el científico más importante de todos los tiempos. Él fue el primero en describir el funcionamiento físico del universo, y quien inauguró un periodo de grandes descubrimientos, en el que la confianza en la razón parece no tener límites. Deseamos fervientemente que así sea.

Escojo a mis amigos por su carácter y a mis enemigos por su talento. Oscar Wilde.



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