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viernes, 23 de septiembre de 2022

¿SANGRE ROJA O SANGRE AZUL? NOBLEZA OBLIGA

 


En el origen de la expresión “tener sangre azul” no hay más misterio que un poco de higiene. En efecto, en la mayoría de las personas de piel clara, las venas superficiales, principalmente de los antebrazos y el dorso de las manos, se perciben de color azul. Realmente las venas sólo parecen azules cuando están situadas a unos 0,5 milímetros por debajo de la epidermis. La luz blanca, formada por todos los colores del espectro luminoso, penetra la capa superficial de la piel exactamente hasta esa profundidad. Su componente rojo, de elevada longitud de onda, llega hasta capas muy profundas. Por el contrario, el componente azul, de baja longitud de onda, incide en las venas, se refleja en ellas y llega así, es decir azul, hasta el ojo que las percibe precisamente de ese color.


Bien, si esto nos ocurre a todos, ¿por qué se dice que los reyes, príncipes y demás personajes de la nobleza tienen sangre azul? Muy sencillo: cuando se originó la expresión, hace ya unos cuantos siglos, nuestra cotidiana ducha diaria y hasta la higiene personal más básica, no estaban lo que se dice al alcance de cualquiera. Sólo los miembros de las clases dirigentes, la élite de la nobleza, tenían acceso a los baños y al jabón. Por otra parte, en las sociedades rurales las personas pertenecientes a las clases populares pasaban mucho tiempo expuestas al sol y a las inclemencias climáticas. Por eso acababan teniendo una piel bronceada y coriácea, en la que las venas azules no resultaban visibles. Sin embargo los poderosos se protegían del sol, de manera que las jóvenes duquesitas lánguidas y los gallardos príncipes de Beukelaer o de lo que fueran, eran blanquitos y rubios como querubines, y por sus hermosas venas corría como un torrente una nobilísima y prístina sangre de un azul intenso y puro. ¡Ahí queda eso!



Pero dejemos lo anecdótico y vayamos a lo científico. ¿Es realmente azul la sangre o lo son las venas? Por supuesto que no en ambos casos. Si observamos con atención las palmas de nuestras manos (sobre todo si nos las hemos frotado un poco), comprobaremos que están cruzadas por una finísima red roja. Otro tanto ocurre con las mejillas cuando son asaltadas por el rubor. Naturalmente por las venas de cualquier ser humano, sea cual sea el color de su piel, fluye una sangre de un rojo intenso procedente del pigmento conocido como hemoglobina, una proteína que contribuye al transporte de oxígeno.

No obstante, y para terminar con algún detalle curioso a los que somos tan aficionados, os diré que existen algunos animales cuya sangre es realmente azul. Es el caso de muchos moluscos (caracoles más concretamente), arañas, calamares, y la práctica totalidad de los cangrejos. El motivo es que en el caso de los artrópodos y algunos otros seres vivos, la misión que en nosotros ejerce la férrica y roja hemoglobina, la lleva a cabo una proteína cúprica, la hemocianina, de color intensamente azul. ¿Qué os parece?

Cuando este anciano profesor que os cuenta tantas tonterías, saborea una centolla (cosa que ocurre con menos frecuencia de la deseable), musita con lágrimas en los ojos: ¡qué animal más noble!

La honradez de los políticos es como la ropa de las actrices porno, desaparece a la primera insinuación.



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