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domingo, 10 de julio de 2022

LA DILIGENCIA. EL RENACIMIENTO DE UN GÉNERO

 



1939 fue un año prolífico en grandes películas de géneros muy diferentes. Lo que el viento se llevó, El mago de Oz, Adiós Mr. Chips, Las cuatro plumas o Ninotchka fueron sólo algunos de los frutos de aquella irrepetible cosecha cinematográfica. También en ese año mágico para el cine se filmó y estrenó La diligencia.

Basándose en un guión de Dudley Nichols, habitual colaborador suyo, John Ford narró una historia desarrollada en esa incierta frontera que separaba la civilización de las tierras inexploradas del salvaje Oeste. Fuera consciente o no de este detalle, Ford inauguró con La diligencia una nueva etapa del western, dotando al género de la calidad y la grandiosidad de que había adolecido durante los cuarenta primeros años de la industria. Para ello, aquel tuerto irlandés contó con un plantel magnífico de secundarios, la mayoría de ellos habituales en sus películas, como Thomas Mitchell, John Carradine, George Bancroft o Andy Devine. Situó al frente del reparto a Claire Trevor, cuyo nombre presidió las carteleras debido a su caché, y para completar la pareja estelar, eligió a John Wayne, un mocetón que para entonces había protagonizado ya algunos western sin demasiada trascendencia, pero en quien Ford confiaba ciegamente como actor y como amigo personal.

Wayne fue, en efecto, el verdadero protagonista del filme desde el primer fotograma en que apareció en medio del camino con el Winchester en una mano y la silla de montar en la otra, medio velado por el polvo del desierto, y a la vez prodigiosamente iluminado por un aura casi mística. La cinta inauguró también el relato que John Ford tenía en su cabeza y venía rumiando durante años. Era el relato de una nación que tras la contienda civil, se abrió paso hacia donde el sol se pone en busca de un horizonte de libertad. Una libertad de la que no pudieron disfrutar en sus países de origen, alemanes, holandeses y sobre todo irlandeses, la particular tribu americana a la que pertenecían Wayne, Ford y la mayoría del resto del equipo habitual del cineasta.

Eran colonos, granjeros, ganaderos, artesanos o comerciantes. Guardando la frontera estaba la Caballería, los centauros del 7º de Michigan que protegían a los colonos de los ataques de los indígenas nativos. Históricamente se trató de una lucha desigual. Un ejército regular y todo lo moderno que podía serlo en el último tercio del siglo XIX, contra unas partidas desorganizadas de indios cubiertos de piojos. Una auténtica masacre injustificable. John Ford nunca pretendió con su imaginario relato justificar una Historia cuya crónica verídica fue la que fue y corresponde a los cronistas e historiadores.

A John Ford correspondió exclusivamente su autojustificación literaria y cinematográfica. Para ello, y también por primera vez en la historia del cine, dotó a los indios de dignidad, y convirtió a muchos de los colonos blancos y de los oficiales de la Caballería en hombres de honor que sabían mantener su palabra. Una distinción que acaso nunca merecieron, pero que en el imaginario fordiano alcanzó cotas de sublime elevación. A la cabeza de aquellos hombres rectos Ford puso a su compadre el Duque, a un John Wayne destinado a encarnar en su persona los valores que acaso jamás tuvo una nación entera.

En casa Bigotini somos grandes admiradores del trabajo de Ford, de Wayne, y por supuesto, rendidos devotos de La diligencia, de su guión, su música, sus personajes y de cada centímetro de su metraje.

Aquí os dejamos la versión original subtitulada en inglés. Clic en el enlace y que la disfrutéis. 

https://www.youtube.com/watch?v=m597TtqsFkQ

Próxima entrega: el hombre tranquilo

 


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